1.10.. El telégrafo infausto
- José Carlos Mariátegui
1Un departamento rebelde, Cajamarca; otro departamento rebelde, Tumbes; y otro departamento rebelde, Tacna, están exasperando en estos momentos el displicente y orgulloso espíritu del señor Pardo.
El señor Pardo mira hostilizados por la voluntad popular de esos departamentos a tres amigos suyos: uno, el señor Villanueva; otro, el señor Nicanor García y Lastres, y otro, el señor Ernesto Zapata.
Imprecisamente ha informado el telégrafo sobre las elecciones en esos departamentos. Ha dicho que en Cajamarca el señor León, en Tumbes el señor Mould y en Tacna el señor Salazar y Oyarzábal han sido los hombres enfrentados por el versátil querer ciudadano a los intereses bipartitos del régimen.
El gobierno del señor Pardo tenía descontados el triunfo del señor Villanueva, el triunfo del señor García y Lastres y el triunfo del señor Zapata. Pensaba que el señor Villanueva sería senador por Cajamarca toda su vida, que el señor García y Lastres tenía en su parentesco con el ministro de Hacienda un motivo indiscutible para aspirar al amor de un departamento y que el señor Zapata no podía haber dejado de ser director de Correos y Telégrafos para quedarse parado a las puertas de la Cámara de Senadores.
Pero los pueblos son muy caprichosos y aviesos. Suele ocurrírseles desbaratar los ensueños presidenciales. Y los más alejados de Lima son los más malignos e ingratos.
Nosotros, admiradores paradójicos del señor Villanueva, nos hemos puesto a interrogar a todo el mundo:
—¿Por qué Cajamarca no ama al señor Villanueva?
Todo el mundo se ha sonreído ante nuestra pregunta como si la encontrara absurda o pueril.
Y nosotros hemos seguido ingenuamente asombrados de que Cajamarca no ame al señor Villanueva. El señor Villanueva es uno de los hombres símbolos del Perú. Cajamarca debía estar orgullosa de él. En nuestra política el señor Villanueva tiene un valor de reliquia. La vejez no es en él vejez. La polilla no es en él polilla. Todos sus desgastes y oxidamientos físicos se confabulan antes bien para exaltar su valor de antigüedad preciosa y representativa. Será imposible escribir la historia de nuestra república sin tener sobre la mesa de trabajo, en fotografía, en estatua o en persona, al señor Villanueva.
No han querido los cajamarquinos entender estas cosas trascendentales. Han mostrado un gesto iconoclasta de desafío y encono contra el señor Villanueva. Le han buscado rival feliz en las elecciones. Han pedido al cielo que las aspiraciones del señor Villanueva hallen atajo definitivo en la sala solemne de la Corte Suprema.
Únicamente el gobierno ha sabido darse cuenta de la estatura moral y de la categoría histórica del señor Villanueva. Ha mandado soldados y rifles para que persuadan al departamento de Cajamarca de que el señor Villanueva debe seguir siendo su senador. Se ha espantado ante la posibilidad de que el señor Villanueva resultase tundido por las veleterías de la voluntad popular.
Análogos sentimientos han hecho que el gobierno del señor Pardo patrocine y ampare las candidaturas del señor García y Lastres y del señor Zapata. Tampoco ha podido consentir el gobierno del señor Pardo la derrota de estos ciudadanos esclarecidos. También ha considerado una osadía democrática las actitudes cívicas adversas a ellos.
Piensa el gobierno del señor Pardo que en el Senado del Perú son indispensables el señor Villanueva, el señor García y Lastres y el señor Zapata.
Y piensa bien el señor Pardo.
El Senado del Perú constituido de otra suerte sería un anacronismo en este año de 1917 en que el señor Pardo es presidente de la República.
El señor Pardo mira hostilizados por la voluntad popular de esos departamentos a tres amigos suyos: uno, el señor Villanueva; otro, el señor Nicanor García y Lastres, y otro, el señor Ernesto Zapata.
Imprecisamente ha informado el telégrafo sobre las elecciones en esos departamentos. Ha dicho que en Cajamarca el señor León, en Tumbes el señor Mould y en Tacna el señor Salazar y Oyarzábal han sido los hombres enfrentados por el versátil querer ciudadano a los intereses bipartitos del régimen.
El gobierno del señor Pardo tenía descontados el triunfo del señor Villanueva, el triunfo del señor García y Lastres y el triunfo del señor Zapata. Pensaba que el señor Villanueva sería senador por Cajamarca toda su vida, que el señor García y Lastres tenía en su parentesco con el ministro de Hacienda un motivo indiscutible para aspirar al amor de un departamento y que el señor Zapata no podía haber dejado de ser director de Correos y Telégrafos para quedarse parado a las puertas de la Cámara de Senadores.
Pero los pueblos son muy caprichosos y aviesos. Suele ocurrírseles desbaratar los ensueños presidenciales. Y los más alejados de Lima son los más malignos e ingratos.
Nosotros, admiradores paradójicos del señor Villanueva, nos hemos puesto a interrogar a todo el mundo:
—¿Por qué Cajamarca no ama al señor Villanueva?
Todo el mundo se ha sonreído ante nuestra pregunta como si la encontrara absurda o pueril.
Y nosotros hemos seguido ingenuamente asombrados de que Cajamarca no ame al señor Villanueva. El señor Villanueva es uno de los hombres símbolos del Perú. Cajamarca debía estar orgullosa de él. En nuestra política el señor Villanueva tiene un valor de reliquia. La vejez no es en él vejez. La polilla no es en él polilla. Todos sus desgastes y oxidamientos físicos se confabulan antes bien para exaltar su valor de antigüedad preciosa y representativa. Será imposible escribir la historia de nuestra república sin tener sobre la mesa de trabajo, en fotografía, en estatua o en persona, al señor Villanueva.
No han querido los cajamarquinos entender estas cosas trascendentales. Han mostrado un gesto iconoclasta de desafío y encono contra el señor Villanueva. Le han buscado rival feliz en las elecciones. Han pedido al cielo que las aspiraciones del señor Villanueva hallen atajo definitivo en la sala solemne de la Corte Suprema.
Únicamente el gobierno ha sabido darse cuenta de la estatura moral y de la categoría histórica del señor Villanueva. Ha mandado soldados y rifles para que persuadan al departamento de Cajamarca de que el señor Villanueva debe seguir siendo su senador. Se ha espantado ante la posibilidad de que el señor Villanueva resultase tundido por las veleterías de la voluntad popular.
Análogos sentimientos han hecho que el gobierno del señor Pardo patrocine y ampare las candidaturas del señor García y Lastres y del señor Zapata. Tampoco ha podido consentir el gobierno del señor Pardo la derrota de estos ciudadanos esclarecidos. También ha considerado una osadía democrática las actitudes cívicas adversas a ellos.
Piensa el gobierno del señor Pardo que en el Senado del Perú son indispensables el señor Villanueva, el señor García y Lastres y el señor Zapata.
Y piensa bien el señor Pardo.
El Senado del Perú constituido de otra suerte sería un anacronismo en este año de 1917 en que el señor Pardo es presidente de la República.
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 27 de mayo de 1917. ↩︎