3.17. Julio se acaba

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Desperecémonos.
         Tenemos que aguardar con el ánima muy despierta y los ojos muy vivos los últimos días del mes de julio. Estamos ya en el dintel de esos días. Y sentimos que la nerviosidad de la expectativa nos sacude y nos estremece.
         Julio se acaba.
         Y es en la agonía y en la inhumación de este mes trascendental donde están su sustancia, su esencia, su emoción, su aroma y su espíritu. Hasta el veintisiete de julio todo es solo febril espera o intranquilizadora desazón. El veintisiete de julio únicamente empieza a latir, vibrar y ser este mes inquietante. Su enjundia política, su alarde patriótico, su fausto militar y su sonoridad callejera son el voraginoso y engalanado concierto de sus postrimerías.
         Hasta estos momentos seguimos lo mismo que antes. Nosotros en esta casa del General La Fuente, y el ministerio del señor Riva Agüero en el Palacio de Gobierno. Pero todos sabemos que de repente va a dar un volatín funambulesco el ministerio.
         Este ministerio desabrido y feo es todavía un enamorado fervoroso del Palacio de Gobierno. En cuanto nos aburrimos de él comenzamos a tirarle chinitas y a decirle procacidades para que se fuera. Y nos aburrimos de él apenas le tomamos el pulso, apenas le medimos la estatura y apenas nos dijo el oráculo lo malaventurado y trágico que iba a ser.
         Sin embargo, tundido, atarazado, hostigado, aún vemos un poco reacio y otro poco contumaz al ministerio. Bosteza. Se estira. Finge que reflexiona. Y se pone una mano en la cabeza como si quisiera hacerle creer al país que la cabeza le sirve para algo.
         Tentado está quién sabe de quedarse en el Palacio de Gobierno hasta el dieciocho de agosto para acompañar dos años justos al señor Pardo en su gobierno dislocado, extravagante y bufo.
         El país está convencido de que todo puede caber en la cabeza de este ministerio, así tiene de vacía este ministerio la cabeza.
         Pero en estos momentos nada casi nos importa el gabinete. Solo nos interesa el Congreso. Esperamos ardiente y anhelantemente el Congreso. Parece que tuviéramos un anhelo muy angustioso de que se abrieran de par en par las puertas del Parlamento para hallar dentro de él socorro y tónico.
         Sabemos que en el Parlamento vamos a encontrar sobre todo un infinito acervo de alegrías. Sabemos que en el Parlamento se va a vestir ora de chaqué, ora de poncho y ora de clámide helena la política nacional. Sabemos que en el Parlamento vamos a mirar una inagotable fuente de divertimiento y alborozo. Sabemos que en el Parlamento el señor don Manuel Bernardino Pérez, el señor don Juan Pardo y el señor don Julio César Luna van a armonizar lo grave y lo risueño, lo acérrimo y lo dulcísimo, lo luminoso y lo umbrío para regalo, expectación y goce nuestros.
         Y es que la política criolla tiene su tinglado, su marco y su decoración leales y adecuadas en el Parlamento. Precisamente porque el Parlamento es transitorio y el gobierno perenne, lleva al Parlamento sus mayores arrebatos, sus mayores deliquios y sus mayores crisis. Y en el Parlamento su actuación es pública, franca, ostensible, mientras que en el gobierno su actuación es sigilosa, oculta y callada.
         Además, estimula nuestros deseos de que llegue el veintiocho de julio la circunstancia de que nunca hemos vivido tanto tiempo sin Congreso. En esto encontramos también un motivo de rencor y de enojo contra el señor Pardo. El señor Pardo en comandita con el señor García y Lastres nos han dejado sin Congreso diez meses.
         No queremos tomarle cuentas ni al señor Pardo ni al señor García y Lastres por habernos privado de dos legislaturas.
         Nos basta con que permitan que vuelva a haber Parlamento.
         Aunque para esto sea necesario que suba a la presidencia de la Cámara de Diputados el señor don Juan Pardo y sustituya al señor don José Matías Manzanilla.
         Porque después de todo esta sustitución es perfectamente lógica, congruente y expresiva con los tiempos que nos están haciendo vivir los señores Pardo…


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 24 de julio de 1917. ↩︎