2.10.. Von Bernhardi y la guerra actual
- José Carlos Mariátegui
1Leyendo la respuesta oficial del gobierno francés a las declaraciones que hiciera el eminente general Von Bernhardi con el objeto de cohonestar la execrada violación de la neutralidad belga, respuesta que ha trasmitido el cable hace tres o cuatro días, se me ha ocurrido que pudo consignarse en ella un argumento al que no habría podido replicar el ilustre neoimperialista, pero que tal vez no tendría cabida dentro de la seriedad estirada y ceñuda que debe limitar la grave, la imperturbable, la serena palabra de los gobiernos.
Esta multiforme e interesante personalidad de Von Bernhardi, general de los ejércitos del Káiser y el más atrevido paladín de las doctrinas de expansión, que en Guillermo II son anhelo y ambición nativa, está demasiado popularizada y ha adquirido en el conflicto sobrado relieve para que yo pretenda hablaros de la arrogancia de sus gestos ni de la locura de sus visiones patrióticas.
Toda el alma del imperialismo alemán se trasunta en este soldado escritor que proclama sin embozos ni disfraz la teoría del derecho de la fuerza y profetiza el advenimiento de la Germania vencedora, de la Germania que imponga al mundo su hegemonía y en cuyos dominios jamás se oculte el sol, como en la España de otrora.
Él ha dicho cómo la moral de Alemania es la que dicta su fuerza y cómo no le importa el sacrificio de los débiles cuando da un paso a su engrandecimiento. Él se ha erguido airado para defender esta novísima moral alemana que es la más escandalosa antítesis de los principios y derechos establecidos por la civilización. Él ha dicho cómo estos principios y estos derechos nada valdrán para la Germania dominadora, cuando no la favorezcan. Él, en fin, ha sonreído de los candorosos, de los crédulos, de los románticos, que se escandalicen de que tales teorías puedan ser el credo de una nación en este siglo.
Y, sin embargo, cuando la violación de la neutralidad de Bélgica, y el desgarramiento de su independencia arrancan al mundo civilizado un grito unánime de condenación, Von Bernhardi, este mismo Von Bernhardi que es el máximo apóstol del imperialismo, ha tenido una vacilación, ha incurrido en un renuncio y ha tratado de exculpar a su país, denunciando que dentro de los planes militares de Francia e Inglaterra se contemplaba también, para caso preciso, esta misma execrada ruptura de la neutralidad belga.
¿Cómo, si la moral de Alemania, es solo la que sirve a sus propósitos, si en ella hay solo un exponente de su cultura, de su poderío, de su civilización, si nada vale a sus ojos la respetabilidad circunstancial de los tratados, el neoimperialista, el vidente de la Germania por venir, el apóstol de su hegemonía, se preocupa de cohon estar este que, dentro de sus teorías, no sería delito, ni violación, ni atropello, sino legítimo ejercicio de los derechos que derivan de su fuerza?
¿Cómo este serenísimo profeta de la conquista y la expansión, este preconizador del orgulloso lema de “Alemania sobre todos”, se espanta del clamor de protesta que la deslealtad de Alemania suscita en el Universo, que tiene aún el sentimentalismo de pensar en bellas e inútiles doctrinas?
¿Cómo puede así turbarse la ecuanimidad de los nietzscheanos de la supernación, de los patrocinadores de este egoísmo sin límite, ante el concepto de los pobres diablos que aún creen en el derecho de los débiles y sueñan con Don Quijote?
Esta contradicción, este renuncio pudieron ser puntualizados como una amable ironía en la declaración en que el gobierno francés contesta al escritor imperialista, cuando este le atribuye el plan secreto de violar la neutralidad belga, si a sus conveniencias militares hubiera servido. Pero como en las graves y trascendentales declaraciones oficiales no caben las ironías, ni valen las sutilezas, este argumento que enfrenta al circunstancial Von Bernhardi de hoy con el vidente de la Germania futura, habría estado demás.
Y he aquí cómo al influjo de un interés momentáneo, se desvirtúa todo un apostolado, se contradice todo un principio, se aplasta toda una teoría. En presencia de estas vacilaciones, de estos desfallecimientos, que sorprenden más aún en un maestro de energía como Von Bernhardi, invade el espíritu el convencimiento de que las debilidades, las incongruencias humanas que hicieron van a la fantasía del superhombre, dirán pronto a los iluminados apóstoles de Alemania, la bancarrota de esta ilusa doctrina de la supernación.
Esta multiforme e interesante personalidad de Von Bernhardi, general de los ejércitos del Káiser y el más atrevido paladín de las doctrinas de expansión, que en Guillermo II son anhelo y ambición nativa, está demasiado popularizada y ha adquirido en el conflicto sobrado relieve para que yo pretenda hablaros de la arrogancia de sus gestos ni de la locura de sus visiones patrióticas.
Toda el alma del imperialismo alemán se trasunta en este soldado escritor que proclama sin embozos ni disfraz la teoría del derecho de la fuerza y profetiza el advenimiento de la Germania vencedora, de la Germania que imponga al mundo su hegemonía y en cuyos dominios jamás se oculte el sol, como en la España de otrora.
Él ha dicho cómo la moral de Alemania es la que dicta su fuerza y cómo no le importa el sacrificio de los débiles cuando da un paso a su engrandecimiento. Él se ha erguido airado para defender esta novísima moral alemana que es la más escandalosa antítesis de los principios y derechos establecidos por la civilización. Él ha dicho cómo estos principios y estos derechos nada valdrán para la Germania dominadora, cuando no la favorezcan. Él, en fin, ha sonreído de los candorosos, de los crédulos, de los románticos, que se escandalicen de que tales teorías puedan ser el credo de una nación en este siglo.
Y, sin embargo, cuando la violación de la neutralidad de Bélgica, y el desgarramiento de su independencia arrancan al mundo civilizado un grito unánime de condenación, Von Bernhardi, este mismo Von Bernhardi que es el máximo apóstol del imperialismo, ha tenido una vacilación, ha incurrido en un renuncio y ha tratado de exculpar a su país, denunciando que dentro de los planes militares de Francia e Inglaterra se contemplaba también, para caso preciso, esta misma execrada ruptura de la neutralidad belga.
¿Cómo, si la moral de Alemania, es solo la que sirve a sus propósitos, si en ella hay solo un exponente de su cultura, de su poderío, de su civilización, si nada vale a sus ojos la respetabilidad circunstancial de los tratados, el neoimperialista, el vidente de la Germania por venir, el apóstol de su hegemonía, se preocupa de cohon estar este que, dentro de sus teorías, no sería delito, ni violación, ni atropello, sino legítimo ejercicio de los derechos que derivan de su fuerza?
¿Cómo este serenísimo profeta de la conquista y la expansión, este preconizador del orgulloso lema de “Alemania sobre todos”, se espanta del clamor de protesta que la deslealtad de Alemania suscita en el Universo, que tiene aún el sentimentalismo de pensar en bellas e inútiles doctrinas?
¿Cómo puede así turbarse la ecuanimidad de los nietzscheanos de la supernación, de los patrocinadores de este egoísmo sin límite, ante el concepto de los pobres diablos que aún creen en el derecho de los débiles y sueñan con Don Quijote?
Esta contradicción, este renuncio pudieron ser puntualizados como una amable ironía en la declaración en que el gobierno francés contesta al escritor imperialista, cuando este le atribuye el plan secreto de violar la neutralidad belga, si a sus conveniencias militares hubiera servido. Pero como en las graves y trascendentales declaraciones oficiales no caben las ironías, ni valen las sutilezas, este argumento que enfrenta al circunstancial Von Bernhardi de hoy con el vidente de la Germania futura, habría estado demás.
Y he aquí cómo al influjo de un interés momentáneo, se desvirtúa todo un apostolado, se contradice todo un principio, se aplasta toda una teoría. En presencia de estas vacilaciones, de estos desfallecimientos, que sorprenden más aún en un maestro de energía como Von Bernhardi, invade el espíritu el convencimiento de que las debilidades, las incongruencias humanas que hicieron van a la fantasía del superhombre, dirán pronto a los iluminados apóstoles de Alemania, la bancarrota de esta ilusa doctrina de la supernación.
JUAN CRONIQUEUR
Referencias
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Publicado en La Prensa, Lima, 31 de marzo de 1915. ↩︎