5.14. Legisladores futuristas

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Silenciosamente ha sido llamado el partido nacional democrático a las funciones del gobierno. No ha sido llamado por el señor Pardo. Ni ha sido llamado para ocupar un ministerio. Ha sido llamado por el señor Maúrtua, nuestro gran ministro bolchevique, que es un buen amigo de la juventud. Y ha sido llamado para preparar las leyes represoras del acaparamiento y del hambre.
         Quiere decir, pues, que, sin que nadie lo note, el futurismo ha obtenido una victoria. Tres de sus miembros más ilustres, el señor don José María de la Jara y Ureta, el señor Víctor Andrés Belaunde y el señor Arana Santa María, que no habían podido ser legisladores por medio del sufragio criollo han llegado a serlo por medio de un decreto del señor Maúrtua. Y han llegado a serlo sin jornadas cívicas, sin discursos, sin garrotazos, sin tiros, sin asambleas y sin escrutadoras.
         El pueblo no había sabido hacerlos legisladores oportunamente. El pueblo siendo el pueblo. Y el señor Maúrtua ha sabido hacerlos legisladores cuando le ha venido en gana. El señor Maúrtua, siendo solo el señor Maúrtua. Además de ministro de hacienda.
         Probablemente el Sr. Maúrtua, que gusta de la camaradería y del trato de los hombres nuevos, les había preguntado a los futuristas:
         —¿Y ustedes por qué no están en la Cámara de Diputados?
         Y los futuristas le habían respondido únicamente:
         —Porque así son las cosas.
         Y el señor Maúrtua había pensado desde ese momento en reparar el error del pueblo. En otorgar título de legisladores a los futuristas principales. En ponerlos a legislar día y noche. No estaba en su mano nombrarlos diputados. Pero sí estaba en su mano nombrarlos legisladores. Legisladores de estilo clásico. Legisladores como Solón. Legisladores como Licurgo. Legisladores de esos que escriben las leyes y no legisladores de esos que las aprueban no más.
         Es que el señor Maúrtua, desde el Ministerio de Hacienda, quisiera componer y enmendar todo lo que está en la república descompuesto y malo. Y, sobre todo, quisiera que los hombres de buena voluntad y claro discernimiento le ayudaran a abaratar la alimentación popular con ligereza y eficacia.
         Por eso un día en que advirtió que aquí necesitábamos un dictador de subsistencias, llamó a su despacho al señor Montero y Tirado y le dijo:
         —Señor dictador de subsistencias.
         Y otro día en que advirtió que aquí necesitábamos un dictador de comercio que organizase la venta de nuestras cosechas, que concertase a los productores y que regularizase los transportes, llamó a su despacho al señor Manuel Augusto Olaechea, abogado y maestro esclarecido, y le dijo:
         —Señor dictador de comercio.
         Y no le importó que el señor Montero y Tirado le contestara que era su deseo no ser sino gerente de la Salinera. Ni le importó que el señor Olaechea le contestara que era su deseo no ser sino abogado maestro.
         El señor Maúrtua se puso en sus trece:
         —¡Usted dictador de subsistencias! ¡Y usted dictador de comercio! Y hoy les habla de la misma manera a los futuristas:
         —¡Ustedes legisladores!
         Ellos, naturalmente, lo observan:
         —Bueno. Nosotros hemos nacido para ser legisladores. Pero no para legislar desde el ministerio de hacienda sino para legislar desde la Cámara.
         Y entonces el señor Maúrtua les replica:
         —Miren ustedes. Los legisladores de la Cámara no legislan. Los legisladores de la Cámara hablan. Cuando no hablan votan. Y cuando votan son tan temibles como cuando hablan. Ustedes saben que no nos hacen falta discursos sino leyes. Y que las Cámaras no nos dan leyes sino discursos. Luego el lugar de los legisladores no es aquí el parlamento. El parlamento no sirve para legislar. No sirve sino para votar. Y a veces, ¡ay, amigos míos! para votar contra los ministros. ¡Si ustedes fueran diputados estarían acaso preparándome un voto de censura! ¡No serían ustedes conmigo tan buenos como son ahora! ¡Me esperarían en la Cámara con discursos más largos que el del señor Fariña! ¡Serían ustedes unos basiliscos!
         Hablando de esta manera el señor Maúrtua se pone elocuentísimo.
         Y los futuristas se les suben a las rodillas para abrazarlo.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 16 de julio de 1918. ↩︎