1.3. La Punta, alegre…

  • José Carlos Mariátegui

 

        1Poco ha conmovido a la ciudad la presencia del señor don Samuel Sayán y Palacios en el ministerio de gobierno. Después de los primeros minutos del besamanos el pensamiento de la ciudad se ha separado de este acontecimiento político para girar alrededor de otros. Pero ha habido siempre un pueblo donde el nombramiento del señor Sayán y Palacios ha sacado de quicio a las gentes. Y ese pueblo no ha sido el pueblo rústico, humilde y serrano de Ambo, representado por el señor Sayán y Palacios en el Congreso. Ha sido el pueblo vernal y luminoso de La Punta, perteneciente a la denodada y bizarra provincia del señor Secada, terrible martillo de los liberales.
        La Punta no mira en el señor Sayán y Palacios al parlamentario. No mira al ciudadano. No mira al abogado. No mira al amigo del señor don Óscar Víctor Salomón. Mira solo al vecino de La Punta.
        Preguntadas las gentes de La Punta sobre el señor Sayán y Palacios, responderán seguramente:
        —¡El señor Sayán y Palacios es un gran hombre! ¡Se baña en La Punta! Estamos a punto de convencernos de que no hay pueblo más solidario con la gloria y con el mérito de sus vecinos que el pueblo de La Punta. Si el señor Sayán y Palacios no fuera vecino de La Punta probablemente ya habrían concluido para él las cumplimentaciones. Ya el señor Sayán y Palacios habría acabado de saborear la luna de miel del ministerio. Ya habría salido de la hora de las fiestas. Su condición de vecino de La Punta le sirve para que hasta ahora sea un ministro que anda de ventura en ventura.
        Paseándose por La Punta hemos constatado nosotros personalmente su alborozo. Y hasta hemos creído que la alegría de La Punta no era producida por el nombramiento del señor Sayán y Palacios.
        Y hemos abordado así a algunas personas:
        —¿Tanto les place a ustedes que el señor Arenas se haya ido del ministerio de gobierno?
        Pero enseguida desvaneció nuestra incertidumbre la respuesta unánime de que el motivo del contentamiento de La Punta no era el señor Arenas sino el señor Sayán y Palacios. El excelente vecindario de La Punta no ha tenido por qué regocijarse de que el señor Arenas haya dejado de ser ministro de gobierno. No ha alentado enojo alguno contra el señor Arenas. No ha conocido bien siquiera a otro señor Arenas que al coronel de gendarmes que guarda el orden público metropolitano.
        Tanta es la intensidad con que La Punta celebra el nombramiento del señor Sayán y Palacios, que hasta el fosforescente y nervioso señor Secada, punteño esclarecido, se siente forzado a apartarse transitoriamente de su acerbo antiliberalismo y a asociarse al homenaje del balneario al ministro de gobierno.
        Clama por eso el señor Secada:
        —Yo no puedo seguir viviendo en La Punta. Antes era vecino de La Punta el presidente de la República. Ahora es vecino de La Punta el ministro de gobierno. ¡La Punta está siempre en el gobierno!
        Y los punteños le rectifican:
        —¡El gobierno está siempre en La Punta!


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 3 de marzo de 1918. ↩︎