4.4. Nervios malos
- José Carlos Mariátegui
1Todos los peruanos queremos la paz, la tranquilidad, la armonía, la quietud, el amor, la bienaventuranza, el sosiego, la tolerancia.
Todos: grandes y chicos.
Y solo parece que el señor Pardo se obstina en hacer una excepción y con él, naturalmente, sus servidores, sus gendarmes y sus gentes.
Sentimos que el país desea conciliar el sueño porque ha tenido muchos insomnios, y que los centinelas del señor Pardo no se lo consienten, gritando desesperadamente:
–¡Alerta!
El señor Pardo quiere sin duda alguna obsesionarnos a todos los peruanos. Hace que sus autoridades y sus guardias vigilen, pesquisen, atisben. Y tiene una residencia versátil, cambiadiza y misteriosa. No está quieto en Miraflores. No está quieto en Lima. No está quieto en La Punta.
Las pobres gentes medrosas se preguntan:
—¿Qué pasa?
—No pasa nada.
—¿Y estas alarmas? ¿Y estas desazones? ¿Y estas inquietudes?
—¡Nerviosidades!
Y de repente el señor Torres Balcázar coge la pluma y escribe al ministro de gobierno que lo espían, que lo hostigan, que lo molestan, que quieren presentarlo como un conspirador.
Toda la ciudad se alborota ante la constatación de un malestar vago:
—¿Pero es cierto? ¿Hay temores? ¿Acecha la policía secreta? ¿Rondan las autoridades? ¿Velan los gendarmes?
El señor Torres Balcázar, vibrante, sonoro, tremendo, grita muy fuerte:
—¡A mí me siguen! ¡A mí me aguaitan! ¡A mí me exasperan! ¡Yo no soy conspirador! ¡Yo no soy sino candidato!
Nosotros nos inquietamos también y salimos a las calles para abordar a las gentes bien informadas:
—¿Qué significa todo esto? ¿Miedo o sport?
—Significa más: un plan.
—¿Un plan del gobierno?
—Un plan del gobierno. El gobierno hace sentir sus alarmas. Espía, escruta, acecha. Y el país se intranquiliza. Entonces el gobierno dice que sus adversarios conspiran. Y los persigue.
—¡Si todo eso es pueril! ¡Si todo eso es ocioso!
—No es ocioso. El gobierno tratará como conspiradores a los candidatos de la oposición. Acusará a la minoría. Y excusará todos sus atropellos electorales con el pretexto del orden público amenazado.
Hemos pensado que el señor Villanueva debe ser el consejero del señor Pardo. Eso del orden público amenazado tiene que ser suyo. Lleva su sello y su peculiaridad.
Y hemos pensado también que el gobierno tendrá en el pecado la penitencia, porque si se empeña mucho en fingir que está con miedo, va a acabar teniéndolo.
Y todo será una autosugestión solamente.
Todos: grandes y chicos.
Y solo parece que el señor Pardo se obstina en hacer una excepción y con él, naturalmente, sus servidores, sus gendarmes y sus gentes.
Sentimos que el país desea conciliar el sueño porque ha tenido muchos insomnios, y que los centinelas del señor Pardo no se lo consienten, gritando desesperadamente:
–¡Alerta!
El señor Pardo quiere sin duda alguna obsesionarnos a todos los peruanos. Hace que sus autoridades y sus guardias vigilen, pesquisen, atisben. Y tiene una residencia versátil, cambiadiza y misteriosa. No está quieto en Miraflores. No está quieto en Lima. No está quieto en La Punta.
Las pobres gentes medrosas se preguntan:
—¿Qué pasa?
—No pasa nada.
—¿Y estas alarmas? ¿Y estas desazones? ¿Y estas inquietudes?
—¡Nerviosidades!
Y de repente el señor Torres Balcázar coge la pluma y escribe al ministro de gobierno que lo espían, que lo hostigan, que lo molestan, que quieren presentarlo como un conspirador.
Toda la ciudad se alborota ante la constatación de un malestar vago:
—¿Pero es cierto? ¿Hay temores? ¿Acecha la policía secreta? ¿Rondan las autoridades? ¿Velan los gendarmes?
El señor Torres Balcázar, vibrante, sonoro, tremendo, grita muy fuerte:
—¡A mí me siguen! ¡A mí me aguaitan! ¡A mí me exasperan! ¡Yo no soy conspirador! ¡Yo no soy sino candidato!
Nosotros nos inquietamos también y salimos a las calles para abordar a las gentes bien informadas:
—¿Qué significa todo esto? ¿Miedo o sport?
—Significa más: un plan.
—¿Un plan del gobierno?
—Un plan del gobierno. El gobierno hace sentir sus alarmas. Espía, escruta, acecha. Y el país se intranquiliza. Entonces el gobierno dice que sus adversarios conspiran. Y los persigue.
—¡Si todo eso es pueril! ¡Si todo eso es ocioso!
—No es ocioso. El gobierno tratará como conspiradores a los candidatos de la oposición. Acusará a la minoría. Y excusará todos sus atropellos electorales con el pretexto del orden público amenazado.
Hemos pensado que el señor Villanueva debe ser el consejero del señor Pardo. Eso del orden público amenazado tiene que ser suyo. Lleva su sello y su peculiaridad.
Y hemos pensado también que el gobierno tendrá en el pecado la penitencia, porque si se empeña mucho en fingir que está con miedo, va a acabar teniéndolo.
Y todo será una autosugestión solamente.
Referencias
-
Publicado en El Tiempo, Lima, 4 de febrero de 1917. ↩︎