7.15. Ministro viajero

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Este día veintinueve de noviembre no es un día vulgar. No es un día vulgar no solo porque es un día de noviembre. No lo es también por un motivo particularísimo y trascendental. Nuestro ministro de Fomento el señor Escardó y Salazar se va a Huancayo. Y, aunque no se va a Huancayo coludido y mancomunado con el ministro de Hacienda señor Maldonado, se va para perseverar en su política de carrilano.
         A la hora blanca y sudorosa del mediodía, a la hora en que se organizan los postreros cocktails rituales, a la hora en que pasa por el jirón de la Unión en viaje al yantar familiar el señor don José Carlos Bernales, a la hora en que nosotros solemos pensar en la ineficacia del esfuerzo, se acomodará el señor Escardó y Salazar dentro de un pullman confortable y regalado para trasladarse a la lozana provincia que representan en la Cámara de Diputados el enorme señor Peña Murrieta y el acucioso señor Ponce y Cier.
         Probablemente se asociará al señor Escardó y Salazar en esta aventura el señor don Óscar Víctor Salomón que anda ganoso de asociarse a todas las aventuras hacederas del mundo. Tan ganoso que hubiera perdido totalmente su colección de guantes afranelados si de esta guisa le hubiera sido dado asociarse a Norka Rouskaya en su aventura del cementerio.
         Breves minutos hace que nos hemos tropezado con el señor don Óscar Víctor Salomón. Lo hemos visto tan agitado, tan inquieto y tan jadeante, que hemos comprendido que se hallaba en la inminencia de un viaje o en la inminencia de una conferencia al aire libre. Y le habríamos preguntado qué le acaecía si él mismo no nos lo hubiera dicho espontáneamente:
         –Mañana me iré a Huancayo con el ministro de Fomento. Vamos a visitar Jatunhuasi. Jatunhuasi, amigos míos, es un emporio de riqueza. La hulla de Jatunhuasi es tan rica como la hulla de Cardiff. Por ser dueños de Jatunhuasi nos parecemos un poco a Inglaterra. Jatunhuasi es nuestro Cardiff.
         Maquinalmente le hemos interrogado al señor Salomón:
         –¿Se va usted de cónsul a Jatunhuasi, por ventura?
         Y el señor Salomón nos ha dejado entonces, persuadido de que éramos unos distraídos incorregibles, después de apretarnos la mano con toda su máxima energía sajona.
         Viéndolo alejarse, hemos pensado en que el señor Óscar Víctor Salomón era por antonomasia el asistente, el confesor y el compañero de viaje nombrado por el cielo para seguir a Huancayo al señor Escardó y Salazar. Así como entre el señor Escardó y Salazar, ministro de Fomento, y el señor Maldonado, ministro de Hacienda, hay un parecido ministerial muy profundo, a pesar de que entrambos son disímiles personalmente, así entre el señor Escardó y Salazar y el señor Salomón hay también un parecido abstruso y recóndito. Decimos “nuestro ministro de Fomento” con el mismo énfasis con que decimos “nuestro excónsul en Cardiff”. Se nos antoja que nuestro ministro de Fomento y nuestro excónsul en Cardiff son muy nuestros, absolutamente nuestros, definitivamente nuestros. No importa que el señor Escardó y Salazar sea tan chico y tan cenceño y el señor Salomón tan grandazo y musculoso. Los dos son nuestros. Los dos son peruanos. Los dos quieren que el Perú explore esas hulleras que le dan un parecido enorgullecedor con Inglaterra.
         Dios los lleve con bien a Jatunhuasi —aunque nos dejen en Lima, enseñoreado sobre una lata de petróleo en el Ministerio de Fomento, al adiposo señor Pérez Figuerola—, porque de este viaje saldrán progresos muy grandes y venturas muy preciosas para la república.
         Encaminándose a Jatunhuasi pensarán sin duda alguna el señor Escardó y Salazar y el señor Salomón en que no solo tenemos la riqueza del petróleo sino también la riqueza de la hulla y en que la hulla sirve para la cocina lo mismo que el petróleo.
         Y acaso, abultados por los dobles juegos de medias y camisetas, asorochados por la altura aviesa y malcurados por el olor del “ajo macho” de que irán provistos de acuerdo con las pragmáticas del viajero criollo, acometerán la grave aventura de desentrañar el símbolo que vive encerrado en la misteriosa fecundidad de combustibles que hay en el suelo y en el subsuelo peruanos.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 29 de noviembre de 1917. ↩︎