1.12. Hoy, 29 de mayo

  • José Carlos Mariátegui

 

         1En esta medianoche vulgar hemos sentido la necesidad de arrancar una hoja del almanaque para ver la cifra del día que amanece.
         Y hemos tenido una inquietud vaga y azarosa cuando la cifra nos ha dicho que el día que amanece es el 29 de mayo.
         Tienen las fechas grandes la virtud de despertar sensaciones y recuerdos acendrados, complicados y profundos. Hacen volver la cara atrás. Y resucitan visiones olvidadas que cada vez que las vemos nos parecen un poco nuevas.
         En esta medianoche y pensando en el 29 de mayo nos hemos acordado del señor Villanueva. Hemos cerrado los ojos para no sentirlo delante de nosotros. Obstinadamente su figura ha surgido en nuestra conciencia. Y la hemos mirado cabalgada sobre el tomo de nuestra Constitución como la figura de un polichinela viejo, burlón y taimado.
         Hemos pensado que, en esta medianoche, a oscuras y con sigilo, en una especie de Sabbat alucinante, se están forjando acaso las credenciales de senador por Cajamarca que traerá al Parlamento Nacional el señor Villanueva.
         Un móvil intenso nos ha inducido a pensar de esta suerte.
         En otra medianoche análoga entró al Palacio de Gobierno el señor Villanueva para ser amigo, compañero, colaborador y coadjutor del señor Augusto B. Leguía que está ahora en Londres mirando con una mirada llena de azoramientos y de grimas a sus leales de otros tiempos que serán seguramente sus leales de mañana.
         Para el señor Villanueva este 29 de mayo tendrá seguramente muchas evocaciones. Acaso turbará su sueño. Acaso arredrará su ánimo. Acaso, por el contrario, no determinará sino una sonrisa en su semblante cazurro, magro, amojamado y seco.
         Probablemente en esta medianoche los pasillos y los salones del Palacio de Gobierno estarán llenos de sombras y poblados de penas. No habría dormido hoy en el Palacio de Gobierno el displicente y orgulloso señor Pardo. Los fantasmas no saben guardar miramientos ni respetos a los hombres más altísimos y pluscuamperfectos.
         La memoria del 29 de mayo es trascendental para el señor Villanueva. El señor Villanueva penetró el 29 de mayo en el umbral de su último ciclo político. Salió de él cargado por todas las odiosidades, por todas las durezas, por todas las destemplanzas de la política de represión. Y fue así como el 29 de mayo creó un conjunto de responsabilidades para el señor Villanueva y un conjunto de enaltecimientos para el señor Leguía. El señor Villanueva tuvo en la solución y en el balance de este episodio el rol sombrío en tanto que el señor Leguía tuvo el rol heroico.
         En este día que no ha alboreado aún para nuestros ojos metropolitanos, se enseñorearon de las salas del Palacio de Gobierno, sobre la sangre vertida, las sugestiones, los rencores y los enojos que más tarde habían de ser arrojados de ellas para regresar tras de la estela del primer hombre propicio.
         Tal vez únicamente para el señor Pardo no trae evocación alguna el 29 de mayo. Mientras en Lima había estremecimientos, el señor Pardo soñaba bajo el cielo de la costa. El señor Pardo no escuchó los disparos angustiosos de esa tarde memorable. No hay necesidad alguna de quitar la hoja caduca del almanaque para enseñarle la cifra de este día que alborea y para resucitar a sus ojos las visiones de la efeméride.
         Para el señor Pardo no debemos ya volver la cara al pasado sino enfrentarla interrogativamente al porvenir.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 29 de mayo de 1917. ↩︎