4.22. Las sonrisas
- José Carlos Mariátegui
1En la tribuna periodística de la Cámara de Diputados todavía se dice agudezas, todavía se hace caricaturas, todavía se alienta murmuraciones y todavía se atisba intimidades. El señor Pardo le ha dado nueva ubicación y la ha separado de los escaños parlamentarios y de la mesa verde de los taquígrafos. Y naturalmente aún no se ha aclimatado la tribuna periodística en sus nuevos escaños altos y seccionados. Pero el festivo humor y la malicia alborozada no han abandonado sus cuartillas, sus lápices ni su espíritu.
Desde la tribuna periodística se comenta siempre tal prendedor de quinto de libra y cuales medias blancas, tal dije de huairuro y cual corbata colorada, tal dialéctica memorista y cual discurso universitario, tal ademán consejero y cual cabeza pelada, tal entonación pastosa y cual aspaviento estridente.
El periodismo se sonríe perennemente en la Cámara de Diputados desde sus pupitres escolares severos.
Y tiene en todo momento un calificativo para la voz, para el gesto, para el pensamiento y para la fisonomía íntima y ostensible de cada diputado.
Analizando las sonrisas de los diputados a su manera han quedado escritos en colaboración los siguientes conceptos:
—La sonrisa del señor Manzanilla es sustantiva, personal, maestra y organizada.
—Sobre todo es clásica.
—La sonrisa del señor Pérez es obesa, redonda, ladina, criolla, adiposa e impávida.
—Positivamente tiene sabor de mazamorra.
—La sonrisa del señor Juan Pardo es presidencial, civilista, incolora y presuntuosa.
—Es la sonrisa de un don Juan de cincuenta años que se va poniendo calvo y miope.
—La sonrisa del Sr. Ulloa es sagaz, persuasiva, grave y redomada.
—Y dogmática.
—La sonrisa del señor Maúrtua es inglesa, disciplinada, mesurada, principista y displicente.
—Es la única sonrisa posible en un parlamentario con chaqué plomo y buenas maneras, elegido legislador en un país de mestizos bulliciosos y mal educados.
—La sonrisa del señor Uceda es escolástica, ponderada y honesta.
—Además es evidentemente pedagógica y digna de un varón de costumbres cristianas y discretas.
—La sonrisa del señor Químper es despreocupada, maliciosa y traviesa.
—Define a un abogado rentista, anticlerical y célibe que tiene buena suerte en las carreras y en los negocios.
—La sonrisa del señor Borda es nerviosa, dorada, limeña e insinuante.
—Y totalmente expresiva de un ciudadano poseedor de condecoraciones españolas.
—La sonrisa del señor Balbuena es locuaz, sistemática, republicana y discípula de la sonrisa maestra del señor Manzanilla.
—Es también la de una persona que por ningún motivo se pondría escarpines.
—La sonrisa del señor Secada es rica y fosforescente.
—Y explosiva.
—La sonrisa del señor Solf y Muro es serenísima, ponderada, prístina y extrasutil.
—Inspira el convencimiento de que el señor Solf y Muro no intervendrá en una revolución.
—La sonrisa del señor Salazar y Oyarzábal es doctoral, aceitada y académica.
—Revela a un ciudadano orgánicamente parlamentario.
La sonrisa del señor Samuel Sayán Palacios es áspera, agrietada, estridente y jurídica.
—Es la sonrisa de un diputado a quien se le ha caído totalmente el pelo.
—La sonrisa del señor Pinzás es jadeante, liberal, capciosa y cansina.
—Es al mismo tiempo un tanto aborigen y otro tanto hermenéutica.
—La sonrisa del señor Barreda y Laos es universitaria, burguesa, neurasténica, retórica y engomada.
—Es la sonrisa de un joven que se ha sacado siempre el primer premio de su clase.
De estas y otras maneras son estudiados los legisladores de la Cámara joven.
Es una eclosión de extravagancias juguetonas.
Y un derroche de adjetivos complicadamente especiosos y legítimamente periodísticos.
Desde la tribuna periodística se comenta siempre tal prendedor de quinto de libra y cuales medias blancas, tal dije de huairuro y cual corbata colorada, tal dialéctica memorista y cual discurso universitario, tal ademán consejero y cual cabeza pelada, tal entonación pastosa y cual aspaviento estridente.
El periodismo se sonríe perennemente en la Cámara de Diputados desde sus pupitres escolares severos.
Y tiene en todo momento un calificativo para la voz, para el gesto, para el pensamiento y para la fisonomía íntima y ostensible de cada diputado.
Analizando las sonrisas de los diputados a su manera han quedado escritos en colaboración los siguientes conceptos:
—La sonrisa del señor Manzanilla es sustantiva, personal, maestra y organizada.
—Sobre todo es clásica.
—La sonrisa del señor Pérez es obesa, redonda, ladina, criolla, adiposa e impávida.
—Positivamente tiene sabor de mazamorra.
—La sonrisa del señor Juan Pardo es presidencial, civilista, incolora y presuntuosa.
—Es la sonrisa de un don Juan de cincuenta años que se va poniendo calvo y miope.
—La sonrisa del Sr. Ulloa es sagaz, persuasiva, grave y redomada.
—Y dogmática.
—La sonrisa del señor Maúrtua es inglesa, disciplinada, mesurada, principista y displicente.
—Es la única sonrisa posible en un parlamentario con chaqué plomo y buenas maneras, elegido legislador en un país de mestizos bulliciosos y mal educados.
—La sonrisa del señor Uceda es escolástica, ponderada y honesta.
—Además es evidentemente pedagógica y digna de un varón de costumbres cristianas y discretas.
—La sonrisa del señor Químper es despreocupada, maliciosa y traviesa.
—Define a un abogado rentista, anticlerical y célibe que tiene buena suerte en las carreras y en los negocios.
—La sonrisa del señor Borda es nerviosa, dorada, limeña e insinuante.
—Y totalmente expresiva de un ciudadano poseedor de condecoraciones españolas.
—La sonrisa del señor Balbuena es locuaz, sistemática, republicana y discípula de la sonrisa maestra del señor Manzanilla.
—Es también la de una persona que por ningún motivo se pondría escarpines.
—La sonrisa del señor Secada es rica y fosforescente.
—Y explosiva.
—La sonrisa del señor Solf y Muro es serenísima, ponderada, prístina y extrasutil.
—Inspira el convencimiento de que el señor Solf y Muro no intervendrá en una revolución.
—La sonrisa del señor Salazar y Oyarzábal es doctoral, aceitada y académica.
—Revela a un ciudadano orgánicamente parlamentario.
La sonrisa del señor Samuel Sayán Palacios es áspera, agrietada, estridente y jurídica.
—Es la sonrisa de un diputado a quien se le ha caído totalmente el pelo.
—La sonrisa del señor Pinzás es jadeante, liberal, capciosa y cansina.
—Es al mismo tiempo un tanto aborigen y otro tanto hermenéutica.
—La sonrisa del señor Barreda y Laos es universitaria, burguesa, neurasténica, retórica y engomada.
—Es la sonrisa de un joven que se ha sacado siempre el primer premio de su clase.
De estas y otras maneras son estudiados los legisladores de la Cámara joven.
Es una eclosión de extravagancias juguetonas.
Y un derroche de adjetivos complicadamente especiosos y legítimamente periodísticos.
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 28 de agosto de 1917. ↩︎