4.20.. Independientes todos - Estamos de fiesta

  • José Carlos Mariátegui

Independientes todos1  

         En este país paradójico todos los ciudadanos somos independientes. Independientes los ministros. Independientes los diputados. Independientes los senadores. Independientes los periodistas. Uno de estos días vamos a ser noticiados de que también el señor Pardo que nos manda es independiente.
         Acaba de ponerse de pie en la Cámara de Diputados el señor don Manuel Bernardino Pérez para aseverar:
         —¡Yo soy independiente! ¡Más independiente que todos! ¡Yo no tengo concomitancia alguna con el señor Pardo! ¡Yo no soy gobiernista!
         Cuantos pensábamos que el señor Pérez era pardista estábamos pues engañados. El Sr. Pérez nos ha dicho que estábamos en un error muy grande. El señor Pérez no es pardista. El señor Pérez es independiente.
         Ser independiente en el Perú es no pertenecer a ningún partido, a ningún círculo, a ninguna secta. Es ser un papel en blanco. Es ser un hombre libre de mote político. Es obrar de acuerdo con un programa personal y único. Es ser en fin independiente a la manera criolla.
         Un independiente tiene su aptitud sustantiva en su programa personal. Como es un programa suyo puede ser un programa quebradizo y maleable. El independiente jamás lo publica, jamás lo enuncia, jamás lo declara. Lo tiene guardado como un tesoro dentro de su espíritu. Y es en efecto su tesoro, aunque no es precisamente el tesoro de su espíritu.
         El día en que los independientes peruanos quisieran hacer un partido sería el suyo el partido más numeroso del Perú. Pero es imposible tal partido. En no ser partidarios definidos de ninguna idea y de ningún hombre está la independencia de nuestros ciudadanos.
         Un independiente puede ser lo mismo amigo del gobierno que amigo de la oposición. Su independencia le permite ser una u otra cosa y seguir siendo independiente que es lo esencial. Le permite tener una norma para su actitud de hoy y otra norma para su actitud de mañana. Le permite estar en los aledaños de todos los partidos sin estar dentro del registro de ninguno.
         Y es que aquí los ciudadanos piensan que ser miembro de un partido o de un círculo o de una secta es hacer política. Y en este país paradójico ocurre que nadie quiera hacer política. Le hemos tomado a la política una aprensión criolla. La política nos parece inevitablemente mala. Y nos sirve para echarle la culpa de todos los quebrantos de la patria.
         La política es en nuestro discernimiento de mestizos la responsable de los males y de las congojas del país. La política es responsable de los desastres y de los fracasos nacionales. La política es la responsable de que los hombres se corrompan y se pierdan.
         Huyendo de la política tienen los ciudadanos que declararse y sentirse independientes.
         Entonces pueden entrar como el señor Barreda y Laos a la Cámara de Diputados para gritar:
         —¡En el umbral de este recinto debemos dejar nuestros amores y nuestros desamores políticos y personales!
         Una frase así, bien fuerte, pronunciada con entonación solemne, entre dos admiraciones sonoras, enciende siempre el aplauso de los independientes de los escaños y de los independientes de las galerías.
         Y sobre todo le da al que la pronuncia la persuasión de que en realidad es independiente.

Estamos de fiesta  

         En honor a Santa Rosa de Lima, a la embajada argentina o al festivo humor que mueve en estos momentos a la ciudad, no quiso sesionar ayer la Cámara de Diputados.
         El Senado, la cámara grave y conservadora, había hallado discreto no sesionar. Muy feo habría sido que la Cámara de Diputados sesionase en día en que el Senado no lo hacía. Esperábamos pues nosotros, glosadores habituales de las jornadas parlamentarias, que no sesionase ayer la Cámara de Diputados. Era preciso que no hubiese quórum. Absolutamente preciso.
         Aconteció lo que nosotros aguardábamos. No hubo quórum. Pensaron los diputados que no era lógico intercalar entre el día feriado de Santa Rosa y el día feriado del precepto católico un día de trabajo, grosero, impertinente y prosaico.
         Una sesión parlamentaria en la tarde de ayer habría roto la serenidad de este momento histórico en que todo es glorificación unciosa y enamorada de Santa Rosa de Lima cuando no es himno devoto y ardoroso de sur— americanismo, de cordialidad y de cortesanía…


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 26 de agosto de 1917. ↩︎