2.11. Themis electoral

  • José Carlos Mariátegui

 

         1En las manos de la austera diosa de los ojos ciegos y la balanza inexorable hemos puesto los peruanos la suerte de las elecciones últimas.
         No podemos confiarnos al fallo de Dios, que está muy alto. Tenemos que confiarnos al fallo de los hombres. Nuestra democracia no ha estudiado todavía la intervención de la justicia divina en sus actos institucionales. Ha intentado anteayer un ensayo invitando al señor Zapata y al cura Chiriboga al convento de Santo Domingo, pero ha sido sin victoria ni eficacia.
         La justicia humana es, pues, nuestro único refugio, nuestra única égida, nuestro único escudo, nuestra única esperanza.
         Vamos a las elecciones atenidos a la honradez de los demás ciudadanos en primer término y atenidos al veredicto de la Corte Suprema en segundo término. En medio de las vicisitudes y episodios de las jornadas cívicas y de los escamoteos sombríos, ponemos siempre los ojos en la Corte Suprema. Y cuando no hay gobiernos que nos amparen y sí malandrines que nos hostiguen, nos asilamos también en la casa histórica de la Corte Suprema y llevamos allí nuestros papeles, nuestros funcionarios y nuestros votos.
         El corazón de la patria se halla, en estos momentos, palpitante y angustiado sobre la mesa que auspiciará los análisis y las deliberaciones de este grave tribunal de vocales y fiscales.
         Anteayer se abrieron para todos los ciudadanos del Perú las puertas de la Corte Suprema. Se abrieron ruidosamente. Se abrieron entre grandes expectaciones.Un conserje gritó a punto en que las franqueaba:
         —¡Proceso de Canta!
         Desde este momento las credenciales del señor Pedro Abraham del Solar, que tiene tan sonoros atributos bloquistas, y las credenciales del señor Carlos Aurelio León, que tienen tan flamantes atributos oposicionistas, se encuentran en la balanza inexorable de la austera diosa de los ojos ciegos.
         El señor León se ha presentado a la Corte con un acervo cuantioso de quejas y acusaciones. Toda su experiencia profesional de juez de primera instancia se ha cristalizado en su papelería sistematizada y mecánica. Tantos son sus documentos, que con ellos en las manos desfallecerán los relatores.
         Y el Sr. Pedro Abraham del Solar se ha presentado a la Corte con sus libretas de conscripción militar, sus actas, sus votos, sus credenciales. Apenas si se han quedado en Canta sus autoridades.
         Este proceso ocupará tal vez mucho tiempo a la Corte Suprema. Exhibe las complicaciones y las telarañas del tinterillaje criollo. Ostenta máculas que no sabemos si se borrarán o no se borrarán con la goma de Faber.
         Viviremos interesantes momentos de ansiedades, de murmuraciones y de vaticinios aguardándolo.
         Pero en una hora cualquiera saldrá a las calles un papel manuscrito y timbrado que nos dirá el fallo de la diosa de los ojos ciegos y la balanza inexorable.
         El país está convencido de que allí, en la casa histórica a cuya invulnerabilidad quiso acogerse un día la Junta Escrutadora, están encerradas todas sus expectativas de justicia y de reparación.
         Y el señor Pardo entretanto se sonríe ácidamente y esconde muy adentro el gesto torcido, orgulloso, amenazador y tonante.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 16 de junio de 1917. ↩︎