4.2. Malos presentimientos

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Un día dimos la noticia de la candidatura del señor don Manuel Bernardino Pérez a la diputación por Pataz. La dimos regocijados, alegres, placenteros. Y dijimos que una candidatura de tan egregia calidad era una candidatura invencible.
         Y es que nosotros pensábamos que la candidatura del señor Pérez habría despertado un entusiasmo frenético en Pataz. Y que en Pataz se habría comprendido el honor inmenso que significaba la candidatura del señor Pérez a la diputación. Y que en Pataz los viejos y los jóvenes, los cultos y los palurdos, tributarían la misma devoción al señor Pérez. Y que las niñas de Pataz tendrían en el testero de honor de su alcoba el retrato del señor Pérez. Y que los mozos de Pataz se pondrían en una escarapela el busto gallardo y robusto del señor Pérez.
         Hoy hemos sabido con sorpresa que nos equivocábamos. La candidatura del señor Pérez no ha despertado en Pataz el entusiasmo, el fervor, la reverencia, el alborozo, la satisfacción, que nosotros suponíamos. Las gentes de Pataz no se han regocijado con la candidatura del señor Pérez. Las niñas de Pataz no tienen en el testero de honor de su alcoba el retrato del señor Pérez. Los mozos de Pataz no se ponen escarapelas con el busto gallardo y robusto del señor Pérez. Ingratitud, frialdad, reticencia, recelo, encuentra en Pataz la candidatura del señor Pérez.
         La noticia de tal irreverencia tiene afligido al señor Pérez. El señor Pérez se encuentra consternado y triste. Su paso es lento y acongojado. Su voz es sombría y taciturna. Su mirada es turbia y descolorida. Su ademán es lerdo y fatigado. Y en los clubes y en las confiterías el señor Pérez se muestra transformado y enfermo. Y en su bufete de abogado se duerme sobre los expedientes y sobre los oficios. Y en Palacio ronda inquietamente en las oficinas del ministerio de gobierno pensando acaso en que el subprefecto, el amanuense archivero y el gobernador de Pataz no manifiestan todo el celo que su candidatura reclama.
         Las gentes de Pataz, se han erguido rebeldes contra el señor Pérez. Las gentes de Pataz han censurado las aspiraciones del señor Pérez. Las gentes de Pataz han tenido la osadía de preguntar de esta suerte:
         —¿Quién es el señor Pérez?
         Y cuando las sabias y acuciosas autoridades les han dicho a las gentes de Pataz:
         —El señor Pérez es el señor don Manuel Bernardino Pérez—, las gentes de Pataz han tenido la gravísima insolencia de interrogar nuevamente:
         —¿Quién es el señor don Manuel Bernardino Pérez?
         Y entonces las sabias y acuciosas autoridades de Pataz se han quedado perplejas. Han comprendido que no podían decir, sino que el señor Pérez era el señor don Manuel Bernardino Pérez. Y que no podían decir que el señor Pérez era civilista, ni que el señor Pérez era amigo del presidente de la República, ni que el señor Pérez había sido enemigo del señor Leguía, ni que el señor Pérez era abogado de la Beneficencia, ni que el señor Pérez era persona ladina y amable, ni que el señor Pérez había sido inspector de espectáculos, ni que el señor Pérez gustaba del trato asequible de las tiples de zarzuela y de las bailarinas de varietés. Las sabias y acuciosas autoridades de Pataz han entendido que si las gentes de esa provincia no saben quién es el señor Pérez es imposible precisarles con exactitud sus méritos, sus dotes y sus títulos. Gentes poco comprensivas y poco inteligentes las de Pataz, no son capaces de darse cuenta de la excelsitud y originalidad del señor Pérez.
         A nosotros estas certidumbres nos tienen indignados. Si no fuéramos diaristas, si no tuviéramos la convicción de que nuestra pluma y nuestra frase son poco elocuentes para llevar a la conciencia de Pataz la grandeza del señor Pérez, si no comprendiéramos que iba a ser débil y humilde nuestro esfuerzo, nos iríamos a Pataz para escribir periódicos, para dar conferencias, para hacer la exégesis, la exaltación y el elogio de la candidatura del señor Pérez. Y protestaríamos contra las pretensiones del señor Gonzalo Herrera, opositor del señor Pérez. Y dirigiríamos un manifiesto al país sobre la candidatura del señor Pérez. Porque para nosotros la candidatura del señor Pérez es una candidatura nacional, como fue la del señor Pardo. Y nos sorprende que no haya sido una convención tripartita la que le haya proclamado.
         Y hemos sabido con desolación una noticia desconsoladora. Una de las sabias y acuciosas autoridades de Pataz, el subprefecto Rebaza, ha resuelto regresar a Lima y abandonar su puesto. El subprefecto Rebaza renuncia a la lucha. El subprefecto Rebaza ha flaqueado en la lid. El subprefecto Rebaza es un desertor. Es inútil que sostenga que, en Pataz, a pesar de su persuasivo esfuerzo, las gentes tienen la audacia de no querer bien al señor Pérez.
         Nuestro ánimo afligido comparte la amargura de estas apenantes noticias sobre la suerte de la candidatura del señor Pérez.
         Y están tan nuestra tristeza, y es tanta nuestra indignación, que proponemos que el señor Pérez retire su candidatura a la diputación por Pataz. Y que la presente a una diputación por Lima. En Lima elegiríamos canónicamente al señor Pérez.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 2 de octubre de 1916. ↩︎