7.15. Política diplomática

  • José Carlos Mariátegui

 

         1La figura ausente del señor Balbuena, diputado por Marañón, es evocada en estos instantes en el comentario metropolitano. Vuelve a sonar en las calles el nombre momentáneamente olvidado del joven, amado y predilecto discípulo del señor Manzanilla. Y en las redacciones de los periódicos, unánimemente poblados de amigos del señor Balbuena, esta evocación repercute bulliciosamente.
         Y es que se recuerda los sonoros días parlamentarios en que el señor Balbuena, acometivo, batallador y denodado, atacaba en la Cámara de Diputados la táctica internacional del señor Porras, canciller del señor Leguía en aquellos tiempos igual que en estos. Se recuerda que el señor Balbuena formuló la interpelación que ocasionó la caída del señor Porras. Y que formuló también el voto de censura que la determinó. Y que el señor Balbuena era en esos ilustres días un orador de combate que, mancomunadamente (…)
         —¡Claro! ¡Este es un gobierno muy valiente! ¡Este es un gobierno heroico! ¡Y quiere, precisamente, que el señor Balbuena regrese al Parlamento! ¡Para que lo combata lo mismo que la vez pasada!
         Y otras gentes han replicado:
         —¡Qué gracia! ¡El gobierno sabe que ya es demasiado tarde para que el señor Balbuena sea elegido representante a Congreso! ¡Y, además, ha comenzado por suprimir la diputación por la provincia del Marañón!
         Naturalmente, nosotros, como buenos amigos del señor Balbuena, nos alegramos de la supresión de su consulado. Vemos en ella un acontecimiento que nos restituye a un contertulio cotidiano de todos los periodistas. Y que nos devuelve a un personaje extrañado en el escenario de la política criolla.
         Estamos, pues, tentados de proponer un voto de gracias al señor Porras. Pero nos contiene la certidumbre de que el señor Porras, sumamente modesto, no la aceptaría. El señor Porras nos quita un cónsul; pero nos da a un político de la miscelánea casera. Y para nosotros los periodistas, el señor Balbuena no tenía importancia alguna como cónsul general en México. Tiene, en cambio, mucha importancia como político. Y como admirador del señor Manzanilla. Y como interlocutor del periodismo ambulante. Y como diputado al Congreso. Y como autor de interpelaciones.
         Y de votos de censura.


Referencias


  1. Publicado en la La Razón, Nº 65, Lima, 22 de julio de 1919. ↩︎