4.21. Brindis, ceremonias, ternuras…

  • José Carlos Mariátegui

 

         1El momento histórico nos impone silencio a los glosadores risueños de las vulgaridades cotidianas. No se siente la respiración de la política. El parlamento aumenta los días feriados del calendario. El gobierno se viste de frac. Y todo el país piensa en la necesidad de observar una compostura muy majestuosa y muy atildada.
         No es un momento oportuno para que nuestra voz suene. Es un momento ceremonioso y solemne. Es un momento grave y sonoro. Es un momento efusivo y entusiasta. Vivimos entre los hosannas a Santa Rosa y los obsequios a nuestros gentiles huéspedes argentinos. Todo es brindis, genuflexiones y abrazos o panegíricos, cantigas y salmos.
         Gentes perspicaces, buenas entendedoras de las intimidades peruanas, nos dicen que en un gobierno del Sr. Pardo la solemnidad es orgánica. El Sr. Pardo no puede pasar por el mando del país sin pompas y sin faustos. Una administración suya trae aparejados dos o tres centenarios, dos o tres fechas magnas, dos o tres visitas trascendentales.
         En este segundo período del señor Pardo hemos tenido el centenario de Bolognesi y el centenario de Santa Rosa. No sabemos si algún otro centenario está por allí aguardándonos. Pero sí sabemos que el señor Pardo sueña con ser presidente del Perú en los días del centenario de la Independencia.
         Acaso el señor Pardo cree que su destino en la Tierra es presidir al Perú en su gran centenario.
         Un pueblo vestido de gala y en la actitud de un brindis no puede dejar de ser un pueblo feliz. Un pueblo entusiasmado por el champán no puede sentirse un pueblo pobre ni un pueblo desgraciado. El señor Pardo razona así probablemente. Y quisiera por eso que el Perú estuviera eternamente de fiesta y de etiqueta.
         No queremos averiguar si el señor Pardo tiene ideas personales sobre la felicidad y la alegría. Tampoco queremos preguntarnos por qué abstruso sincronismo los gobiernos del señor Pardo coinciden siempre con instantes de solemnidad y de ceremonia. Estamos persuadidos de que el comentario nuestro no se aviene con las ternuras y efusiones de estos días. Comprendemos que es un comentario profano e impertinente.
         Y este convencimiento es precisamente lo que nos solivianta. Tenemos que olvidarnos de las realidades criollas para pensar en el alborozo de la patria. Tenemos que transigir con un instante de tregua y de armisticio para las nerviosidades domésticas. Tenemos que serenar nuestras ansias de emoción y de sacudimiento.
         Si ponemos los ojos en el Palacio de Gobierno buscando al señor Pardo hallamos al señor Pardo totalmente majestuoso y solemne dentro de la importancia de su frac. Y como el señor Pardo está el señor Tudela y Varela. Y el señor Durand. Y el señor Bernales. Y el otro señor Pardo presidente de la Cámara de Diputados. Y todos los hombres ilustres y enaltecidos de esta tierra.
         Y si apartamos los ojos de la Tierra para ponerlos en el cielo hallamos también de fiesta al cielo porque todas las trompetas de los ángeles cantan la gloria de nuestra gran santa mestiza.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 27 de agosto de 1917. ↩︎