2.13. Nervios malos

  • José Carlos Mariátegui

 

         1El momento es de fiesta para todo el mundo. Pero no lo es para el señor Pardo. El ánima del señor Pardo continúa llena de desazones y temores. No participa de la alegría universal. No se alboroza con el triunfo de la democracia. No se exalta con las palabras de Wilson.
         El señor Pardo se siente amenazado. Cree que lo rodean acechanzas y peligros. Descubre conjuraciones sombrías en todas partes. Tal vez sufre pesadillas e insomnios.
         Acabamos de contemplarle asustado por un inocente lunch al General Cáceres. Y todavía no se ha apagado el comentario sobre la orden de inamovilidad del ejército. Ni siquiera porque el tema de la paz elimina todos los otros temas.
         Y ahora nos cuentan que esta hiperestesia supersticiosa del miedo del señor Pardo no es muy nueva que digamos. No es, como se nos ocurría, una simple consecuencia de la caída del Káiser. No es, como suponíamos a fuer de socialistas, un transitorio eco de la revolución alemana.
         El señor Pardo vive, desde hace tiempo, rodeado de desmesuradas precauciones. Sus parientes, sus autoridades y sus policías lo cuidan hasta del aire. Y cada uno de sus viajes cotidianos de Miraflores a Lima y de Lima a Miraflores es un viaje angustiado y febril.
         Estamos convencidos de que se halla muy próximo el día en que las gentes, que andan siempre ganosas de emociones tremendas, comiencen a acudir todas las mañanas a la avenida de la Magdalena a asistir al paso del señor Pardo.
         Porque el espectáculo, señores, vale la pena.
         Es primero un automóvil que viene de Miraflores explorando el camino. Es luego otro automóvil que viene envuelto en una nube de polvo, de humo y de vapor, trayendo al señor Pardo. Es a continuación un piquete de soldados de caballería que viene a todo galope con los sables desenvainados. Es finalmente otro automóvil que viene cerrando el cortejo.
         Un desfile emocionante.
         Nosotros que somos muy timoratos no hemos tenido menos que exclamar después de presenciarlo:
         —¡Caramba! ¡El señor Pardo no hace esto por miedo! ¡El señor Pardo hace esto por sport! ¡Más miedo que a cualquier cosa le tendríamos nosotros a una carrera de estas! ¡El peligro más grande para el señor Pardo es en estos momentos el peligro de un accidente automovilístico!
         Y enseguida, como además de ser muy timoratos, somos muy sensibles, nos hemos consternado de que un momento que es de regocijo para todo el mundo no pueda serlo también para el señor Pardo. Y nos hemos sentido delante de un contraste dramático. Mientras todo el mundo está de holgorio, el señor Pardo está con el alma en un hilo. Mientras todo el mundo goza, el señor Pardo tiembla. Mientras todo el mundo se ríe, el señor Pardo frunce el ceño.
         Es algo que parte el alma.
         Aunque tal vez sea algo que no reclama más remedio que un oportuno tratamiento del doctor Sebastián Lorente y Patrón, grande y buen amigo nuestro, conspicuo bolchevique, novísimo secretario del partido liberal y famoso especialista en enfermedades nerviosas…


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 14 de noviembre de 1918. ↩︎