4.3. Espectadores no más…

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Tampoco quieren mancomunarse con el señor Aspíllaga los nacionales democráticos. Tampoco. Y su negativa no es la negativa diplomática y sagaz de los liberales. Es una negativa rotunda, enérgica, altisonante.
         Una negativa así:
         —¿Nosotros con el señor Aspíllaga? ¡Jamás!
         No se la esperaba el gobierno. No se la esperaba el civilismo. No se la esperaba, naturalmente, el señor Aspíllaga. No se la esperaba siquiera el público. Verdad que los nacionales democráticos habían tramado desde el principio contra la candidatura del señor Aspíllaga. Pero esto no es bastante. Muchos civilistas habían tronado contra la candidatura del señor Aspíllaga. Más que los nacionales democráticos. Y, sin embargo, habían concluido conformándose con esa candidatura. Y proclamándola. Y recomendándola. Y empujándola.
         Y, por eso, el gobierno había confiado en que a la postre amainara la oposición de los nacionales democráticos a la candidatura del señor Aspíllaga. Esta oposición había sido mirada siempre por él como una oposición más reductible que la de los liberales. Tanto que no había creído que fuese indispensable una negociación oficial del civilismo para eliminarla.
         Pero los nacionales democráticos son muy “cundas”. La candidatura del señor Aspíllaga les parece inconsistente y quebradiza. Y la candidatura del señor Leguía, en cambio, les parece arrolladora e invencible. Y comprenden que es tarde para pensar en una candidatura de transacción.
         Uno de los oradores del futurismo, el señor Víctor Andrés Belaunde exclama desolado:
         —¡El partido nacional democrático debe “balconizarse”! ¡Nos damos cuenta de que es una lástima! ¡Pero, qué vamos a hacer!
         Y lo rodean entonces voces que lo hostilizan:
         —¡Quiere decir que el partido nacional democrático, que es un partido de juventud, que es un partido de acción, que es un partido de idealismo, no sabe luchar! ¡Quiere decir que el partido nacional democrático se abstiene!
         Y el señor Belaunde apenas puede defender a su partido con una frase de don Nicolás de Piérola:
         —¡Abstenerse es obrar!
         Esta abstención no les agrada mucho a las gentes. Anhelarían las gentes que todas las agrupaciones políticas tomaran parte en la pelea. Que se formaran dos grandes bandos. Que se organizaran de un lado las fuerzas del gobierno y de otro lado las fuerzas de la oposición. Que ningún ciudadano se quedase fuera de la línea de fuego.
         Y ven que no va a pasar nada de esto.
         El partido liberal se abstiene de auspiciar candidatura alguna. El partido nacional democrático se abstiene también. Y a lo mejor el gobierno resuelve abstenerse igualmente.
         El único que no se abstiene es el señor Leguía.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 4 de enero de 1919. ↩︎