4.12. El croquis cotidiano

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Hemos ido a buscar a la política en sus escondites y no la hemos encontrado. Y hemos ido a buscarla a la corrida de toros, a La Punta, a Palacio y a otras muchas partes y tampoco la hemos encontrado.
         La política anda esquiva y extraña. Aprovecha el bullicio de los sucesos mundiales para escabullirse y ocultarse. Difícil es asirla, mirarla y sentirla.
         Esto inquieta a las gentes curiosas y perspicaces que se empeñan en seguir la política paso a paso y que se desesperan cuando la política se sustrae a sus miradas.
         Y a nosotros nos inquieta también.
         —¿Qué estarán haciendo los políticos?
         El interlocutor bosteza:
         —Los políticos están pensando en la guerra europea, en el bloqueo submarino y en la nota de la cancillería peruana a Alemania.
         Tal pasa en realidad.
         Las miradas del Perú convergen unánimemente en este instante hacia la persona del ministro de relaciones exteriores. El señor Enrique de la Riva Agüero es una figura sensacional y eminente en la actualidad. Su nombre suena junto con los nombres de los grandes cancilleres de la hora presente.
         El mundo entero lee en las columnas de la información cablegráfica:
         —Lansing, Bethman Hollweg, Briand, Lloyd George, Jimeno, Riva Agüero, Murature, etc., etc., etc.
         Y el señor García y Lastres siente una envidia muy grande por esto. Piensa que el ministro de hacienda debía ser el que formulase las reclamaciones internacionales. Mira con rivalidad al ministro de relaciones exteriores. Cree que es una injusticia que el ministro de hacienda no pueda llegar a la celebridad en un minuto como este.
         El país se pasa las horas mirando al señor Enrique de la Riva Agüero y leyendo su nota a Alemania.
         Tiene un orgullo inmenso de hallarse apostrofando a la misma nación cuyo poderío arredra al mundo y cuyos submarinos asolan los mares, y se da cuenta de que está en el trance más emocionante de su vida.
         Hay en las calles preguntas ingenuas que son así en las bocas de los chicos:
         —¿Es cierto, papá, que le vamos a declarar la guerra a Alemania?
         Como para estas preguntas no existe respuesta, insisten una y dos veces:
         —¿Es cierto, papá?
         Y entre tanto, nosotros que necesitamos cotidianamente a la política, debemos desesperarnos y lamentarnos.
         Apenas si las elecciones próximas y los intereses que alrededor de ellas se agitan nos consuelan un poco.
         Apenas.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 12 de febrero de 1917. ↩︎