3.8. Gripe maligna

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Hoy debía haberse solucionado la crisis ministerial. Y mañana debía haber jurado el gabinete. Mañana a las cuatro de la tarde. Pero la gripe, que con todo se mete, se ha metido también con la renovación del ministerio. Terminará por eso la semana sin que el señor Pardo reemplace a los ministros dimisionarios. La responsabilidad es de la gripe. Únicamente de la gripe.
         Parecerá raro que la gripe detenga un cambio de gobierno. Pero así es. La gripe es capaz de cualquier osadía. Y actualmente es más poderosa y más fuerte que el señor Pardo.
         El señor Pardo, por ejemplo, necesita oír el dictamen del señor Aspíllaga, presidente del partido civil.
         Y de la casa del señor Aspíllaga le avisan:
         —El señor Aspíllaga está con la gripe.
         Necesita, asimismo, consultar la opinión del señor Miró Quesada, presidente del Senado.
         Y de la casa del señor Miró Quesada le comunican:
         —El señor Miró Quesada está con la gripe.
         Y así sucesivamente.
         Casi todas las personas a quienes el señor Pardo busca, llama y solicita para resolver la crisis están con la gripe. La gripe las tiene en cama. La gripe las sustrae a la política. La gripe las aleja de Palacio. Y, cuando la gripe las deje salir a la calle, el señor Pardo las va a recibir con mucha aprensión y mucha grima por miedo a un contagio impertinente y taimado.
         Es para desesperarse.
         —¿Nunca se acabará esta crisis? —se pregunta impaciente la ciudad.
         Y levanta los ojos al cielo.
         Se conformaría y se sosegaría un poco la ciudad si hubiera, por lo menos, abundancia de conjeturas sobre la composición del gabinete. Pero ni siquiera hay esto. No se sabe todavía si se ha encargado a alguien la organización del ministerio. Y apenas si se oye hablar de uno que otro candidato a ministro.
         Se ignora, sobre todo, de dónde va a surgir el ministro de Relaciones Exteriores. No se señala con firmeza ningún nombre. No se pone la mirada en ninguna reputación. Se cuenta que el señor Pardo ha pensado ya en un internacionalista consagrado, ya en un internacionalista novísimo.
         De rato en rato pasa por la calle un rumor. Pero es un rumor ininteligible. No se perciben sus sílabas. Se adivina que son las sílabas de un apellido. Y que este apellido es el apellido de un candidato a la cancillería. Pero no se adivina más. Y entonces cada uno traduce el rumor a su antojo.
         Uno afirma:
         —¡Seoane! ¡El rumor dice que Seoane!
         Y otro asevera:
         —¡Gazzani! ¡El rumor dice que Gazzani!
         Y otro jura:
         —¡Polo! ¡El rumor dice que Polo!
         Y nadie está de acuerdo con los demás.
         Existe, sin embargo, un candidato persistente y tenaz a un ministerio, que unas veces es el de Guerra y otras veces el de Gobierno. Este candidato es el coronel Zapata. A la gente se le ha ocurrido que el coronel Zapata va a ser ministro en esta ocasión. Que va a ser ministro de toda suerte. Y el coronel Zapata ha empezado a recibir muchos anticipos del besamanos.
         Sería muy triste que no pasara de los anticipos…


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 13 de diciembre de 1918. ↩︎