5.4. Inminencia electoral
- José Carlos Mariátegui
1Estamos nuevamente viviendo dentro de un proceso electoral.
Este proceso no se llama un proceso electoral político. Se llama un proceso electoral municipal. Pero en todos los espíritus existe el convencimiento de que tiene más de político que de municipal.
No sabemos todavía si este proceso va a traer alborotos, jornadas cívicas, carreras en automóvil, trajines, secuestros, prisiones y cohechos. Aún no podemos darnos cuenta de su fisonomía. No conocemos siquiera la intención del señor Pardo. Solo nos consta que el señor Pardo no puede aguardar el desenvolvimiento del proceso municipal sin intención alguna.
Hace mucho tiempo que nos vienen anunciando que los liberales quieren adquirir en el gobierno de la ciudad el mismo predominio que han adquirido en el gobierno de la nación. Están puestas sus miradas en la alcaldía. El recuerdo de los días democráticos de mayo les ha hecho pensar que un candidato político salido de la alcaldía es obligadamente un candidato vencedor.
Nosotros hemos interrogado así a los liberales:
—¿Acaso pretende ser alcalde de Lima el señor Balbuena?
Y los liberales nos han respondido sonriéndose:
—¿Ustedes creen que el señor Balbuena es el único grande hombre del partido liberal?
Y no han querido decirnos más.
Tentaciones porfiadas de lanzar un candidato sensacional a la alcaldía ha habido entre nosotros. Hemos pensado varias veces en el señor Maúrtua. Hemos pensado otras tantas en el señor Ulloa. Hemos pensado asimismo en el señor Manuel Prado Ugarteche a quien tenemos deseos de ver en trance de candidato.
Pero hemos comprendido que no es empresa fácil animar a nuestros ciudadanos ilustres a ser en estos momentos candidatos a la alcaldía.
Si el señor don José Carlos Bernales pudiese ser elegido alcalde de Lima ya habríamos insinuado nosotros su candidatura. Ya sería el señor Bernales un candidato unánime. Ya estaría recibiendo felicitaciones anticipadas. Pero el señor Bernales es gerente de la Recaudadora. Y es presidente del Senado. Apenas le falta ser presidente de la República.
Además, no ponemos mucho empeño en buscar un candidato nuestro, porque anhelamos ver de candidato al señor don Augusto Durand. A fuerza de verlo de ministro plenipotenciario y a fuerza de verlo de periodista hemos ido perdiendo la costumbre de sentirlo candidato. Y eso no está bien. El señor Durand, así su espíritu se desvíe de vez en cuando hacia la diplomacia o hacia el periodismo, es siempre un candidato latente.
Para que el proceso electoral municipal sea interesante nos basta pues con que el señor Durand sea candidato a la alcaldía. No necesitamos más. Si de algún núcleo organizado o de algún concierto espontáneo nace otro candidato, pensaremos que únicamente se ha acentuado el interés del proceso.
Una candidatura o dos candidaturas como la del señor Durand crearán en Lima un ambiente animado. Habrá inquietudes. Habrá nerviosidades. Habrá desfiles en victorias. Habrá clubes y habrá entusiasmos.
Y habrá para nosotros el supremo regalo del espectáculo de nuestros grandes fervores ciudadanos y nuestras grandes agitaciones democráticas.
Este proceso no se llama un proceso electoral político. Se llama un proceso electoral municipal. Pero en todos los espíritus existe el convencimiento de que tiene más de político que de municipal.
No sabemos todavía si este proceso va a traer alborotos, jornadas cívicas, carreras en automóvil, trajines, secuestros, prisiones y cohechos. Aún no podemos darnos cuenta de su fisonomía. No conocemos siquiera la intención del señor Pardo. Solo nos consta que el señor Pardo no puede aguardar el desenvolvimiento del proceso municipal sin intención alguna.
Hace mucho tiempo que nos vienen anunciando que los liberales quieren adquirir en el gobierno de la ciudad el mismo predominio que han adquirido en el gobierno de la nación. Están puestas sus miradas en la alcaldía. El recuerdo de los días democráticos de mayo les ha hecho pensar que un candidato político salido de la alcaldía es obligadamente un candidato vencedor.
Nosotros hemos interrogado así a los liberales:
—¿Acaso pretende ser alcalde de Lima el señor Balbuena?
Y los liberales nos han respondido sonriéndose:
—¿Ustedes creen que el señor Balbuena es el único grande hombre del partido liberal?
Y no han querido decirnos más.
Tentaciones porfiadas de lanzar un candidato sensacional a la alcaldía ha habido entre nosotros. Hemos pensado varias veces en el señor Maúrtua. Hemos pensado otras tantas en el señor Ulloa. Hemos pensado asimismo en el señor Manuel Prado Ugarteche a quien tenemos deseos de ver en trance de candidato.
Pero hemos comprendido que no es empresa fácil animar a nuestros ciudadanos ilustres a ser en estos momentos candidatos a la alcaldía.
Si el señor don José Carlos Bernales pudiese ser elegido alcalde de Lima ya habríamos insinuado nosotros su candidatura. Ya sería el señor Bernales un candidato unánime. Ya estaría recibiendo felicitaciones anticipadas. Pero el señor Bernales es gerente de la Recaudadora. Y es presidente del Senado. Apenas le falta ser presidente de la República.
Además, no ponemos mucho empeño en buscar un candidato nuestro, porque anhelamos ver de candidato al señor don Augusto Durand. A fuerza de verlo de ministro plenipotenciario y a fuerza de verlo de periodista hemos ido perdiendo la costumbre de sentirlo candidato. Y eso no está bien. El señor Durand, así su espíritu se desvíe de vez en cuando hacia la diplomacia o hacia el periodismo, es siempre un candidato latente.
Para que el proceso electoral municipal sea interesante nos basta pues con que el señor Durand sea candidato a la alcaldía. No necesitamos más. Si de algún núcleo organizado o de algún concierto espontáneo nace otro candidato, pensaremos que únicamente se ha acentuado el interés del proceso.
Una candidatura o dos candidaturas como la del señor Durand crearán en Lima un ambiente animado. Habrá inquietudes. Habrá nerviosidades. Habrá desfiles en victorias. Habrá clubes y habrá entusiasmos.
Y habrá para nosotros el supremo regalo del espectáculo de nuestros grandes fervores ciudadanos y nuestras grandes agitaciones democráticas.
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 7 de septiembre de 1917. ↩︎