2.24. Miércoles

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Ayer fue miércoles. Esto podía haberlo dicho el señor Velezmoro. Pero se nos ocurre decirlo a nosotros.
         La política ha vuelto a anestesiarse. Ha vuelto a languidecer. Ayer estuvo el señor ministro de Fomento en la Cámara de Diputados. Pero el debate fue manso, tranquilo, sereno y blando a pesar de que tomó parte en él el señor Secada.
         El señor Secada estuvo de buen humor. De tan buen humor que no hizo un solo pedido. De tan buen humor que fueron exorbitantes su volterianismo y su eutrapelia habituales. De tan buen humor que no tuvo un solo arresto anticlerical. De tan buen humor que estuvo templado, bondadoso y sedante en el debate. Hizo chistes. Contó anécdotas. Tuvo agudezas. La Cámara que es siempre entusiasta celebrándole, lo fue esta vez más que nunca.
         Y el señor ministro de Fomento pronunció un discurso largo. Un discurso muy largo, que fue también un discurso muy suave, muy lento y muy cadencioso. Un discurso que apenas se oía. Los taquígrafos requerían la máxima aptitud de sus inteligentes oídos, pero la requerían sin eficacia. Y el presidente renunciaba a escuchar al señor ministro por escuchar al señor Picasso, que se había ido a conversarle sobre Ica. El señor Picasso se disponía de subir al estrado y hablar al señor Manzanilla para que la Cámara recuerde que es compadre del insigne maestro.
         Y el debate tuvo todo el sabor de charla familiar y antigua. Sabor de tertulia de viejas y de abuelos. En escaños muy vecinos se habían sentado el señor ministro, el señor Secada, el señor Balta y el señor Vivanco. Y entre ellos dialogaban, sonreían, se indignaban, hojeaban el expediente y revisaban los planos. El resto de la Cámara se aburría. y los periodistas bostezaban.
         Y tras de la sesión hubo un rumor. El rumor de una iniciativa del señor Velezmoro. El señor Velezmoro ha pensado que el debate se prolonga con exceso. Y ha resuelto presentar la guillotina. Una gran idea del señor Velezmoro. Y es que esto de las guillotinas está dentro de las obligadas atribuciones de un leader. El señor Velezmoro lo sabe. Y se enorgullece de exhibirse en pleno ejercicio de su esclarecido rol.
         Los diputados de la mayoría le dicen:
         —Señor Velezmoro. Antes presentaba todas las mociones de guillotina el señor Arias Echenique.
         Y el señor Velezmoro pregunta:
         —¿Pero el señor Arias Echenique era también leader?
         Porque el señor Velezmoro está orgulloso de que ya todo el Congreso, toda la ciudad, todo el país, todo el mundo, y todo el gobierno, sepan que él es el leader chico. Es el mismo orgullo que tenía el señor Arias Echenique de ser autor por antonomasia de las mociones de guillotina


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 24 de agosto de 1916. ↩︎