5.13. Carreras de gala

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Lima entera estuvo ayer en el Hipódromo de Santa Beatriz. Y con Lima entera estuvo Mr. Bunsen. Y con Mr. Bunsen estuvo el señor Pardo. La tarde era de gala. Era de gala y era de la embajada británica y para la embajada británica. Era una tarde el catorce de julio. Era una tarde de domingo grande. Tarde solemne.
         Tarros, damas, autos, guardias de parada, marcha de banderas, batidores, cascos, lanzas, aplausos, muchedumbre, corso de carruajes, estruendo de bocinas, laberinto callejero.
         La fiesta hípica muy animada y emocionante. Enormes apuestas. Ilustres caballos. Quórum de aficionados. Gran clásico argentino. Y una estupenda carrera de fondo. Miss Ketty, Peevish y Farruco. El leader del stud Llano. El leader del stud Oasis. Y el leader del stud Piura.
         El señor Químper se corría una fija. La de Marcial en el clásico argentino. Una fija completa. Pero una fija que, como todas las fijas de la tierra, podía chocar con la voluntad aviesa y versátil del Destino.
         Había, pues, un poco de ansiedad en el ánimo, el semblante, el gesto y la mirada del señor Químper.
         Pero un poco de ansiedad que se apagó apenas aparecieron en el Hipódromo los primeros batidores. Y que se extinguió para siempre apenas sonó la marcha de banderas. Y que se convirtió en un contento inmensísimo apenas atronaron el aire las palmas del gentío.
         Andábamos cerca del señor Químper y el señor Químper se abalanzó sobre nosotros para abrazarnos.
         Y para darnos una orden:
         —¡Corran a apostarle a Marcial todo el dinero del mundo!
         Y para darnos luego una explicación:
         —¿No ven ustedes que ha llegado el señor Pardo? ¡Cuando el señor Pardo viene a las carreras mis caballos ganan al galope!
         Y efectivamente Marcial ganó como el señor Químper esperaba. Al galope. El señor Pardo miró victoriosos una vez más los colores del stud del señor Químper que es como quien dice el stud de la minoría. Y los miró aclamados por el público. Aclamados a gritos. Marcial era ovacionado por el Hipódromo en masa. Era el héroe de la tarde. Y, siendo Marcial el héroe de la tarde, la tarde íntegra era en cuerpo y alma para el señor Químper.
         Vino enseguida la carrera de fondo.
         El señor Aspíllaga recibía felicitaciones por adelantado. Miss Ketty era una fija como Marcial. Miss Ketty era un gran crack argentino como Marcial. Miss Ketty iba a ser vitoreada delirantemente como Marcial. Y Miss Ketty era del stud de la familia Aspíllaga.
         Pero la suerte se le ha volteado al señor Aspíllaga hasta en las carreras. Y desde hace algún tiempo el señor Aspíllaga pierde en la cancha casi tanto como fuera de la cancha. Es por antonomasia uno de los principios del turf peruano. Pero el destino ha comenzado a molestarlo en su noble afición de gentil hombre.
         Y Miss Ketty fracasó en la carrera de fondo. Fracasó delante de Mr. Bunsen. Fracasó delante de todo Lima. Fracasó delante del señor Pardo. Fracasó delante del señor Aspíllaga. Llegó última. Última como nunca.
         El señor Pardo tuvo que sonreírse.
         Y tuvo que felicitar al señor Checa, propietario de Farruco, el vencedor.
         Y tuvo que murmurarle al oído al señor Aspíllaga:
         —Lo mismo que en el Senado, don Ántero. ¡Lo mismo que en el Senado!


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 15 de julio de 1918. ↩︎