5.6. Zapata, senador
- José Carlos Mariátegui
1Un fallo de los grandes varones de la Corte Suprema le ha franqueado las puertas del Senado de la República al coronel don Ernesto Zapata. Protegido por este fallo que será su yelmo y su broquel entrará el señor Zapata a la Cámara del señor don José Carlos Bernales. Y se arrodillará a los pies del señor Bernales, como si reverenciase sus esclarecidos escarpines, para jurar por los Santos Evangelios que velará por el cumplimiento de la Constitución del Estado. Golpearán sus carpetas en son de aplauso varias manos que guardan aún el calor de las ovaciones al señor Cornejo.
Tan solo el pensamiento ilustre y el voto prócer del gran señor don Germán Leguía y Martínez han sabido negarle su gracia al señor Zapata. Entre dispensarle una merced al señor Zapata y perseverar en el amor a sus austeros principios, el señor Leguía y Martínez no ha vacilado. Y ha vuelto a pronunciar una opinión doctrinaria, sabia y majestuosa.
Las gentes de la ciudad han venido a expresarnos su resentimiento con la Corte Suprema.
Y nos han dicho:
—Vamos donde el señor Lanatta para condolernos con él de lo que ha pasado.
Pero nosotros hemos querido contradecir a las gentes de la ciudad. Hemos opuesto a su queja nuestra alegría. Y las hemos llenado de asombros hablándoles así:
—¡Se engañan ustedes! ¡Los graves varones de la Corte Suprema han procedido divinamente inspirados! ¡Han obrado con prudente socarronería! ¡El señor Leguía y Martínez ha estado muy intransigente! ¡Mediten ustedes en que abrirle al señor Zapata las puertas del Senado ha sido cerrarle las puertas del Correo! ¡El señor Zapata senador, no le molesta al país! ¡El señor Zapata, director de correos, sí le fastidia y desazona! ¡La Suprema ha hecho senador al señor Zapata únicamente para que el señor Zapata no vuelva a ser director de Correos!
Una persuasión luminosa y repentina nos ha movido a razonar de esta suerte. Las lamentaciones de las gentes de la ciudad nos han permitido advertir el verdadero sentido del fallo de la Suprema. Y hemos tenido la satisfacción de desentrañar una burlona realidad criolla.
En verdad, si el señor Zapata no hubiera llegado a ser senador, habría pensado inmediatamente en regresar a la dirección de correos y telégrafos. El señor Pardo posiblemente se habría apresurado a servir sus deseos. Y si el señor Pardo no hubiera querido proceder así, el señor Zapata acaso habría llegado al extremo de inducir al país a una revolución para asumir dictatorialmente la Dirección de Correos cual en la madrugada famosa del cuatro de febrero.
El Senado representa la jubilación del señor Zapata como director de correos. Se olvidará para siempre del correo el señor Zapata. Sentirá que su hogar no es ya el correo sino el Senado. Legislará. Votará. Discutirá. Se sentará lejos del señor Lanatta. Y admirará la elegancia inglesa del señor Bernales.
Y, mirándolo de senador, el país se convencerá de que el señor Zapata definitivamente ha dejado de ser director de Correos y se convencerá asimismo de que ya no es posible que en una madrugada cualquiera decida volver a serlo…
Tan solo el pensamiento ilustre y el voto prócer del gran señor don Germán Leguía y Martínez han sabido negarle su gracia al señor Zapata. Entre dispensarle una merced al señor Zapata y perseverar en el amor a sus austeros principios, el señor Leguía y Martínez no ha vacilado. Y ha vuelto a pronunciar una opinión doctrinaria, sabia y majestuosa.
Las gentes de la ciudad han venido a expresarnos su resentimiento con la Corte Suprema.
Y nos han dicho:
—Vamos donde el señor Lanatta para condolernos con él de lo que ha pasado.
Pero nosotros hemos querido contradecir a las gentes de la ciudad. Hemos opuesto a su queja nuestra alegría. Y las hemos llenado de asombros hablándoles así:
—¡Se engañan ustedes! ¡Los graves varones de la Corte Suprema han procedido divinamente inspirados! ¡Han obrado con prudente socarronería! ¡El señor Leguía y Martínez ha estado muy intransigente! ¡Mediten ustedes en que abrirle al señor Zapata las puertas del Senado ha sido cerrarle las puertas del Correo! ¡El señor Zapata senador, no le molesta al país! ¡El señor Zapata, director de correos, sí le fastidia y desazona! ¡La Suprema ha hecho senador al señor Zapata únicamente para que el señor Zapata no vuelva a ser director de Correos!
Una persuasión luminosa y repentina nos ha movido a razonar de esta suerte. Las lamentaciones de las gentes de la ciudad nos han permitido advertir el verdadero sentido del fallo de la Suprema. Y hemos tenido la satisfacción de desentrañar una burlona realidad criolla.
En verdad, si el señor Zapata no hubiera llegado a ser senador, habría pensado inmediatamente en regresar a la dirección de correos y telégrafos. El señor Pardo posiblemente se habría apresurado a servir sus deseos. Y si el señor Pardo no hubiera querido proceder así, el señor Zapata acaso habría llegado al extremo de inducir al país a una revolución para asumir dictatorialmente la Dirección de Correos cual en la madrugada famosa del cuatro de febrero.
El Senado representa la jubilación del señor Zapata como director de correos. Se olvidará para siempre del correo el señor Zapata. Sentirá que su hogar no es ya el correo sino el Senado. Legislará. Votará. Discutirá. Se sentará lejos del señor Lanatta. Y admirará la elegancia inglesa del señor Bernales.
Y, mirándolo de senador, el país se convencerá de que el señor Zapata definitivamente ha dejado de ser director de Correos y se convencerá asimismo de que ya no es posible que en una madrugada cualquiera decida volver a serlo…
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 9 de septiembre de 1917. ↩︎