3.12. El Niño Goyito

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Todas las gentes de este país han leído, seguramente, El Niño Goyito. Por lo menos tienen noticia de su existencia. Y, por ende, saben que El Niño Goyito es un capítulo de psicología limeña. Saben que es una página ilustre de la literatura criolla. Saben que la escribió don Felipe Pardo y Aliaga, ingenioso hidalgo de las letras nacionales, hacedor de donosas letrillas y abuelo del señor Pardo que nos manda. Y saben, en fin, todo lo que de El Niño Goyito es posible saber.
         Bueno.
         Pero no saben que el señor Pardo que nos manda, nieto de don Felipe Pardo y Aliaga y como tal heredero legítimo y directo de su espíritu, halla un parecido, que no se nos alcanza cuál puede ser, en uno de los personajes eminentes de la política. En un jefe de partido. En un caudillo de jóvenes doctos y talentosos. En el señor don José de la Riva Agüero.
         Abundarán quienes piensen que esta es una mentira irrespetuosa y osada. Una mentira temeraria y malévola. ¡Qué vamos a hacer! Nadie está a cubierto de una suspicacia. Y mucho menos los que nos entretenemos en zurcir cotidianamente una desabrida miscelánea política.
         Podemos jurar que no mentimos. Que no calumniamos al presidente de la República. Que, en efecto, el presidente de la República cree que el señor Riva Agüero se parece en algo al “Niño Goyito”. En algo que, por supuesto, ignoramos.
         Contaremos una anécdota recientísima.
         Conversaba el señor Pardo en su gabinete con dos personas de su amistad. Era bueno su humor, alegre su frase y plácido su gesto. Y le anunciaron de repente, con la ceremonia del caso, la visita trascendental del presidente del partido nacional democrático. Allí, en la antesala, estaba el señor Riva Agüero. Acudía donde el jefe del estado para auxiliarlo en la contemplación del problema presidencial. Y, sin embargo, el señor Pardo dijo risueñamente:
         —Que pase el Niño Goyito.
         El señor Pardo se permitía denominar Niño Goyito a un jefe de partido, a un esclarecido catedrático, a un historiador erudito, a un comentador afamado del Inca Garcilaso, a un miembro conspicuo de la Academia Peruana, a un ciudadano que, bajo el gobierno del señor Leguía, sufrió una prisión memorable.
         —Que pase el Niño Goyito.
         La denominación es, sin duda, muy atrevida. No solo no lo discutimos: lo afirmamos. Lo afirmamos descontentos de que el señor Pardo se exprese con tan poca circunspección de un peruano insigne. Pero, de toda suerte, es del señor Pardo. Es auténticamente del señor Pardo.
         Ocurre, según nos cuentan, que el señor Pardo no parece a veces una persona seria. No parece lo que entre nosotros se llama una persona seria. Olvidando que es el presidente de la República —el primer magistrado de la nación como aquí se dice reverentemente— suele aventurarse en la festiva empresa de un chiste, suele solidarizarse con una murmuración, suele repetir un mote, suele vincularse con una travesura verbal de cualquier especie. Le gusta interrumpir su gravedad, de vez en cuando, con paréntesis risueño.
         Y esto no está bien. Particularmente en el caso que nos ocupa. El señor Pardo carece de motivo ostensible para atribuir al señor Riva Agüero similitud con el “Niño Goyito” de don Felipe Pardo y Aliaga. Y, además, no ha debido hablar de esa similitud sin expresar las razones subjetivas y personales en que la asienta.
         A menos que no lo haya hecho en su calidad de presidente de la República sino en su calidad de nieto de don Felipe Pardo y Aliaga.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 17 de diciembre de 1918. ↩︎