5.20.. Un desistimiento

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Los caballos de los señores Aspíllaga perdían todos los domingos. Perdían si la tarde era solemne y perdían si no lo era. Perdían si la embajada inglesa presenciaba las carreras y perdían si no las presenciaba. Perdían a cada rato.
         El público pensaba que los caballos de los señores Aspíllaga estaban tan desventurados como la candidatura de don Ántero a la presidencia de la República. Y naturalmente, se dolía de que así fuera. Porque los caballos de los señores Aspíllaga son unos caballos muy ilustres y famosos. Y, sobre todo, porque el señor don Ántero Aspíllaga, gentleman y gentilhombre incuestionable, es el gran señor del turf peruano.
         Opacas, brumosas y frías transcurrían las tardes dominicales para los señores Aspíllaga. Sus caballos eran vencidos unas veces por un cuerpo, otras veces por una cabeza y otras veces únicamente por una crin. Pero eran vencidos siempre.
         Y anteayer domingo, cuando parecía que la fortuna había vuelto a ser una buena amiga de los señores Aspíllaga, un fallo de los comisarios del Jockey Club tuvo a bien causarles un nuevo desabrimiento.
         Febrero, hermano de Miss Ketty, derrotó a Peevish entre las aclamaciones del gentío. Pero el señor Químper, dueño de Viewpoint, se quejó a los comisarios contra Febrero. Y les juró que Febrero había triunfado merced a las malas artes de su jockey.
         Protestó el señor don Baldomero Aspíllaga poniendo el grito en el cielo.
         Y el señor Químper, burlón y travieso, lo mismo en el hipódromo que en la Cámara de Diputados, insistió con todas sus fuerzas:
         —¿Ha sido un triunfo fraudulento!
         Y planteó una demanda de nulidad en forma. Una demanda de nulidad sostenida con toda su dialéctica de abogado y todo su fervor de turfista. Una demanda de nulidad que originó la descalificación de Febrero.
         Sonrió el público.
         Y pronunció este comentario:
         —Bueno. Quiere decir que cuando los señores Aspíllaga no pierden las carreras en la pista la pierden en el tribunal de Jockey Club.
         El señor Químper nos buscó para recordarnos:
         —Peevish es del stud del señor Leguía.
         Y el señor don Baldomero Aspíllaga salió del hipódromo para mandar una carta a los periódicos.
         —Los caballos de stud Llano no correrán más en el hipódromo de Santa Beatriz.
         Y con esta añadidura:
         —A menos que renuncien los comisarios que nos han agraviado descalificando a Febrero.
         Una carta, naturalmente, que ha hecho exclamar al público:
         —¡Pero este es un desistimiento!
         Y que nos ha hecho exclamar a nosotros:
         —¡El primer desistimiento!
         Porque estamos seguros de que uno de estos días el señor Aspíllaga, así como ha retirado de una cancha sus caballos, retirará de la otra cancha su candidatura.
         Principio quieren las cosas.
         Principio no más.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 23 de julio de 1918. ↩︎