7.10.. Besamanos y besamanos

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Estamos todavía en pleno besamanos. El país no se cansa de felicitar al señor Pardo por el restablecimiento del orden público. Restablecimiento del orden público se llama, como es sabido, la capitulación de los zapadores de la vanguardia en las alturas frías e hirsutas de Pucará.
         Pasan los días, se extingue el eco del movimiento subversivo, vuelven a su sitio las cosas y las almas y hasta comienzan a caer sobre el gorro frigio del ejército de salvación las sombras del olvido; pero las cumplimentaciones no se acaban. Parece más bien que se multiplican. Hay mucha gente que necesita mostrar la alegría que tiene de que el señor Pardo continúe gobernándonos.
         El besamanos es interminable.
         El Ejército y la Marina, por supuesto, no podían faltar a él. Tenían que expresarle al señor Pardo su satisfacción de mirarlo en Palacio vencedor y glorioso. Era indispensable que censurasen a los militares y a los marinos que habían empuñado las armas contra este gobierno.
         Y, por eso, ayer, a la hora de la cita, se llenaron de oficiales, espadas y charreteras los salones de Palacio.
         Pero el público ni siquiera se detuvo delante de los balcones presidenciales para mirar al señor Pardo rodeado del amor del Ejército y la Marina. El público pasó de largo por la calle. Y es, sin duda alguna, porque el público se ha puesto muy escéptico. El público cree que en el Perú las felicitaciones no quieren decir nada.
         Y nosotros creemos lo mismo que el público.
         Efectivamente, en el Perú las felicitaciones no quieren decir nada. Aquí se felicita a todo el mundo. Se felicita a un duelista después de haber felicitado al otro duelista. Se felicita a un polemista después de haber felicitado al otro polemista. Se felicita públicamente al que gana y se felicita clandestinamente al que pierde. Al que pierde se le felicita por la buena intención y al que gana se le felicita por la buena suerte.
         Los peruanos vivimos siempre felicitándonos.
         Nos felicitamos por el año nuevo, nos felicitamos por el carnaval, nos felicitamos por el 28 de Julio, nos felicitamos por la Pascua de Navidad, nos felicitamos por mil motivos. Y no es que la felicidad nos favorezca. Es que a fuerza de felicitarnos nos hacemos a veces la ilusión de que somos felices. Nos felicitamos, pues, por un hondo interés recíproco. Hoy por ti, mañana por mí, como dice la filosofía criolla.
         Un besamanos significa muy poco. Por grande, por solemne, por efusivo que sea, no preocupa la atención de nadie. El público no se detiene nunca en los renglones de la crónica palatina que lo reseñan. Un besamanos no es sino un besamanos.
         Y seguramente el primero que lo entiende así en estos momentos es el señor Pardo. El señor Pardo comprende mejor que el público lo que vale un besamanos. No es capaz de engañarse sobre lo que representa un besamanos más en la historia de un presidente de la República.
         No puede ser de otra manera.
         La experiencia del poder, la memoria de los sucesos, la enseñanza de los años, los desabrimientos del gobierno, la contemplación de las miserias de esta democracia lamentable y mestiza, tienen que haber vertido mucho pesimismo y mucha amargura y mucho desconsuelo en el espíritu del señor Pardo.
         Y tal vez el señor Pardo, en un momento de dolorosa y brillante clarividencia, siente que este besamanos no constituye un homenaje a su persona y a sus méritos.
         Porque, en verdad, señores, si al destino se le hubiera antojado, el besamanos habría podido ser para el mayor Patiño Zamudio.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 12 de septiembre de 1918. ↩︎