2.7. Un aventurero de folletín

  • José Carlos Mariátegui

 

             1Vamos a hacer en cuanto sea posible —que tratándose de un aventurero vagabundo y osado como este es muy difícil— la historia folletinesca del doctor Alberto de Sarak, conde de Das, sonado huésped nuestro hace poco más de quince años.
         Vuelve a nuestra memoria y a la actualidad este embaucador de historia, con motivo del escándalo en que su nombre de caballero de industria se ve rodeado nuevamente.
         Ha sido en Rosario, importante capital de la República Argentina, que el conde de Das ha realizado sus últimas fechorías.
     Revisando nuestros canjes de Buenos Aires, encontramos en uno de ellos la siguiente información que son relatadas:
         “La policía de Rosario de Santa Fe está seriamente preocupada en buscar el paradero de un falso conde, aventurero famoso y afortunado, que acaba de desaparecer de aquella ciudad, después de hacer numerosas víctimas.
         El doctor Alberto de Sarak, conde de Das, tal es el nombre del ya famoso delincuente, llegó a Rosario hace poco menos de un año. Algún tiempo después, se supo que era hombre de larga y accidentada historia, cuyas principales páginas figuraban detalladas y exactamente en los registros policiales de Buenos Aires, Montevideo y Río de Janeiro, donde el falso noble había dejado triste memoria de su paso.
         No obstante, esos antecedentes muy poco recomendables, por cierto, el conde de Das logró captarse las simpatías y atraerse la protección de algunas personas altamente colocadas en la política y en el comercio de Rosario.
         Bajo el patrocinio del doctor Abalpa, director de la Asociación Pública, dio una serie de conferencias sobre ciencias ocultas, cuyos resultados no fueron despreciables, al parecer, pues lo decidieron a fundar un instituto para instruir en los conocimientos que eran de su especialidad.
         Sus relaciones con la policía de Rosario tuvieron principio en oportunidad de una acusación criminal que formuló contra él una persona muy conocida y vinculada en aquella ciudad.
         El conde de Das se comprometió a curar un enfermo mediante la suma de 20,000 pesos, pero este murió.
         El asunto tuvo mucha resonancia y se comenta aún, animadamente, por ser un legislador provincial el principal actor.
         Últimamente, se anunció que el conde de Das contraería enlace con una señorita de la alta sociedad rosarina, cuyo padre le exigió, como condición sine qua non, que justificara por medio de la prensa la posesión de sus numerosos títulos científicos y heráldicos, como asimismo que explicara y comprobara la procedencia de las condecoraciones que ostentaba.
         Parece que la exigencia no fue muy del agrado del conde que, “ofendido” por tanta desconfianza, resolvió abandonar la partida y desaparecer, pero no sin estafar antes a varias personas, todas las cuales han acudido a la policía y solicitado la detención del delincuente.
         Entre los damnificados, figura en primer término el padre de su prometida, al que el falso conde —ya que no pudo quitarle a la hija— le defraudó 8,000 pesos.


El conde de Das en Lima  

         Fue en octubre de 1899 que llegó a Lima el conde de Das, acompañado de su esposa.
         Se presentó como delegado del Supremo Consejo Esotérico del Tibet y se rodeó de deslumbradora reputación de profesor de ciencias ocultas.
     Era, entonces, el conde un hombre de mediana edad, de proporcionada estatura y más bien delgado que grueso. Su tipo revelaba al individuo audaz e inteligente, y la fuerza y profundidad de su mirada y la barba negra y poblada, que enmarcaba su rostro, contribuían a darle aspecto de hombre un tanto misterioso y sugestivo, al que seguramente aspiraba el presunto maestro de ocultismo.
     La señora de Sarak, condesa de Das, era una mujer joven, gruesa, y a la cual a poco de verla con buenos ojos y salvando deficiencias armónicas ligeras, podría haberse tomado como una mujer casi simpática. No sabemos si era también ocultista o si su marido había reservado para él solo, el dominio de sus misteriosas ciencias.
     Como en las últimas aventuras de Alberto de Sarak no figura la condesa presunta, hay que suponer o que ha fallecido o que se ha separado del conde, cansada de seguirlo en su funambulesca y azarosa vida o abandonada por él como un estorbo.


 

El centro Esotérico Porvenir
 
         A poco de llegado a Lima, el conde de Das, el 26 de octubre de 1899, reunió en su alojamiento a ocho conocidos caballeros, con el objeto de cambiar ideas acerca de la forma de constituir en Lima un centro esotérico.
         Sarak, que se titulaba delegado especial del Supremo Consejo Esotérico del Tibet, deslumbró a sus invitados, cuya afición a investigaciones de esta índole había averiguado, con una disertación sobre la conveniencia de constituir el centro.
         La respetabilidad aparente del presunto profesor de ciencias ocultas y la maña que este se dio fue bastante para conseguir la satisfacción de sus propósitos.
         La idea del conde fue acogida con entusiasmo por los estudiosos aficionados a las ciencias ocultas, a quienes había reunido, y entonces el aventurero expuso que era necesario abonar cien soles por la carta constitutiva del centro y que él como delegado del tantas veces citado consejo del Tibet, expediría.
         Fue entregado el dinero a Sarak y quedó constituido el Centro Esotérico Porvenir del Perú, bajo la inmediata dirección del supuesto delegado del Supremo Consejo del Tibet, que se iniciaba así en la ejecución de su original plan de estafa.


Una sesión al aire libre  

         Agitaba al mundo en esa época el vaticinio de Falb, que anunciaba un formidable cataclismo.
         El extraordinario caballero de industria creyó conveniente sacar partido de la sorprendente profecía, y, en una reunión que celebró el centro esotérico el 9 de noviembre, declaró que un “mahatma” o “gurú” se había apoderado de él como médium, ordenándole que dijese a sus socios allí reunidos que buscasen un cielo sin nubes para ver la obra de los maestros y la destrucción de los mortales.
         Era en vísperas del día en que debía tener lugar el cataclismo que Falb tuvo a bien vaticinar.
         El doctor Sarak, iluminado siempre o “médium en trance”, para emplear su terminología técnica, ordenó a sus amigos que se trasladasen a Chosica a presenciar el magno espectáculo.
         Los socios del centro esotérico lo escuchaban, encantados de poder comunicarse por medio de hombre tan excepcional, con misteriosas y sobrenaturales fuerzas.
         Y resolvieron trasladarse a Chosica el domingo 12 de noviembre. Así lo hicieron, haciendo el viaje en el tren que partía en la tarde. En Chosica, se sirvió una magnífica comida a los excursionistas, dispuesta por Sarak, que tenía en este punto refinamientos de gastrónomo, pero pagada, como es de suponer, por sus amigos del centro esotérico.
         Terminada la comida, el profesor y conde llevó a sus discípulos a realizar una investigación en la atmósfera, utilizando un lugar en alto. Por el camino señaló una ligera nube y afirmó enfáticamente que era un maestro, como lo había comprobado su señora que antes lo había visto pasar por una montaña.
         Para hacer más completo el efecto de su fantástica disertación, hipnotizó a sus compañeros, haciéndoles creer que, dentro de la nube, pasaban los espíritus de grandes personajes, entre los cuales se contaba el de Garibaldi.
     Quiso guardar del solemne momento una prueba gráfica y tomó una fotografía.
         Y terminó así, en mudo coloquio con las misteriosas fuerzas invocadas por Sarak, la rara sesión al aire libre y en noche solitaria del centro esotérico.
         Desarrollada la fotografía, tomada por Sarak, resultó ser, según su explicación, la de un mahatma en figura de mujer bonita.
         Los entusiastas teósofos del centro la aceptaron a pie juntillas, con excepción de uno que recordaba haber visto el original de esa figura de mujer bonita en un álbum de fotografías del propio Sarak, que no tenía nada que ver con “mahatmas” ni “gurús”.
         El denuncio de la duda fue arraigando poco a poco en el cerebro de este discípulo de Sarak, que comenzó a desconfiar del verboso y fantaseador maestro que así les hacía pasar la silueta de una bailarina, tal vez, como la de un ser sobrenatural que había tenido la galantería de hacerse visible a los ojos de tan afortunados mortales.


Los buenos asociados  

         El conde de Das no cesó de explotar a las generosas personas que se reunieron para formar el centro esotérico.
         Ellas le abonaban sus cuentas, que no eran por cierto muy modestas, aparte de las que dejaba pendientes.
         Y como el conde de Das era amigo de regalarse, organizó varios banquetes, a los cuales asistieron los miembros del centro que, como de costumbre, fueron los que sufragaron las prodigalidades de su anfitrión.
         Para revestir de un carácter especial estas fiestas, las consideraba como ágapes rituales de la sociedad durante las cuales disertaba sobre temas teosóficos.


El conde descubierto  

         Contribuyendo a su propaganda, el conde de Das publicó en uno de los diarios locales algunos artículos relativos a teosofía, que llamaron acerca de su persona la atención de quienes no lo habían tratado.
         Muchos empezaron a dudar de la autenticidad del profesor de ciencias ocultas, primero, y del noble, después.
         El doctor Christian Dam, que dirigía entonces El Libre Pensamiento, fue el primero en descubrir y comprobar que Sarak era un embustero, que tenía cuentas con la policía de la Argentina y Chile, países en los cuales había realizado audaces hazañas.
         El Libre Pensamiento desenmascaró a Sarak y finalmente reprodujo un artículo de La Ilustración Hispanoamericana, publicado en enero de 1891, en el cual se decía que usurpaba el título de conde lo mismo que el de médico, que su verdadero nombre era Alberto Santini Sgalupo; y que había sido procesado en Madrid por estafa. Contenía algunos otros datos concretos el artículo reproducido, en el cual se añadía que Santini era de nacionalidad italiana.
         En presencia de una situación tan delicada, el supuesto conde que desarrollaba tranquilamente sus planes y dirigía una revista publicada por el centro esotérico y titulada El Loto a nombre de la cual también obtuvo dinero, resolvió abandonar el país.


En viaje a Panamá  

         Sigilosamente y evitando ser visto por sus colaboradores del centro esotérico, sobre todo, se embarcó Sarak o Santini el 31 de marzo de 1900, tomando pasaje para Salaverry.
         En realidad, se dirigió a Panamá, de donde posteriormente pasó a Cuba.
         El redactor en jefe de El Loto, señor Carlos Paz Soldán, publicó un aviso en los diarios diciendo que ni en ese periódico ni en el centro eran responsables de las deudas y compromisos contraídos a nombre de ambos por el falso conde de Das.
         Sarak había cobrado diversas sumas por suscripciones y cotizaciones para dicho periódico.
         Además, dejaba en Lima buen número de cuentas por pagar que le habían sido concedidas en gracia a su énfasis y talante de aristócrata y hombre de ciencia.
         Y había cobrado varias acciones de cincuenta soles para el establecimiento de una “Casa de Salud, Recreo y Convalecencia” que tenía el proyecto de fundar en Matucana. A esa casa de salud la sindicaba con el título de “Esperanza”, que podría haber sido alusivo e irónico.


En Cuba, Venezuela y EE. UU.  

         De Panamá pasó a Cuba el conde de Das.
         En La Habana, por desgracia para él, no pudo realizar ninguna de las hazañas que seguramente tuvo proyectadas.
         Habían llegado ahí sus antecedentes, portados por El Libre Pensamiento, que en su calidad de periódico doctrinario tenía amplia circulación en todo el continente.
         No fue mejor su fortuna en Venezuela, donde también se tuvo oportuna noticia de sus especulaciones.
         Sedujo más su embuste, a lo que parece, en Estados Unidos, donde permaneció por algún tiempo, siguiendo su habitual costumbre de esquilmar a los incautos creyentes en su ciencia fantástica y en su más fantástica representación del Supremo Consejo Esotérico del Tibet.


Otros antecedentes  

         El presunto Sarak no ha sido solo procesado y condenado en Madrid, sino también en Bruselas.
         En 1892 fue expulsado de la Sociedad Teosófica y un año después, con su acostumbrada audacia, volvía a ingresar a ella con un nombre supuesto y era nuevamente expulsado.
         Es, indudablemente, un interesante tipo de audacia y habilidad extremas.


Referencias


  1. Publicado en La Prensa, Lima, 22 de mayo de 1915. ↩︎