1.2. La Moda "Harem"

  • José Carlos Mariátegui

 Lo que dicen los modistos parisienses. —Las evoluciones de la moda— De los trajes amplios a la falda pantalón.1  

(Especial para La Prensa)

 
         ¿La moda ha evolucionado en pos de un traje original y nuevo? De ninguna manera. Los ‘Reyes’ de la moda, los modistos de la metrópoli francesa han ideado sus nuevas creaciones, inspirándose en los modos de vestir más remotamente antiguos, en las túnicas de las púdicas diosas del paganismo, en los vestidos griegos y en los bíblicos trajes de las vírgenes hebreas. Los nuevos vestidos son pues una remembranza de lo pasado, una evocación de los viejos tiempos, cuyas costumbres renacen hoy con un ligero tinte de modernismo.
         La leyenda nos pinta a las mujeres antiguas, púdicas y hermosas, cubiertas por túnicas ligeras y telas vaporosas, que dejaban entrever la pureza de las formas y marcaban al paso la línea delicada de los contornos.
         Poco a poco vino introduciéndose el vicio, la perversión de las costumbres puras. Nació entonces la idea de cubrir más el cuerpo de la mujer, velando su hermosura con tejidos más gruesos y menos vaporosos.
         Y tras este despertar, que nos trae a la memoria a la Eva, completamente desnuda que al adivinar la necesidad de un traje se cubre de hojas y de flores, vino la idea de cubrir los encantos femeninos, no con uno sino con dos o más trajes.
         La civilización trajo consigo el uso de las enaguas amplias y pesadas, de los calzones de blancos tejidos, de los corpiños perfumados, del corsé tosco y rígido y sobre esta vestimenta interior, el lujoso atavío de un traje plegado y deslumbrante de larguísima cola y recargado de gruesos encajes.
         La silueta verdadera de la mujer desaparecía completamente ante estos encantos completamente artificiales.
         Tomemos el viejo retrato de una antepasada y contemplaremos el corpiño adornadísimo, el busto resaltante gracias al corsé, la cintura del grosor de un puño y la falda amplia que abre en el bajo como un abanico y que daba a la mujer de antes la figura de una mariposa.
         En aquel entonces privaban las aplicaciones gruesas de cordoneado de seda, que hacían pesadas los abalorios deslumbrantes y las mostacillas ensartadas en hilos de oro. Entonces nada más elegante que los tejidos de seda lujosos pero pesados.
         Esas eran las toilettes de hace un siglo. Algún tiempo después comenzaron las innovaciones en el campo de la moda. Hicieron su aparición modistos ansiosos de prestigio, empeñados en la creación de nuevos modelos. Los primeros resultaron demasiado vulgares. Había en ellos un derroche inusitado de pasamanerías y abalorios. Eran demasiado lujosos, pero muy poco elegantes.
         Es, pues, desde este nuevo siglo que han comenzado las más rápidas evoluciones de la moda.
         Modistos genialísimos como Paquín, el “rey de la moda” como se le llama, Redfern, Callot, Worth y otros más han ideado las creaciones más originales, muchas de las cuales han triunfado ruidosamente. Pero todos los modelos creados han tenido su período de apogeo para quedar luego relegados al olvido.
         Vino primero la falda “princesa”, que acortaba notablemente el talle y dibujaba a perfección la línea de la cintura. Esta moda gustó mucho. Y tuvo la suerte de tener un largo período de apogeo. Era verdaderamente hermosa esa alta falda que aprisionaba el busto, suprimiendo la blusa y haciendo triunfar al “figaro”, la chaquetilla diminuta, imitación fantástica de la de los toreros.
         Tras la decadencia del traje “princesa”, surgió la “levita”, la chaqueta de severo estilo sastre, que imitaba unas veces el riguroso jaquet, otras el ceremonioso frac y a veces la propia levita masculina. Esta moda fuerte y hombruna estaba condenada a desaparecer muy pronto, pero las mujeres le dieron vida en su afán por imitar las costumbres masculinas.
          La muerte del traje “princesa” y de la “levita” puso a prueba la fantasía de los modistos parisienses. Se hacía necesaria una moda original y nueva que nada tuviera de vulgar ni de conocida. Y los príncipes de la moda inspiró entonces sus modelos en los trajes de las leyendas griegas. Nacieron entonces los vestidos “directorio”. Faldas muy ceñidas que hacían visible la curvatura de las caderas y la cintura y que por el escaso vuelo de la parte baja, hacían menudo y musical el paso. ¡Era la resurrección de los antiguos “Tanagras”! Y estos trajes poéticos mantuvieron largo tiempo su predominio.
          Los vestidos “directorio”, se trasformaron para tener más vida en la falda entravé, la que a su vez ha preparado el camino al advenimiento de la moda Harem. La falda entravé ha dado margen a las más vehementes polémicas entre los críticos europeos. Un agudo y satírico croniqueur francés decía que las mujeres vestidas con la falda entravé parecían paraguas envueltas. Y la sátira no es del todo injusta.
          La falda entravé a pesar de sus encantos, nació condenada a desaparecer muy pronto. Las mujeres clamaban contra ella. “Es un martirio —decían— el que se nos impone, al usar estas faldas que apenas nos permiten caminar”.
          Era pues necesario buscar un modelo más apropiado. Esta vez no fueron Paquín, un Redfern, ni otro modisto, los que lo inventaron. Fueron las mujeres, empapadas de feminismo, las que idearon la nueva y revolucionaria manera de vestir.
          para crear el modelo que había de triunfar definitivamente, buscaron para inspirarse los usos de los harenes turcos.
         Si las novelas francesas han podido tanto y han hecho evolucionar el espíritu de las mujeres turcas, también han podido, las leyendas orientales y las novelas de Pierre Loti, impresionar favorablemente a las costumbres otomanas, a las mujeres europeas.
         Ha sido este un intercambio de ideas y costumbres.
         Es pues la “falda-pantalón” un modelo arrancado de las leyendas de los harenes turcos. Y de ahí viene el nombre que ha adoptado la nueva moda.
         Si pasamos a estudiar la “falda-pantalón”, debemos antes declarar que no está constituida por un solo modelo. Son varios y diferentes tipos de jupes-culottes, los que hasta ahora se han ideado. Faldas bombachas, recogidas, como pantalones de clowns. Pantalones auténticos velados por delante y detrás con una ancha estola, o cubiertos con una sobrefalda de discretas aberturas.
         Paquín, Redfern, Callot, Worth, Decroll han expuesto públicamente que su opinión es adversa a la nueva moda y han negado que corresponda a ellos su paternidad advirtiendo sí que no pueden negarse a confeccionar las jupes-culottes, porque ello los arruinaría, dado lo rencorosas que son las mujeres.
         A nuestro modesto en tender la jupes-culotte, no es todo lo artístico que debe ser el modelo predilecto de la generalidad. Sufrirá muchos fracasos. Pero tiene que triunfar, precisamente, porque disgusta a la mayoría de los hombres y porque las mujeres vencerán este obstáculo con el capricho y la tenacidad que las distingue.
         En Lima hace ya la nueva moda sus pininos. La joven y bella tiple Isabelita Elizalde ha servido de “maniquí” para los modelos de “falda- pantalón” confeccionados por la casa A. F. Oechsle. También la intrépida domadora, Mlle. Padowska ha estrenado recientemente una lujosa jupe-culotte. Solo que, en Mlle. Padowska, esto no tenía mucho de original, porque la joven domadora usa en sus varoniles ejercicios, pantalones auténticos.
         Ya hemos dicho que la revolucionaria moda triunfará a despecho de las teorías moralistas de las abuelitas y de las protestas de los papás.
         Y, para terminar, agregaremos que en París se va imponiendo ya la “falda-pantalón”. Las principales casas de modas de la metrópoli francesa tienen a su servicio gran número de “maniquíes” que pasean la jupe-culotte por las más concurridas avenidas parisienses. Un gran modisto de la Rue de Paix confecciona actualmente “faldas-pantalón” para baile. ¡Sí, lectores, “falda-pantalón” para baile con encajes, gasas y larga cola… de lindas cintas que caen de la cintura!
         También los tejidos para la confección de los trajes son hoy muy distintos de los de antaño. A los pesados terciopelos de otros tiempos, han reemplazado los terciopelos mouseline, los terciopelos fouard, y a los ottomanes y demás antiguas telas de seda, los shantungs, los pompadour, las gasas ligeras y los tules transparentes.
         Vamos pues camino de ver a todas las mujeres ataviadas con originales pantalones. Naturalmente, que para que esto se realice, hay de por medio muchos obstáculos.
         La crítica parisiense, a este respecto, se encuentra muy dividida.
         No faltan mujeres que hayan lanzado la idea de boicotear a la naciente moda.
         La perspectiva de ver a las mujeres envueltas en estas túnicas deliciosas que van delatando al paso la morbidez de las formas femeninas, está pues, muy avanzada.
         Al llegar a este punto los que se precian de mejores vaticinadores enmudecen.
Solo cabe preguntar:
         ¿Formaran las mujeres enemigas de la “moda Harem” una liga para resistir a la invasión de este nuevo traje?
         ¿Veremos a todas luciendo la jupe-culotte?
         ¿Será Lima un centro propicio para esta nueva expresión del modernismo en el vestir?

                                                                  
Juan Croniqueur


         Nota.—Escrito ya este artículo ha ocurrido un acontecimiento que, en nuestro concepto, marcará el comienzo de una era de progreso para el uso de la jupe-culotte en Lima. Miss Mary Robinson Wright ha efectuado el viernes último un paseo matinal por nuestras calles centrales, ataviada con una correcta y lujosa “falda-pantalón”. Era el modelo que vestía la distinguida escritora norteamericana un traje delicioso de lana azul marino con adornos de seda negra, en que el pantalón quedaba casi completamente velado por una encubridora sobrefalda.
         Miss Mary Wright se paseó por donde quiso sin ser absolutamente molestada. Todos la veían pasar dirigiéndole miradas de curiosidad y admiración. Hasta entonces, solo dos jóvenes y bellas artistas se habían puesto la revolucionaria falda, ahora es una correcta y elegante “yanqui” la que luce la jupe-culotte.
         Repetimos. Este acontecimiento marcará el comienzo de la generalización del uso de la nueva manera de vestir. Está pues, muy cercana la realización de la perspectiva de ver a todas nuestras limeñitas ataviadas con elegantes trajes de “odaliscas” que irán delatando al paso la delicada línea de los contornos y ritmando al andar una música armónica y suave.

Vale

Referencias


  1. Publicado en La Prensa, Lima, 7 de mayo 1911. ↩︎