7.13. Ubicación histórica
- José Carlos Mariátegui
1El doctor don Jorge Prado, no aspira en esta oportunidad revolucionaria de cambio, transición o mudanza a una diputación por Lima. Sabe que todos los electores de Lima son sus buenos amigos. Sabe que una campaña suya sería seguramente, como en 1915, una campaña victoriosa. Y sabe que sus partidarios de la vez pasada no aguardan, sino que aparezca su candidatura, en hombros de la juventud, para echarse a las calles aclamándola. Pero esto no seduce al señor Prado. El señor Prado cree que las diputaciones por Lima deben quedar para aquellos personajes metropolitanos que, mereciendo entrar al parlamento, por sus conspicuos timbres intelectuales, carecen de ubicación posible en el cuadro de diputaciones provinciales. Y, sobre todo, el señor Prado cree que a él le toca representar en la Cámara una provincia de nombre histórico.
Y la provincia de nombre histórico que por antonomasia le pertenece al señor Prado es, sin duda alguna, la que él ha elegido: la provincia del 2 de Mayo. La gloria del 2 de Mayo constituye, como es sabido, el más ilustre blasón de la familia Prado y Ugarteche. El general Prado fue el héroe de la revolución famosa que antecedió al 2 de Mayo.
El señor Prado no será, pues, en la Cámara, diputado por Lima. Será diputado por la provincia del 2 de Mayo. El título de la provincia que represente no será un vulgar nombre geográfico. No será un accidental nombre quechua o castellano. Será una fecha legendaria. Una de las fechas que enorgullece el espíritu nacional.
Dueño ya virtualmente de la credencial de diputado por 2 de Mayo, el señor Prado entra constantemente en Palacio para conferenciar primero con el señor Leguía, luego con el señor Cornejo, en seguida con el señor Osores. Para encontrarse en el pasillo con la marcial pareja de los generales Cáceres y Canevaro. Para recuperar, después de cuatro años de olvido, la costumbre de ir a Palacio. Para colaborar en la política presidencial. Para fortalecer su fe en la patria nueva. Y para saturarse de devoción a las reformas constitucionales.
Los candidatos miran en él, con este motivo, a un próximo leader. Al leader joven de que hablábamos el otro día. Y el señor Prado se envanece con una convicción recóndita. La de que mejor que el título de leader joven es, ciertamente, el título de diputado por la provincia insigne del 2 de Mayo.
Y el leader joven es un partidario entusiasta de todas las provincias de nombre histórico. Lamenta, por esto, que se haya suprimido las diputaciones de las provincias de Fajardo y Espinar. Y aconseja “al gran ciudadano” don Juan Manuel Torres Balcázar que, en vez de lanzarse como candidato a una diputación por Lima, se lance como candidato a la diputación por Bolognesi.
—Bolognesi —le dice— es la provincia que a usted le toca. Acuérdese usted de que sobre la noble base de la diputación por Bolognesi ha construido usted su reputación parlamentaria.
Y el señor Prado habla al señor Torres Balcázar con tanto fervor, con tanto fuego y con tanta elocuencia, que lo deja vacilante, dubitativo e irresoluto.
Pero no convencido.
Y la provincia de nombre histórico que por antonomasia le pertenece al señor Prado es, sin duda alguna, la que él ha elegido: la provincia del 2 de Mayo. La gloria del 2 de Mayo constituye, como es sabido, el más ilustre blasón de la familia Prado y Ugarteche. El general Prado fue el héroe de la revolución famosa que antecedió al 2 de Mayo.
El señor Prado no será, pues, en la Cámara, diputado por Lima. Será diputado por la provincia del 2 de Mayo. El título de la provincia que represente no será un vulgar nombre geográfico. No será un accidental nombre quechua o castellano. Será una fecha legendaria. Una de las fechas que enorgullece el espíritu nacional.
Dueño ya virtualmente de la credencial de diputado por 2 de Mayo, el señor Prado entra constantemente en Palacio para conferenciar primero con el señor Leguía, luego con el señor Cornejo, en seguida con el señor Osores. Para encontrarse en el pasillo con la marcial pareja de los generales Cáceres y Canevaro. Para recuperar, después de cuatro años de olvido, la costumbre de ir a Palacio. Para colaborar en la política presidencial. Para fortalecer su fe en la patria nueva. Y para saturarse de devoción a las reformas constitucionales.
Los candidatos miran en él, con este motivo, a un próximo leader. Al leader joven de que hablábamos el otro día. Y el señor Prado se envanece con una convicción recóndita. La de que mejor que el título de leader joven es, ciertamente, el título de diputado por la provincia insigne del 2 de Mayo.
Y el leader joven es un partidario entusiasta de todas las provincias de nombre histórico. Lamenta, por esto, que se haya suprimido las diputaciones de las provincias de Fajardo y Espinar. Y aconseja “al gran ciudadano” don Juan Manuel Torres Balcázar que, en vez de lanzarse como candidato a una diputación por Lima, se lance como candidato a la diputación por Bolognesi.
—Bolognesi —le dice— es la provincia que a usted le toca. Acuérdese usted de que sobre la noble base de la diputación por Bolognesi ha construido usted su reputación parlamentaria.
Y el señor Prado habla al señor Torres Balcázar con tanto fervor, con tanto fuego y con tanta elocuencia, que lo deja vacilante, dubitativo e irresoluto.
Pero no convencido.
Referencias
-
Publicado en la La Razón, Nº 63, Lima, 20 de julio de 1919. ↩︎