1.1. Protestamos…
- José Carlos Mariátegui
1Algunos amigos del señor don Amador del Solar, preclaro personaje del civilismo, nos han visitado para decirnos su queja contra los periodistas de La Rifa. Y han querido persuadirnos de que los periodistas de La Rifa no quieren bien al señor Solar.
Nosotros les hemos replicado:
–¡Imposible! ¡El señor Solar es, según el rumor público, el hombre en quien tiene puestos los ojos el comité de la calle de La Rifa!
Pero ellos nos han hablado así:
–¿Leen ustedes el decano? ¿Lo han leído ya? Bueno. Fíjense ustedes en que supone que el señor Solar ha ido al Japón para conocer a las geishas o para regalarse con su amistad y para ser servido por ellas. ¿Creen ustedes que se debe pensar de esta suerte de un hombre público como el señor Solar?
Y luego nos han añadido:
–Un estadista no puede ir al Japón para constatar la gracia y la belleza de las geishas. Un estadista tiene otras excelencias que estudiar en el Japón. ¿No opinan ustedes lo mismo? ¿No opinan por consiguiente que el decano ha dejado maltrecha la fama del señor Solar? ¿No opinan que ha procedido con malevolencia?
Gradualmente nos hemos solidarizado con el sentimiento de los buenos amigos del señor Solar. Realmente el decano no ha debido presentar al señor Solar despidiéndose de las geishas. Ha debido presentarlo despidiéndose del Mikado. Ha debido presentarlo despidiéndose siquiera del señor don Francisco A. Loayza, nuestro laborioso cónsul. ¡Aunque hubiera estado convencido de que el señor Solar se despediría principalmente de las geishas!
Un estadista a quien le interesase el Japón por sus geishas sería lo mismo que un estadista a quien le interesase España por su arroz a la valenciana, a quien le interesase Inglaterra por sus perritos foxterrier, a quien le interesase Suiza por sus lacticinios ya quien le interesase Cuba por sus cigarros puros. Y sería lo mismo que un estadista a quien le interesase el Perú por sus anticuchos. O por el dije de huairuro del señor don Manuel Bernardino Pérez. O por los prendedores de quinto de libra. O por los hombres de medias blancas y zapatos de elástico que creen que el pisco corta el frío y que no se puede tomar agua con el cuerpo caliente. O por cualquiera otro de los criollismos más pintorescos, más sazonados y más típicos de esta tierra gobernada por el señor Pardo.
Mala y suspicaz tenemos que hallar, por ende, la suposición del decano sobre las preocupaciones primordiales del señor Solar en el Japón. Y tenemos que hallarla, asimismo, inconveniente para la reputación de un personaje a quien se quiere que el pueblo mire como a un leader.
Y sobre todo tenemos que mancomunarnos con estas palabras de los buenos amigos del señor Solar:
–Además, el decano no sabe si el señor Solar ha dejado novia en Lima…
Nosotros les hemos replicado:
–¡Imposible! ¡El señor Solar es, según el rumor público, el hombre en quien tiene puestos los ojos el comité de la calle de La Rifa!
Pero ellos nos han hablado así:
–¿Leen ustedes el decano? ¿Lo han leído ya? Bueno. Fíjense ustedes en que supone que el señor Solar ha ido al Japón para conocer a las geishas o para regalarse con su amistad y para ser servido por ellas. ¿Creen ustedes que se debe pensar de esta suerte de un hombre público como el señor Solar?
Y luego nos han añadido:
–Un estadista no puede ir al Japón para constatar la gracia y la belleza de las geishas. Un estadista tiene otras excelencias que estudiar en el Japón. ¿No opinan ustedes lo mismo? ¿No opinan por consiguiente que el decano ha dejado maltrecha la fama del señor Solar? ¿No opinan que ha procedido con malevolencia?
Gradualmente nos hemos solidarizado con el sentimiento de los buenos amigos del señor Solar. Realmente el decano no ha debido presentar al señor Solar despidiéndose de las geishas. Ha debido presentarlo despidiéndose del Mikado. Ha debido presentarlo despidiéndose siquiera del señor don Francisco A. Loayza, nuestro laborioso cónsul. ¡Aunque hubiera estado convencido de que el señor Solar se despediría principalmente de las geishas!
Un estadista a quien le interesase el Japón por sus geishas sería lo mismo que un estadista a quien le interesase España por su arroz a la valenciana, a quien le interesase Inglaterra por sus perritos foxterrier, a quien le interesase Suiza por sus lacticinios ya quien le interesase Cuba por sus cigarros puros. Y sería lo mismo que un estadista a quien le interesase el Perú por sus anticuchos. O por el dije de huairuro del señor don Manuel Bernardino Pérez. O por los prendedores de quinto de libra. O por los hombres de medias blancas y zapatos de elástico que creen que el pisco corta el frío y que no se puede tomar agua con el cuerpo caliente. O por cualquiera otro de los criollismos más pintorescos, más sazonados y más típicos de esta tierra gobernada por el señor Pardo.
Mala y suspicaz tenemos que hallar, por ende, la suposición del decano sobre las preocupaciones primordiales del señor Solar en el Japón. Y tenemos que hallarla, asimismo, inconveniente para la reputación de un personaje a quien se quiere que el pueblo mire como a un leader.
Y sobre todo tenemos que mancomunarnos con estas palabras de los buenos amigos del señor Solar:
–Además, el decano no sabe si el señor Solar ha dejado novia en Lima…
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 1 de marzo de 1918. ↩︎