10.12. Suprema aspiración

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Hemos reparado de repente en este rumor que rueda por las calles:
         –El señor Muñoz, ex ministro de Gobierno del señor Pardo, quiere ser fiscal de la Suprema.
         Y nos hemos dicho con este rumor en las manos:
         –Bueno. ¿Acaso el señor Muñoz no tiene derecho para ser lo que le parezca en el Perú? ¿Acaso no lo recomienda para todo el mérito de haber sido ministro de Gobierno del señor Pardo? ¿Acaso no merece, tanto como cualquiera de nuestros distinguidos jurisconsultos, ir a hacerles compañía a los graves varones de nuestro más alto tribunal de justicia?
         Pero enseguida nos han rodeado muchas voces amigas:
         –Es que pasa algo más. Pasa que la aspiración del señor Muñoz se opone a la aspiración del señor Maúrtua. El señor Muñoz, ex ministro de Gobierno del señor Pardo, pretende ser elegido fiscal de la Suprema en vez del señor Maúrtua, ilustre maestro de derecho, altísimo legislador y sabio autor del nuevo Código Penal.
         ¿Piensan ustedes todavía que está bien que el señor Muñoz quiera ser en estos momentos fiscal de la Suprema?
         Nos hemos quedado callados. Comprendemos, mejor que el público, la distancia que separa al señor Maúrtua del señor Muñoz. Y la miramos gradualmente aumentada sin que influya en nuestro espíritu ningún sentimiento hostil contra el señor Muñoz (Somos incapaces de abrigar sentimientos hostiles contra ningún señor Muñoz de esta tierra. Y ni siquiera contra el señor Muñoz Seca de España). Pero, sin embargo, no sabemos por qué no podemos compartir fácilmente la sorpresa que produce en los buenos ciudadanos la noticia de que frente a la candidatura del señor Maúrtua a la fiscalía de la nación se ha alzado la candidatura del señor Muñoz. No logramos sentir el asombro del público. No conseguimos adherirnos a su excitación.
         Y han seguido sonando muchas voces amigas a nuestro alrededor:
         –¿Por qué no protestan ustedes? ¿Por qué no gritan ustedes? ¿Por qué no reclaman ustedes que se respeten más, siquiera en esta ocasión, los fueros del talento?
         Para continuar callándonos hemos desviado la mirada de nuestro alrededor. Y la hemos puesto en el señor Muñoz. Mirando al señor Muñoz, contemplando su gesto, examinando su ademán, observando su continente, nos hemos confirmado definitivamente en nuestra persuasión de que es natural la aspiración del señor Muñoz a una fiscalía de la Suprema. El señor Muñoz tiene fisonomía de magistrado nacional. Es un honesto ciudadano que ha soñado desde chico con la medalla de los venerables señores de la Suprema. Seguramente desde que el señor Muñoz se dio cuenta de sus aptitudes de abogado, desde que era el niño Muñoz, desde que iba a la escuela, tuvo la suma aspiración de llegar a ser fiscal de la Suprema. El pensamiento criollo sobre la importancia de los vocales de la Suprema, esa importancia que hace incontrovertible la opinión de un vocal de la Suprema hasta sobre la excelencia de un pato con arroz, modeló sin duda alguna las primeras orientaciones espirituales del señor Muñoz.
         Gobernados por estos conceptos hemos salido de nuestras breves vacilaciones y les hemos hablado así a todos los que han venido a pedirnos que reprobáramos la pretensión del señor Muñoz:
         –Buenos amigos: no se asombren tanto de que el señor Muñoz sea el competidor del señor Maúrtua. El señor Muñoz ha nacido predestinado para ser miembro del “más alto tribunal de la república”. Una vocalía o una fiscalía de la Suprema han sido obligatoriamente la más cara ilusión del señor Muñoz. La historia íntima del señor Muñoz tiene que haber sido una serie de laboriosos y denodados esfuerzos concordantes con su ilusión. El señor Muñoz ha soñado consuetudinariamente con el día en que anciano, glorioso y jubilado, debe llegar a la meta de su carrera de funcionario abrumado por el peso de una medalla. ¿Cómo puede ser posible, pues, que ahora, por consideración a una cosa tan inútil como el talento, se interrumpa el proceso de toda una vida tan interesante y tan esforzada? No tiene por qué asombrarnos que el señor Muñoz quiera ser fiscal de la Suprema. Tendría que asombrarnos, precisamente, que ocurriera lo contrario. El señor Muñoz es un candidato genuinamente peruano a una fiscalía de la Suprema. El señor Maúrtua, tan eminente, tan grande y tan talentoso, no lo es…


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 26 de febrero de 1918. ↩︎