2.17. Momento electoral

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Todas las preocupaciones de los ciudadanos son en la actualidad preocupaciones electorales. Todas giran alrededor de una votación, de un ánfora, de un escrutinio. Todas se relacionan con alguna candidatura. Y es que estamos en un momento totalmente electoral. Respiramos una atmósfera de mesa receptora de sufragios.
         Acabamos de salir de los días de elecciones municipales y se nos vienen encima muy rápido los dos días de elecciones políticas. Y entre noviembre municipal y mayo político vamos a tener muchas notas electorales interesantes. Muchas, muchas, muchas.
         Perezosa, remisa y negligente como de costumbre, nuestra ciudad se la ha pasado sin elecciones. Se ha contentado con asistir voluptuosamente a las elecciones de los distritos. Y con celebrar, desde el tendido, el triunfo unánime del señor don Pedro de Osma en el Barranco, del señor don Miguel Checa Eguiguren en Chorrillos y del señor don Juan de Aliaga en la Magdalena.
         Pero esto no importa. Aunque no se realice en los comicios populares, la elección de alcalde tendrá siempre un proceso muy entretenido, muy sabroso, muy anecdótico. Originará una lucha y un forcejeo generosos y pródigos en episodios resonantes y animados.
         Y la ciudad tendrá abundante y sustancioso.
         Por lo pronto se sabe que hay dos candidatos. Se sabe que uno es don Juan Durand y que el otro es el señor don Manuel Irigoyen Canseco. Se sabe, en una palabra, que existe la seguridad de que habrá combate.
         No en balde la alcaldía es una posición política. Una posición de mayor importancia que nunca, ahora que se acercan las elecciones presidenciales. Para un candidato tiene gran trascendencia hablar al pueblo desde los históricos balcones de la Municipalidad.
         El partido liberal, por eso, se afana en que la alcaldía sea para el señor Juan Durand. Él —dicen los liberales— es el candidato del partido liberal. El señor Durand presenta su candidatura sobre la base de los votos que dispone el partido liberal en el Concejo.
         Y agregan:
         —¿Por qué no exhiben también los otros partidos un candidato propio? ¡A ver ese partido civil que cree aún en su hegemonía y en su superioridad! ¡A ver ese partido nacional democrático que mete tanta bulla con sus manifiestos eventuales!¡A ver ese partido demócrata que pretender restaurar en la Avenida de los Descalzos las tradicionales legiones del pierolismo! ¡A ver ese partido constitucional que con la espada de La Breña en la mano atemoriza y desasosiega al señor Pardo!
         Se oyen, cautos, sagaces y expertos, los pasos de la candidatura del señor don Manuel Irigoyen Canseco que, sin que nadie la sienta y sin que nadie la perciba, se capta todas las voluntades livianas y accesibles.
         Y los liberales buscan entonces al señor Aspíllaga para preguntarle:
         —¿El señor Irigoyen Canseco es el candidato del partido civil?
         Pero el señor Aspíllaga, desconcertado por el ímpetu de la interrogación, no les responde sino esto:
         —Yo no sé nada, señores. Yo no sé nada del partido civil. Yo no sé, sino que soy el presidente de su Junta Directiva. ¡Y su candidato a la Presidencia de la República!


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 21 de noviembre de 1918. ↩︎