2.3. Asombros y sorpresas

  • José Carlos Mariátegui

 

         1No nos damos cuenta de lo que pasa.
         Talvez sigue afligiéndonos aún el sueño que le robamos a nuestros cuerpos en esas treinta horas inquietantes y febriles de los escrutinios. Tal vez estamos un poco dormidos todavía. Tal vez es indispensable que ese transeúnte que pasa por la acera del frente venga caritativamente a soplarnos los párpados.
         Hace largas horas que nos acostamos con la sensación de que el señor Jorge Prado y el señor Miró Quesada eran ya diputados por Lima y de que el señor Pardo estada tundido y con la cabeza entre las manos.
         Y ahora que nos despertamos y nos desperezamos, nos dicen que el señor Pardo no consiente que el señor Prado sea diputado por Lima.
         Dejamos la imprenta para tomar el aire de la calle. Le hacemos un reportaje a cada viandante que pasa a nuestro lado. Nos miramos en los cristales de los escaparates para convencernos de que no estamos dormidos. Cerramos los ojos y los abrimos.
         En una esquina nos ataja esta noticia:
         —¡El señor Balbuena continúa en una victoria!
         Y más allá esta otra:
         —¡Todavía seguimos en elecciones!
         Y más allá:
         —¡Aún hay virotes, aún hay farautes, aún hay galloferos en atrenzo sensacional!
         Nuestros espíritus se llenan de confusiones.
         Y el señor Balbuena pasa en una victoria, nos saluda con los dos brazos y nos habla a gritos:
         —¡Yo soy uno de los diputados electos por Lima! Nos asombramos y exclamamos:
         —¡Imposible! ¡Uno es Prado y otro es Miró Quesada! ¡Y no hay sino dos diputaciones!
         Y el señor Balbuena se vuelve para aseverarnos nuevamente:
         —¡Yo soy uno de los diputados electos por Lima!
Preguntamos a los transeúntes:
         —¿De dónde viene el señor Balbuena?
         Nos responden:
         —¡Viene del Palacio de Gobierno! ¡Viene de hablar con el señor Pardo!
         Preguntamos nuevamente:
         —Entonces, ¿por eso dice que es uno de los diputados electos por Lima? Nos responden risueñamente:
         —Por eso…
         Momentáneamente nos conformamos con esta razón. Pensamos que el señor Balbuena es muy optimista y que el señor Pardo vive completamente ensimismado. Pero es tanta nuestra alarma, que nos ponemos a gritar enseguida:
         —¡No entendemos esto! ¡El señor Balbuena es un profesor de optimismo! ¡Pero esto no resulta ya optimismo! ¿Es o no cierto que la Junta Escrutadora ha concluido ya el cómputo? ¿Es o no cierto que en este cómputo el señor Balbuena está en minoría? ¿Es o no cierto que de este cómputo saldrán los diputados por Lima?
         Sonríese la ciudad y nos responde desde las gradas del Palais Concert:
         —¡Todo, todo, todo es cierto!
         Interrogamos inmediatamente:
         —¿Y por qué dice el señor Balbuena que es uno de los diputados electos por Lima?
         La ciudad saca un chocolatito de cada frasco y nos contesta, chupándolos y saboreándolos:
         —Es que se lo ha dicho el señor Pardo.
         Así es sin duda alguna.
         El señor Pardo no quiere que el señor Jorge Prado sea diputado por Lima. Y puesto que no lo quiere, estruja sus escrutinios, tarja su cómputo, rompe sus votos, amenaza a sus electores. Se alza heroicamente contra el destino felón. Apostrofa a los funcionarios rebeldes de la Junta Escrutadora.
         Y le dice al señor Balbuena:
         —¡Usted es el diputado electo!
         Y el señor Balbuena lo abraza, abandona el Palacio de Gobierno y toma una victoria para salir a gritarlo por toda la ciudad.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 4 de junio de 1917. ↩︎