3.5. Thim, el perro fenómeno

  • José Carlos Mariátegui

Thim es el perro que más se asemeja al hombre1
 

                                                                                  A mi amigo Baby, perro aristócrata, pequeño y bruto,
                                                                                  que gusta del regazo de su ama gentil, que tiene el buen
                                                                                  tono de ser absolutamente inútil y que no pretenderá
                                                                                  jamás convertirse en perro sabio ni en perro famoso.
 
         Hace pocas horas que he conocido al perro Thim. Si yo fuera uno de los gacetilleros que hacen reportajes a las celebridades viajeras, diría que hace pocas horas he tenido el honor de conocer al perro Thim. Pero ni yo admiro al perro Thim, ni he deseado nunca tratarlo, ni he sentido necesidad alguna de conocerlo personalmente. Si los hombres famosos en la intimidad son generalmente vulgares, es justo suponer que los perros famosos en la intimidad lo serán también. Y que nada los diferenciará sustancialmente de los perros vagabundos o de los perros burgueses.
         Recientemente, en un “diálogo indiscreto” de Falcón, este me hizo decir sobre los perros cosas que en realidad siento y sostengo. No me parecen los perros animales muy apreciables y selectos. Los encuentro serviles y aduladores. Y, sobre todo, los encuentro desvergonzados. El perro es un animal que se humilla. Dadle un pescozón y esto no alterará vuestras relaciones con él. Su psicología le hace avenirse por igual con el maltrato y con la caricia. Su bajeza y servilismo no reconocen límites. Es fiel. Tiene definidamente alma de siervo. Como a los hombres nos place tanto la adulación y la fidelidad, elogiamos al perro y decimos que el perro es un animal noble. Pensamos probablemente que el perro ha de entender nuestro concepto y que esto le ha de tornar más agradecido y abyecto todavía.
         Y tengo además una opinión particularísima sobre el perro. El perro no es valiente y sereno como se pretende. Yo lo niego. El perro es a lo sumo matón. Pero en realidad es medroso. En las noches trágicas, el perro que tiene “ojos de ver”, se espanta ante la muerte, y ante las sombras cuando pasan. Y aúlla y ladra. Y cuando la luna está muy lívida y muy redonda o cuando la luna semeja una hoz de aluminio, el perro tiembla y pregona su pavor. Es que el perro tiene probablemente la estúpida idea de que la luna va a quemarlo o va a encenderlo como una lente puesta al sol. El gato que también tiene “ojos de ver”, el gato que también sabe cuándo pasa la muerte y cuándo se estremecen las sombras, jamás se espanta, jamás gruñe. Tiene un alma habituada al misterio. Y en tanto el perro es cobarde como un niño a quien han narrado en la noche historias de duendes y de ánimas del purgatorio.
         Estos conceptos generalísimos míos acerca de los perros no vienen a cuento tratándose del perro Thim. Para el perro Thim tengo yo más dura invectiva. Yo podría ser buen amigo de un perro leal a su condición zoológica como Baby. Pero yo no puedo transigir con un perro como Thim. Thim es un renegado de su casta. Thim es un imitador de ajenos hábitos zoológicos. Thim es tan abyecto y ruin admirador de los hombres que simula sus habilidades. Thim tiene menos altivez que todos los demás perros del mundo. Y está tan envilecido que se ha expuesto a que las gentes digan de él:
         —Este perro tiene talento.


Thim es un perro inteligente. ¿Por
qué decimos que Thim es inteligen-
te? ¿Pensarán los perros lo mismo
que nosotros?
 

         ¿Con qué derecho declaramos superior a un perro cuando le atribuimos inteligencia, cuando le asignamos talento? ¿Por qué ensanchamos nuestro arbitrario concepto del talento para todas las castas zoológicas? ¿Lo que para los hombres es el talento, será también el talento para los perros?
         ¿Sabemos lo que será el talento para las avispas? ¿Tenemos autoridad para legislar así sobre generalidades tan complicadas?
         Si aceptamos que no es posible que nuestro concepto y nuestras sensaciones sobre la belleza sean también el concepto y sensaciones sobre la belleza de los demás animales, ¿cómo vamos a pretender que nuestro concepto sobre el talento sea también el concepto sobre el talento de los demás animales? Sería absurdo. Sería arbitrario.
         Lo que para nosotros es hermoso, para otro animal puede ser horrible. Las moscas, que tienen la alta calidad de insectos, se refocilan y gozan en el albañal. Y hallan gratísimo perfume lo que para nosotros es detestable fetidez. Y hallan plácida vianda lo que para nosotros es repugnante inmundicia.
         Y dentro de este orden lógico de consideraciones que reposan en la verdad de la naturaleza, no tenemos derecho ni autoridad para creer que es un perro superior aquél cuyo talento se asemeja al nuestro.
         Hay que creer que en la misma situación que los sentidos están los pensamientos misteriosos de los animales en relación con los pensamientos de los hombres.
         Acaso, dentro de su familia zoológica Thim es un perro deplorable y torpe.


Thim es un renegado. No tiene el sen-
timiento de su altivez zoológica.
 

         Pero, sobre todo, Thim es un renegado de su condición zoológica. El ladrido ha perdido en él toda su espontánea y normal significación. Le sirve para entenderse con los hombres, para expresarse como ellos. Le ha dado mercantil utilidad. El ladrido de Thim tiene que inquietar siempre a Calvety su amaestrador. Jamás puede pensar Calvety que un ladrido de Thim es un ladrido sin importancia. Thim ha tenido el servilismo inconcebible de metodizar y disciplinar su ladrido.
         Un perro que se empeña en parecerse a un hombre, es un perro que deja casi de ser tal. Y como jamás un perro puede llegar a ser igual a un hombre, el perro que lo imite renunciará a sus prerrogativas de raza y en cambio no llegará nunca a gozar de las prerrogativas de raza de los hombres. Será, pues, un perro imbécil.
         Y esto es lo que ha hecho Thim. Se ha despojado de los atributos zoológicos del perro por aspirar a los atributos zoológicos del hombre. Y en vez de divertirse en una plaza o en un zaguán con otros perros, en vez de ejercitar sus aptitudes indiscutibles para el salto y para la carrera, en las horas de esparcimiento, Thim juega dominó o juega tresillo. Y se atormenta con las complicaciones del dado, de la ficha o de la baraja.
         Thim es un perro que ha perdido a tal punto el sentido de su personalidad que trata de ser una calcomanía del hombre. Es un animal inferior. A mi juicio son animales inferiores todos aquellos que imitan a los hombres. Los considero desprovistos del sentimiento de su autoctonía. Y por eso es que desprecio tanto a los monos y a los loros, que hacen piruetas como los hombres, que simulan los gestos de los hombres o que remedan las palabras de los hombres.


Thim y la felicidad.
Thim y el destino.
 

         Thim es un pobre diablo. Thim no tiene el concepto de la felicidad. Thim ha tolerado que le amaestren y que le enseñen ciertas habilidades de histrión. Y Thim no sabe que esto va a hacer la fortuna del hombre inteligente que usufructúa su esfuerzo. Y Thim ignora que no va a hacer en cambio su felicidad.
         ¿De qué le sirve a Thim que los públicos lo ovacionen y llenen los teatros en los cuales trabaja? ¿De qué le sirve a Thim ser un perro famoso? Thim no pasará a la posteridad. Y aunque Thim pasara a la posteridad, hay que creer que a un perro no debe importarle la gloria. ¿Thim es acaso dichoso porque gana mucho dinero? Y si no lo es, ¿por qué Thim se empeña en ganar dinero? Y Thim es más bien infortunado. No tiene libertad. Su amo le defiende y le cuida con avaricia. Jamás Thim puede ir donde le da la gana. Y su vida tiene sucesivamente por escenario habitación es de hotel, interiores de berlina, camarines, salas de teatro, vapores, vagones y redacciones de periódicos.
         Thim no puede amar. Thim es un nómade, un vagabundo, un trashumante que va de pueblo en pueblo sin encontrar en ninguno la felicidad.
         Y mientras que otros perros plebeyos, como los que ambulan por las calles, o aristocráticos, como mi amigo Baby, son felices, no trabajan y no tienen inquietudes, Thim vive afligido por sus preocupaciones. Tiene que pensar, tiene que sumar, tiene que dividir, tiene que conocer a las gentes, tiene que acordarse de sus nombres.
         Vive cautivo. Duerme en un cuarto de hotel. Y ni siquiera puede satisfacer su glotonería —los perros geniales y los hombres geniales suelen ser glotones—, pues su amo lo tiene en ayuno el día que trabaja. Y le escatima la vianda, para ofrecérsela más tarde como una recompensa si suma, adivina, juega y piensa como conviene al éxito del espectáculo. Y la vianda de Thim es una vianda de cantina. Una vianda mercenaria. Y el hueso que Thim roe es el hueso de un jamón ahumado. No es el hueso jugoso y noble hurtado en la cocina.
         ¿Por qué se esfuerza Thim? ¿Por qué trabaja Thim? ¿Por qué es hábil Thim?


La voluntad de su amo es la voluntad
de Thim. Thim es un abúlico. Thim
es un fracasado.
 

         Thim es abúlico. Thim no tiene voluntad. Luego Thim es un fracasado. Y conforme a la teoría genial de Florencio Sánchez, Thim es un “muerto”.
         La voluntad de Thim es la voluntad de su amo. El alma de Thim es el alma de su amo. Cuando Thim está solo debe sentirse medroso y cobarde. Y si en esos momentos, perros o gentes, lo sorprenden o atacan, Thim debe encontrarse aterrorizado.
         Thim necesita en todo momento de la voluntad de su amo. Necesita de ella para comer, para vivir, para pensar. Thim es un autómata.


Thim ha “trabajado” en esta impren-
ta. —El perro histrión y noso-
tros.
 

         En la redacción de este diario, en la misma sala en que yo trabajo, Thim ha hecho sus experimentos. Yo me he visto obligado a interrumpir un artículo sin importancia. Y me he acercado con curiosidad a Thim.
         Thim se había acomodado sobre una silla. Y tenía erguida y avizora la cabeza.
         Thim es un perro pequeño y lanudo, de vulgar catadura. Thim es un plebeyo. No es un perro aristócrata y refinado. Es un perro villano a quien los hombres han pervertido y han arrebatado su pureza racial.
         Thim me ha mirado. Y el empresario me ha dicho:
         —Thim triunfó en Buenos Aires en un gran concurso de artistas de variedades. Derrotó a Zazá y a la Quijano.
         Y yo he preguntado:
         —¿Thim sabe sistema métrico decimal?
         El empresario me ha sonreído benévolamente convencido de que yo me burlaba. Y yo he pensado que un perro que ha derrotado a Zazá y a la Quijano, debía saber necesariamente sistema métrico decimal.
         Y luego Thim ha sumado, ha restado, ha multiplicado, ha dicho cuál de los presentes tenía bigote rubio, cuál tenía barba, cuál era más viejo, ha alcanzado el periódico que se le ha pedido, ha ganado una partida de dominó a un compañero, ha hecho muchas cosas sorprendentes.
         Su amo le ha obsequiado un trozo de carne fría. Thim, que debe estar muy mal educado y que debe ignorar a Carreño, se lo ha comido, sin reparar en que lo hacía ante una distinguida concurrencia Y no le ha pedido permiso a nadie.
         Y cuando Calvety le ha dicho que la carne estaba envenenada, Thim que es un cobarde, la ha dejado en seguida. Thim es tan infeliz, que no tiene la entereza de suicidarse para poner término a su menguada situación de renegado, de autómata, de “médium”, de abúlico, de “fracasado”, de siervo y de prisionero.
         Yo he preguntado:
         —¿Qué objeto tiene la sabiduría de este perro?
         Y la concurrencia se ha reído. Yo he tenido que callarme. En esos momentos no era posible que se me prestara más atención que a Thim. Y esto me ha indignado a mí, sinceramente.


Conceptos que sugiere el perro Thim.  

         La aritmética es una ciencia sin importancia. La aprende cualquier bruto con “talento”. Un perro aprende a sumar, a restar y a multiplicar.
La aritmética es una ciencia inferior.

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         Un perro puede tener sentido común. ¿Por qué se nos pide que tengamos sentido común?
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         ¿En qué pensará el perro Thim cuando le retratan? Yo tengo interés en averiguarlo.
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         He advertido que a todos los perros lanudos les place el agua y el baño. Thim es un perro lanudo. ¿Tiene importancia que Thim sea un perro lanudo?
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         ¿Quién sería el primer amo de Thim? Tiene una grave responsabilidad de conciencia.
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         El orgullo, la dignidad, la vergüenza, son las supremas virtudes humanas. He advertido que ningún perro las posee.
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         ¿Quién sabrá decir el destino del perro Thim? ¿León Kendal o una gitana? ¿Cuándo morirá el perro Thim?

Dedicatoria a Baby  

         ¡Baby, buen amigo mío, perro discreto y prudente, perro perfectamente bruto, perro frívolo, perro inútil, conserva siempre el sentimiento de tu autonomía zoológica!
         ¡Baby, buen amigo mío, no imites a los hombres!
         ¡Baby, buen amigo mío, no aspires a ser perro famoso ni perro sabio!
         ¡Baby, buen amigo mío, desprecia la gloria y la celebridad! ¿Qué te importa la celebridad, Baby?
         Tú eres feliz, Baby. Tú no tienes preocupaciones. Thim las tiene. Y por eso Thim ayuna. Y por eso Thim es infortunado. Compadécelo, Baby. Tú serás feliz hasta tu muerte. Thim será desdichado hasta su muerte. Cuando Thim se muera su amo tendrá la aflicción de haber perdido una fortuna. La misma aflicción que se tiene cuando se ha perdido una cosecha. Cuando tú mueras, llorará por ti, conmovida tu amita gentil. Y luego te sustituirá, Baby, en su cariño, con otro perro, como tú, pequeño, como tú, hermoso, y como tú, inútil.

JUAN CRONIQUEUR


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 8 de septiembre de 1916. ↩︎