1.13. Dios dirá…
- José Carlos Mariátegui
1El Perú no sabe hasta cuándo va a durar en el Palacio de Gobierno este pobre gabinete remendado, abigarrado y acusado del señor don Enrique de la Riva Agüero.
Mucho tiempo hace que le vienen ofreciendo a nuestra resignada y apática república:
—¡Ya va a irse el gabinete del señor Riva Agüero!
Pero el gabinete del señor Riva Agüero continúa en el Palacio de Gobierno, a pesar de todas las conflagraciones, a pesar de todos los malestares, a pesar de todas las fiebres que su presencia en esa casa ha suscitado.
El Perú se pregunta si este gabinete del señor Riva Agüero piensa acaso quedarse eternamente en el Palacio de Gobierno.
Hay, afortunadamente para el gabinete del señor Riva Agüero, una razón que ataja toda exasperación pública contra su permanencia alrededor del señor Pardo. Esta razón consiste en que el país sabe que, con cualquier gabinete, el señor Pardo continuaría gobernándolo como hasta hoy. Un gabinete del señor Pardo no puede ser en esta época un gabinete mejor ni peor que el gabinete del señor Riva Agüero. Pasaron ya para el señor Pardo, y pasaron totalmente, los tiempos en que su voluntad podía someterse a otra voluntad fuerte y gloriosa. Ya el señor Pardo ha adquirido plena madurez política y no hay que esperar de él que se deje llevar de la mano por un nuevo presidente en gestación.
El Perú comprende, pues, que nada va a salir ganando su salud con que salga del Palacio de Gobierno caballero tan esclarecido e hidalgo como el señor Riva Agüero.
Y si levanta de rato en rato las manos al cielo y le pregunta hasta cuándo va a durar este ministerio, es únicamente porque las gentes tienen aquí almas versátiles, y así como se cansan a veces de aplaudir a los mismos cómicos se cansan también a veces de silbar a los mismos ministros.
Un próximo gabinete tiene que seguir siendo un gabinete del señor Pardo. Traerá otros hombres. Traerá otros apellidos. Traerá otros orígenes. Traerá, quién sabe, otros atributos. Pero traerá siempre idéntico espíritu, idéntica conciencia, idéntica orientación.
Saldrá a los balcones de Palacio el señor Pardo y les dirá a las gentes:
—¡Ya he satisfecho al país!
Habrá gentes incautas y gentes maliciosas que aplaudan. Los turibularios del régimen entonarán un ditirambo a la virtud de los nuevos consejeros del señor Pardo. Caerá sobre la grácil figura del señor Riva Agüero el peso de muchos reproches y de muchas imprecaciones.
Mas el gobierno del país seguirá siendo igual. Todo esto lo sabemos perfectamente en el Perú.
Sin embargo, necesitamos tener siempre una esperanza. Una esperanza cualquiera que ocupe un vacío de nuestro espíritu. Una esperanza cualquiera que aliente a nuestro corazón. Y esta esperanza no puede ser por ahora sino la de que algún día se vaya del Palacio de Gobierno el gabinete del señor don Enrique de la Riva Agüero.
Mucho tiempo hace que le vienen ofreciendo a nuestra resignada y apática república:
—¡Ya va a irse el gabinete del señor Riva Agüero!
Pero el gabinete del señor Riva Agüero continúa en el Palacio de Gobierno, a pesar de todas las conflagraciones, a pesar de todos los malestares, a pesar de todas las fiebres que su presencia en esa casa ha suscitado.
El Perú se pregunta si este gabinete del señor Riva Agüero piensa acaso quedarse eternamente en el Palacio de Gobierno.
Hay, afortunadamente para el gabinete del señor Riva Agüero, una razón que ataja toda exasperación pública contra su permanencia alrededor del señor Pardo. Esta razón consiste en que el país sabe que, con cualquier gabinete, el señor Pardo continuaría gobernándolo como hasta hoy. Un gabinete del señor Pardo no puede ser en esta época un gabinete mejor ni peor que el gabinete del señor Riva Agüero. Pasaron ya para el señor Pardo, y pasaron totalmente, los tiempos en que su voluntad podía someterse a otra voluntad fuerte y gloriosa. Ya el señor Pardo ha adquirido plena madurez política y no hay que esperar de él que se deje llevar de la mano por un nuevo presidente en gestación.
El Perú comprende, pues, que nada va a salir ganando su salud con que salga del Palacio de Gobierno caballero tan esclarecido e hidalgo como el señor Riva Agüero.
Y si levanta de rato en rato las manos al cielo y le pregunta hasta cuándo va a durar este ministerio, es únicamente porque las gentes tienen aquí almas versátiles, y así como se cansan a veces de aplaudir a los mismos cómicos se cansan también a veces de silbar a los mismos ministros.
Un próximo gabinete tiene que seguir siendo un gabinete del señor Pardo. Traerá otros hombres. Traerá otros apellidos. Traerá otros orígenes. Traerá, quién sabe, otros atributos. Pero traerá siempre idéntico espíritu, idéntica conciencia, idéntica orientación.
Saldrá a los balcones de Palacio el señor Pardo y les dirá a las gentes:
—¡Ya he satisfecho al país!
Habrá gentes incautas y gentes maliciosas que aplaudan. Los turibularios del régimen entonarán un ditirambo a la virtud de los nuevos consejeros del señor Pardo. Caerá sobre la grácil figura del señor Riva Agüero el peso de muchos reproches y de muchas imprecaciones.
Mas el gobierno del país seguirá siendo igual. Todo esto lo sabemos perfectamente en el Perú.
Sin embargo, necesitamos tener siempre una esperanza. Una esperanza cualquiera que ocupe un vacío de nuestro espíritu. Una esperanza cualquiera que aliente a nuestro corazón. Y esta esperanza no puede ser por ahora sino la de que algún día se vaya del Palacio de Gobierno el gabinete del señor don Enrique de la Riva Agüero.
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 29 de mayo de 1917. ↩︎