1.7. Donjuanismo político
- José Carlos Mariátegui
1Para el señor don Ántero Aspíllaga las modalidades de la política se confunden con las modalidades de la galantería. Más aún: la política es una de las modalidades de la galantería. Un buen garzón es mejor político que un buen estadista. Y cualquier gentilhombre puede sugestionar más a los hombres que cualquier pensador. Un político, en suma, no es el que con más talento convence, sino el que con más donaire enamora.
Estos conceptos del señor Aspíllaga no aparecen por primera vez entre nosotros. Antes bien, nos son familiares. Nos son perfectamente familiares. Precisamente el gobierno del señor Pardo ha sido el gobierno del donjuanismo político. También el señor Pardo, conocedor acaso de la psicología nacional, ha participado del pensamiento del señor Aspíllaga. Y ha mirado, por eso, a su hermano don Juan como su principal colaborador en el gobierno de la República.
Mas el fervor con que el señor Aspíllaga profesa este donjuanismo tiene algún origen particular. Un origen recóndito. Un origen secreto. Acontece que el señor Aspíllaga no quiere que su condición transitoria de candidato maltrate o empañe su condición permanente de gentleman. Pretende ser un gentleman-candidato o un candidato-gentleman. Se preocupa de que el hálito de la democracia mestiza no oscurezca ni marchite sus atributos de gentil-hombre. Y por estas razones acomete una empresa política como acometería una empresa galante.
No es el señor Aspíllaga un candidato que pronuncia sonoros discursos. Es un candidato que vierte dulces y sagaces palabras. No es un candidato de programas y conferencias. Es un candidato de discreteos. No es un candidato que adoctrina. Es un candidato que requiebra.
Tiene el señor Aspíllaga dos hermanos valiosos y eficaces: don Ramón y don Baldomero. Juntos los tres señores Aspíllaga pueden formar un triunvirato. Sin embargo, le hace falta al señor don Ántero Aspíllaga un hermano más: un hermano que se llamase don Juan. Que fuese al lado del señor Aspíllaga lo mismo que el señor don Juan Pardo y lo mismo que el señor don Juan Durand al lado de sus preclaros hermanos y caudillos.
Auxiliado por un hermano don Juan, el señor Aspíllaga progresaría más en sus conquistas actuales. Su candidatura sería una candidatura más fuerte. Y hasta sus caballos de carrera serían más veloces y más excelentes. Tal vez el señor Aspíllaga lo siente en los momentos en que su espíritu se reconcentra para penetrar en lo porvenir.
Mas ninguna de estas preocupaciones enturbia la mirada del señor Aspíllaga, ni deslustra su continente. El público mira al señor Aspíllaga en constante son de galanteo. Sigue las evoluciones y las inquietudes de su automóvil mullido y aristocrático. Cuenta sus visitas. Y atisba sus coloquios.
En el Club Nacional, en la noche del banquete al señor Restrepo, llegó a su mayor intensidad el donjuanismo del señor Aspíllaga. El ambiente festivo y elegante del Club Nacional excitó el temperamento galante del señor Aspíllaga. El señor Aspíllaga creyó oportuno y necesario hacer funcionar sobre los personajes presentes sus facultades de captación. Y para todos hubo sonrisas, cumplimientos y coqueterías iguales.
Pero siempre hubo un personaje preferido por los homenajes del señor de Cayaltí. Fue el ilustre parlamentario don Víctor M. Maúrtua. El señor Aspíllaga y el señor Maúrtua se exhibieron en larga y plácida conversación. Y, después, el señor Maúrtua recibió las cumplimentaciones risueñas de los concurrentes al banquete.
Solo que se hallaba también en el banquete, presidiéndolo y gobernándolo, el señor don José Carlos Bernales, de quien se sabe que el señor Maúrtua es el más eminente y esclarecido de sus amigos y que contemplaba al señor Aspíllaga riéndose a la sordina…
Estos conceptos del señor Aspíllaga no aparecen por primera vez entre nosotros. Antes bien, nos son familiares. Nos son perfectamente familiares. Precisamente el gobierno del señor Pardo ha sido el gobierno del donjuanismo político. También el señor Pardo, conocedor acaso de la psicología nacional, ha participado del pensamiento del señor Aspíllaga. Y ha mirado, por eso, a su hermano don Juan como su principal colaborador en el gobierno de la República.
Mas el fervor con que el señor Aspíllaga profesa este donjuanismo tiene algún origen particular. Un origen recóndito. Un origen secreto. Acontece que el señor Aspíllaga no quiere que su condición transitoria de candidato maltrate o empañe su condición permanente de gentleman. Pretende ser un gentleman-candidato o un candidato-gentleman. Se preocupa de que el hálito de la democracia mestiza no oscurezca ni marchite sus atributos de gentil-hombre. Y por estas razones acomete una empresa política como acometería una empresa galante.
No es el señor Aspíllaga un candidato que pronuncia sonoros discursos. Es un candidato que vierte dulces y sagaces palabras. No es un candidato de programas y conferencias. Es un candidato de discreteos. No es un candidato que adoctrina. Es un candidato que requiebra.
Tiene el señor Aspíllaga dos hermanos valiosos y eficaces: don Ramón y don Baldomero. Juntos los tres señores Aspíllaga pueden formar un triunvirato. Sin embargo, le hace falta al señor don Ántero Aspíllaga un hermano más: un hermano que se llamase don Juan. Que fuese al lado del señor Aspíllaga lo mismo que el señor don Juan Pardo y lo mismo que el señor don Juan Durand al lado de sus preclaros hermanos y caudillos.
Auxiliado por un hermano don Juan, el señor Aspíllaga progresaría más en sus conquistas actuales. Su candidatura sería una candidatura más fuerte. Y hasta sus caballos de carrera serían más veloces y más excelentes. Tal vez el señor Aspíllaga lo siente en los momentos en que su espíritu se reconcentra para penetrar en lo porvenir.
Mas ninguna de estas preocupaciones enturbia la mirada del señor Aspíllaga, ni deslustra su continente. El público mira al señor Aspíllaga en constante son de galanteo. Sigue las evoluciones y las inquietudes de su automóvil mullido y aristocrático. Cuenta sus visitas. Y atisba sus coloquios.
En el Club Nacional, en la noche del banquete al señor Restrepo, llegó a su mayor intensidad el donjuanismo del señor Aspíllaga. El ambiente festivo y elegante del Club Nacional excitó el temperamento galante del señor Aspíllaga. El señor Aspíllaga creyó oportuno y necesario hacer funcionar sobre los personajes presentes sus facultades de captación. Y para todos hubo sonrisas, cumplimientos y coqueterías iguales.
Pero siempre hubo un personaje preferido por los homenajes del señor de Cayaltí. Fue el ilustre parlamentario don Víctor M. Maúrtua. El señor Aspíllaga y el señor Maúrtua se exhibieron en larga y plácida conversación. Y, después, el señor Maúrtua recibió las cumplimentaciones risueñas de los concurrentes al banquete.
Solo que se hallaba también en el banquete, presidiéndolo y gobernándolo, el señor don José Carlos Bernales, de quien se sabe que el señor Maúrtua es el más eminente y esclarecido de sus amigos y que contemplaba al señor Aspíllaga riéndose a la sordina…
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 9 de marzo de 1918. ↩︎