10.11. Disfuerzos

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Sorpresivamente nos han hablado desde su ventana los cazurros y maliciosos varones del comité de la calle de La Rifa. Nos han hablado cuando menos podíamos esperarlo. Nos han hablado con coquetería y con donaire. Nos han hablado a la manera del señor Manzanilla.
         Primero nos han dicho:
         –Se asevera que el bloque vive todavía. No es verdad. El bloque ha muerto. Duró lo necesario para molestar al señor Leguía. Después se disolvió voluntariamente. Pero las gentes que no nos quieren gritan incesantemente que el bloque tiene su hogar en la honesta casa de estos escritores puros y cristianos.
         Todos nos hemos quedado muy asombrados de que los varones del comité de la calle de La Rifa se hayan puesto a hablarnos de esta suerte desde su ventana.
         Y ellos han seguido:
         –Bueno. Y lo peor es que se le atribuye al bloque una fisonomía siniestra. Se le mira como a un tenebroso aquelarre. Se le considera un conjunto de tremendos conspiradores, una agrupación de misteriosos revolucionarios, una sociedad de terribles bolcheviques.
         Hemos tenido que sorprendernos más aún. Nos hemos quedado perplejos oyendo a los bloquistas del decano llamarse a sí mismos conspiradores, revolucionarios y bolcheviques. ¡Después de habernos llamado bolcheviques a nosotros!
         Pero luego hemos comprendido el objeto del repentino y locuaz discurso de los bloquistas del decano.
         Les hemos escuchado estas palabras finales:
         –Miren ustedes. Un periódico de Arequipa ha publicado que el bloque, reunido en nuestra casa, se ha conchabado para hostilizar la candidatura del señor Aspíllaga y para preconizar una candidatura de transacción. Una candidatura de transacción que sería, por ejemplo, la del señor Bentín. ¡Esto sería muy bonito por supuesto! ¡Muy bonito! ¡Solo que no es cierto! ¡Repetimos sin embargo que sería muy bonito!
         Todos hemos comentado así las palabras del decano:
         –¡Ajá!
         Y el decano ha vuelto a exclamar:
         –¡Positivamente el señor Bentín sería un gran candidato! ¡Un candidato de transacción! ¡Desde este punto de vista no ha dicho ningún disparate el periódico de Arequipa! ¡El señor Bentín es muy buena persona! ¡Pero hasta ahora nadie ha pensado en su candidatura! ¡Y tenemos que desmentirlo! ¡Aunque no estaría mal que el pueblo se fijase en el señor Bentín!
         Entonces hemos sentido que el señor Pardo comentaba las palabras del decano lo mismo que nosotros:
         –¡Ajá!
         Y hemos visto enseguida muertas de risa a las gentes de la ciudad.
         Un excelente amigo nuestro, uno de los personajes políticos con quienes habitualmente dialogamos, nos ha buscado para hacernos estas preguntas:
         –¿Por qué los bloquistas del decano tratan de suponerse fama de revolucionarios? ¿Por qué se denominan a sí mismos bolcheviques? ¿No habíamos quedado en que los bolcheviques eran ustedes?
         Y la ciudad entera ha compartido esta estupefacción. Se han desdoblado hasta el infinito las interrogaciones de la gente asombrada. No se podía presumir jamás que los graves periodistas de La Rifa se atribuyesen reputación de bolcheviques cuando hasta antes de ayer bolchevique era para ellos sinónimo de facineroso. Y cuando por este motivo éramos motejados bolcheviques los hombres, inofensivos todos, que escribimos en esta casa del general La Fuente.
         Pero, de repente, respondiendo a todas las preguntas, ha sonado una frase criolla, netamente criolla, legítimamente criolla, típicamente criolla, para calificar el gesto de los hombres de La Rifa.
         Y ha sido ésta:
         –Se están “echando la culpa”…


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 24 de febrero de 1918. ↩︎