5.16. Días contados

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Este gabinete del señor Tudela y Varela no tiene traza de durar mucho rato. Su fisonomía, su semblante y su gesto son de gabinete precario. La ciudad lo cree un gabinete que lleva su dimisión en el bolsillo.
         Y, naturalmente, la proximidad de las sesiones ordinarias del congreso hace suponer que ha llegado el momento de que el gabinete se saque esa dimisión del bolsillo y la ponga en manos del señor Pardo.
         Constituye, para eso, una vieja costumbre nacional que el presidente de la República reciba el veintiocho de julio con gabinete nuevo. Tal cual un mestizo cualquiera aguarda el veintiocho de julio para mudar de traje, el presidente de la república aguarda el veintiocho de julio para mudar consejeros. Y no es siquiera por culpa del veintiocho de julio para inaugurarse en medio del regocijo de los fuegos artificiales y de las iluminaciones patrióticas.
         Además, todos piensan que el gabinete del señor Tudela y Varela es un gabinete vacilante y débil. Todos lo sienten anémico y pálido. Todos opinan que no hay quien le dé un centavo por su vida.
         En vano se recuerda que este gabinete ha salido del congreso hace muy poco tiempo. Que ha nacido de un acuerdo de los partidos civil y liberal o sea de los partidos dueños de las mayorías parlamentarias. Y que la situación de las fuerzas políticas del congreso no se ha modificado hasta ahora.
         Todos mueven la cabeza.
         Y exclaman unánimemente:
         —¡Este gabinete se va!
         Y tanto lo repiten que acaso los propios ministros concluyen convenciéndose de que se van sin remedio.
         Surge a renglón seguido una pregunta:
         —¿Y quién sucederá al señor Tudela y Varela? ¿Quién reorganizará el gabinete?
         No se oye la respuesta.
         Pero las miradas buscan al señor Maúrtua.
         El ministro bolchevique se ha ido convirtiendo, poco a poco, en la única columna fuerte del gobierno. Un día le preguntan si quiere ser presidente de la Cámara de Diputados. Otro día le preguntan si quiere ser presidente del consejo de ministros. Otro día le preguntan si quiere ser presidente de un grupo parlamentario. El título de presidente lo ronda día y noche. Aunque el señor Maúrtua, de tarde en tarde, lo aleja de sí con las manos y se marcha al Barranco a pedirle consejo al mar.
         Asoma, pues, la probabilidad de un gabinete presidido por el señor Maúrtua. Es por lo menos lo que la gente dice por todas partes. Es lo que se respira en la atmósfera de los corrillos cotidianos. Es lo que se percibe aquí y allá. Es lo que se recoge de las conversaciones callejeras.
         Y es tal vez lo único que no desea el señor Maúrtua.
         Porque el señor Maúrtua, de puro inquieto, idealista y bolchevique no sabe nunca lo que desea.
         En esta tierra no hay quien lo sepa.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 18 de julio de 1918. ↩︎