2.1. Ayer y hoy

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Empezó el azaroso día de los escrutinios lleno de sonoridades marciales. No fue posible que se iniciara con un fusilamiento. Pero sí fue posible que se iniciara con una ejemplarización dramática y con un desfile del ejército.
         Este arrogante gobierno del señor Pardo no podía entrar en un día de examen de las elecciones sin las fanfarrias y sin las pompas de una revista militar y de una ceremonia severa y terrible. Sabe hacer emocionantes y trágicos los momentos trascendentales de su política. Gusta de sonar todos sus sables y de enseñar todos sus rifles cuando nuestra democracia intenta un escorzo rebelde y levantisco.
         El pueblo de Lima, que es muy malicioso, entendió el ademán del gobierno del señor Pardo. Mas no supo arredrarse. Se rio por dentro. Y gritó muy fuerte:
         —¡Viva Leguía!
         Afortunadamente ya no estaban en el fuerte de Santa Catalina esas denodadas ametralladoras que van a pacificar a los huelguistas de Chicama y que han comenzado ya a disparar solas.
         Nosotros nos despertamos ayer intranquilos y sobresaltados. Pasaban bajo nuestros balcones regimientos heroicos. Un gran ruido de tropa y de guerra llegaba hasta nosotros y turbaba la ecuanimidad muelle de nuestro lecho.
         Nos incorporamos rápidamente:
         —¿También esas tropas han salido del fuerte de Santa Catalina? ¿También están efectuando un ensayo? ¿También llevan ametralladoras?
         El calendario nos respondía que aún no habíamos dejado el mes de mayo, que estábamos en su día postrero y que horas más tarde iba a reunirse la Junta Escrutadora de Lima para contar los votos del señor Prado, los votos del señor Miró Quesada, los votos del señor Balbuena y los votos del señor Torres Balcázar.
         Salimos a la calle.
         Y en la calle encontramos las mismas inquietudes y las mismas zozobras. Las gentes se hacían extrañas preguntas. Y se decían que este acto solemne del cómputo había tenido un prólogo espontáneo de tiros, de marchas y de desfiles.
         Así comenzó para nuestros espíritus el día de los escrutinios, que es un día tremendo, que es un día obsesionante y que es un día que no se acaba aún a pesar de que ya estamos en la madrugada de un día nuevo.
         Vivimos ya el primero de junio y sentimos que este día sigue siendo para todos el treinta y uno de mayo. Hay en el block del calendario una hoja impertérrita que se niega a caer. La noche extinta se aferra al alba naciente.
         Un insomnio profundo prende su luz en nuestra estancia y prende también su luz en la estancia del señor Pardo, intranquilo, neurasténico y tembloroso.
         Y allá en la casa de la Municipalidad que es como quien dice la casa del señor Miró Quesada, se vacían en un solo cubilete grande todos los cubiletes chicos de las elecciones de Lima.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 1 de junio de 1917. ↩︎