3.24. Compás de espera
- José Carlos Mariátegui
1Esperamos varios acontecimientos sustanciosos.
Uno de esos acontecimientos es, naturalmente, la aparición de un manifiesto del partido nacional democrático. Se respira en la atmósfera política la inminencia de ese manifiesto. Luego, ese manifiesto no puede tardar. No sería raro que el señor Riva Agüero tuviese ya templados los bordones de su guitarra retórica. No sería raro que la directiva futurista hubiese ya concertado los términos de su declaración. El manifiesto no aguarda, probablemente, sino una buena coyuntura para salir a la calle. “¿Qué nos dirá? —se preguntan las gentes—. ¿Qué nos dirá de nuevo?” Y empiezan a desenvolver sus deducciones. Recuerdan que en su primer manifiesto los nacionales democráticos solicitaban el concurso de todos los partidos para la convención, que en su segundo manifiesto acometían de hecho la empresa de organizarla y que en su tercer manifiesto desesperaban de la posibilidad de que se realizase y le achacaban al partido liberal la culpa del malaventurado tropiezo. Y renuevan la pregunta. “¿Qué nos dirá el manifiesto?” Comprenden que el manifiesto será sustancialmente un documento elegiaco. Pero no se conforman con esto. Creen que no puede ser un documento inocuo. Que tiene que ser un documento de alguna miga.
Otro de los acontecimientos que esperamos es la definición categórica del pensamiento del partido liberal acerca de la candidatura del señor Aspíllaga. Según los aspillaguistas —en cuya vanguardia persiste denodadamente don Pedro de Ugarriza—, el partido liberal le ha dado ya el sí al candidato del civilismo. Pero, según las demás gentes, el partido liberal no le ha dado el sí de ninguna naturaleza al señor Aspíllaga. Salvo que se lo haya dado anteayer, en cuyo caso no ha sido un sí valedero sino una broma de “inocentes”. Además, el doctor Durand es demasiado cauto y zahorí para sumarse violenta e irreflexivamente a una candidatura. Para pronunciarse sobre ella tiene que aguardar, por lo menos, que sea una candidatura perfectamente cuajada. Y esto nada más que para pronunciarse sobre ella. Para pronunciarse sobre ella única y exclusivamente.
Otro de los acontecimientos que esperamos es la asamblea civilista destinada a ratificar la proclamación de la candidatura del señor Aspíllaga. Esa asamblea debía haberse efectuado ayer. Pero la necesidad de gestionar previamente la cooperación de los liberales, hizo indispensable su aplazamiento para el día de Pascua de Reyes. Se declaró alegremente que lo mejor que podía ocurrirle a una candidatura era nacer el día de Pascua de Navidad y ser consagrada el día de Pascua de Reyes. Y se agregó que la candidatura del señor Aspíllaga resultaría una perfecta candidatura de aguinaldo. Mas parece ahora que tampoco el seis de enero va a poder reunirse la asamblea civilista. Sencillamente porque el seis de enero van a encontrarse tal vez en el mismo estado que hoy las negociaciones con los liberales.
Otros acontecimientos secundarios esperamos también. Aparte de los acontecimientos imprevistos. Aparte de los acontecimientos previstos mal. Y aparte del cablegrama que nos avisará hoy la llegada del señor Leguía a New York…
Uno de esos acontecimientos es, naturalmente, la aparición de un manifiesto del partido nacional democrático. Se respira en la atmósfera política la inminencia de ese manifiesto. Luego, ese manifiesto no puede tardar. No sería raro que el señor Riva Agüero tuviese ya templados los bordones de su guitarra retórica. No sería raro que la directiva futurista hubiese ya concertado los términos de su declaración. El manifiesto no aguarda, probablemente, sino una buena coyuntura para salir a la calle. “¿Qué nos dirá? —se preguntan las gentes—. ¿Qué nos dirá de nuevo?” Y empiezan a desenvolver sus deducciones. Recuerdan que en su primer manifiesto los nacionales democráticos solicitaban el concurso de todos los partidos para la convención, que en su segundo manifiesto acometían de hecho la empresa de organizarla y que en su tercer manifiesto desesperaban de la posibilidad de que se realizase y le achacaban al partido liberal la culpa del malaventurado tropiezo. Y renuevan la pregunta. “¿Qué nos dirá el manifiesto?” Comprenden que el manifiesto será sustancialmente un documento elegiaco. Pero no se conforman con esto. Creen que no puede ser un documento inocuo. Que tiene que ser un documento de alguna miga.
Otro de los acontecimientos que esperamos es la definición categórica del pensamiento del partido liberal acerca de la candidatura del señor Aspíllaga. Según los aspillaguistas —en cuya vanguardia persiste denodadamente don Pedro de Ugarriza—, el partido liberal le ha dado ya el sí al candidato del civilismo. Pero, según las demás gentes, el partido liberal no le ha dado el sí de ninguna naturaleza al señor Aspíllaga. Salvo que se lo haya dado anteayer, en cuyo caso no ha sido un sí valedero sino una broma de “inocentes”. Además, el doctor Durand es demasiado cauto y zahorí para sumarse violenta e irreflexivamente a una candidatura. Para pronunciarse sobre ella tiene que aguardar, por lo menos, que sea una candidatura perfectamente cuajada. Y esto nada más que para pronunciarse sobre ella. Para pronunciarse sobre ella única y exclusivamente.
Otro de los acontecimientos que esperamos es la asamblea civilista destinada a ratificar la proclamación de la candidatura del señor Aspíllaga. Esa asamblea debía haberse efectuado ayer. Pero la necesidad de gestionar previamente la cooperación de los liberales, hizo indispensable su aplazamiento para el día de Pascua de Reyes. Se declaró alegremente que lo mejor que podía ocurrirle a una candidatura era nacer el día de Pascua de Navidad y ser consagrada el día de Pascua de Reyes. Y se agregó que la candidatura del señor Aspíllaga resultaría una perfecta candidatura de aguinaldo. Mas parece ahora que tampoco el seis de enero va a poder reunirse la asamblea civilista. Sencillamente porque el seis de enero van a encontrarse tal vez en el mismo estado que hoy las negociaciones con los liberales.
Otros acontecimientos secundarios esperamos también. Aparte de los acontecimientos imprevistos. Aparte de los acontecimientos previstos mal. Y aparte del cablegrama que nos avisará hoy la llegada del señor Leguía a New York…
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 30 de diciembre de 1918. ↩︎