3.17. De puño y letra

  • José Carlos Mariátegui

 

        1No tenemos que mandarle otra vez un reportero al señor Aspíllaga para que nos diga que es candidato. Ya el señor Aspíllaga nos lo ha declarado por escrito. Aunque haya sido por medio de una carta a sus partidarios de provincias.
        Se ha dirigido a ellos de esta suerte:
        —El partido civil presentará próximamente candidato a la presidencia de la República.
        Así, como quien no quiere la cosa.
        Pero ha agregado enseguida:
        —Para el caso de que yo merezca tan grande distinción espero contar con su ayuda.
        Y luego muchas frases solícitas y amistosas, una firma de muy buena cotización y una rúbrica de hijodalgo estilo.
        Con esta carta sobre la mesa nos hemos preguntado cómo hemos podido poner en duda alguna vez la formalización de la candidatura del señor Aspíllaga. ¡Cómo, Dios y Señor Nuestro!
        No ha sido posible siquiera que el señor Aspíllaga recatase su candidatura hasta última hora. Ni que la escondiese hasta agosto dentro de su cartera. Ni que mientras tanto la confesase únicamente de palabra, que la palabra se la lleva el viento.
        Parece que el señor Aspíllaga ha tenido prisa en proclamarse explícitamente candidato para tumbarnos de espaldas.
        Parado en el quicio de su casa solariega, a la hora en que sale la gente de la misa de San Pedro todo en él nos cuenta que es candidato. Su saludo, su mirada, su sonrisa, su ademán, su talle, su flor y su chicago plomo. Todo, todo, todo. Y, además, sus jóvenes sobrinos don Ramón, el mayorazgo, y don Ismael, el segundón, buenos amigos ambos de don Pedro de Ugarriza.
        Ocurre tal vez que para el señor Aspíllaga el estado de candidato es el más dichoso del mundo. Dulces serán para él las cuitas, las desazones, las inquietudes del candidato. Hasta en cada quebranto hallará acaso un sutil goce. Y quién sabe si en ser candidato no habrá para él una voluptuosidad desconocida, complicada y dulcísima.
        Pensándolo nos acordamos de una frase del señor Maúrtua sobre el señor don Emilio Sayán y Palacios dirigida a la Corte Suprema:
        —El señor Sayán y Palacios es un candidato orgánico a la diputación por Huacho.
        Y es para hacernos esta pregunta:
        —¿No será el señor Aspíllaga un candidato orgánico a la presidencia de la República?
        Pero no sabemos darnos una respuesta.
        Solamente nos decimos que el señor Aspíllaga y el señor Sayán y Palacios se semejan un poco. Cuan gentilhombre es el señor Aspíllaga es gentilhombre el señor Sayán y Palacios. Y hasta es el señor Aspíllaga magro de carnes, grande de estatura, elegante de continente y pulcro de traje como el señor Sayán y Palacios. Si algo le falta al señor Aspíllaga para parecerse totalmente al señor Sayán y Palacios es muy poco: ser príncipe. Pero es que también algo le falta al señor Sayán y Palacios para parecerse totalmente al señor Aspíllaga: ser millonario. Y en estos tiempos prosaicos más que un príncipe vale un millonario.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 31 de mayo de 1918. ↩︎