2.18. El gabinete

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Sabemos que muy pronto, dentro de dos, tres o cuatro días, tendrá que ser resuelta la crisis ministerial; pero no sabemos hasta ahora cómo va a ser resuelta. Y lo mismo que a nosotros le ocurre tal vez al señor Pardo. Sabe el señor Pardo que de hoy a mañana tendrá que tomar una determinación; pero no sabe hasta ahora cuál va a ser esa determinación. No sabe, sobre todo, si por ser una determinación suya será también una determinación eficaz.
         No existe sino una certidumbre: la certidumbre de que el señor Tudela y Varela necesita marcharse cuanto antes a los Estados Unidos. Y de que ha alistado ya sus maletas. Y de que ha tomado ya su pasaje. No hay, sino que mirar al señor Tudela y Varela para comprender que está con el pie en el estribo.
         Todo lo demás es inseguro.
         Parece que el señor Maúrtua reemplazará al señor Tudela y Varela en la presidencia del consejo. Es, por lo menos, lo que se dice en los círculos políticos. Es lo que el público cree espontáneamente. Es lo que en el Palacio de Gobierno se espera.
         Pero, naturalmente, no faltan quienes se fijan en que la renovación ministerial se halla vinculada en esta oportunidad al problema de la sucesión del señor Pardo. Y en que no es fácil que a un estadista le guste encargarse de la organización de un gabinete cuyo porvenir está sujeto a las fluctuaciones de la política electoral.
         Se teme, por esto, que la crisis se complique y se enrede.
         Además, varias otras circunstancias se coaligan para dificultar su solución rápida y estable. Son las que se derivan de la gravedad y la urgencia de las cuestiones de alto interés nacional que embargan obligadamente la atención del gobierno. Estas circunstancias exigen que se encargue del manejo de los negocios públicos un estadista competente sagaz y autorizado.
         Acontece, pues, algo muy trascendental. Acontece algo que no solo es muy trascendental sino talvez muy nuevo entre nosotros. Acontece que para ocupar la presidencia del consejo de ministros del Perú se necesita hoy, gracias a los acontecimientos universales, capacidad, inteligencia y preparación.
         En otros tiempos no se consideraba indispensables estas condiciones. No se les consideraba precisas. No se les consideraba siquiera útiles. Se les consideraba, más bien, superfluas. Y algunas veces se les consideraba peligrosas.
         Ahora nos encontramos delante de un problema muy serio y oscuro: el problema económico. Un problema conectado con el magno proceso de la paz. Y nos encontramos delante de otro problema muy serio y oscuro también: el problema internacional. Un problema conectado igualmente con el magno proceso de la paz.
         Y nos encontramos, por añadidura, con que los conflictos de la política doméstica obstruyen el buen estudio y la serena resolución de esos problemas.
         Ciertos intereses electorales reclaman, por ejemplo, un gabinete político destinado a interpretarlos y servirlos activamente. Es cierto que esos intereses no han logrado unificarse y cohesionarse. Lo cual constituye una coyuntura que habilita al señor Pardo para resolver la crisis prescindiendo de ellos.
         Pero es cierto, asimismo, que pueden modificarse y cohesionarse cualquiera de estos días y que pueden entonces resultar mal avenidos con el gabinete que suceda al del señor Tudela y Varela.
         Total; un rompecabezas.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 22 de noviembre de 1918. ↩︎