4.11. Verano político

  • José Carlos Mariátegui

 

         1El eco del formidable conflicto yanqui-germano y el eco del hundimiento de la “Lorton” nos tienen tan ensordecidos que ya no se siente aquí a ratos las palpitaciones de la política.
         Y la política, más aviesa que nunca, más sigilosa que nunca, más astuta que nunca, se esconde como una tortuga o como un caracol dentro de su caparazón, y se da a la intriga silente y redomada.
         Nosotros, los pobres comentaristas de la política y de sus cosas, andamos desesperados. No nos conformamos con que la política quiere tener también sus vacaciones. No nos avenimos con que aproveche el bullicio de los graves sucesos universales para esconderse y escaparse. No transigimos con sus cautelas y con sus fugas.
         Toda la ciudad se ha entregado a la glosa de los tremendos acontecimientos europeos y americanos y se ha olvidado casi de la política. Y se habría olvidado también de hablar mal del gobierno si el gobierno, no tuviera en este momento una actuación que lo mantiene a la moda.
         Las gentes no hablan sino de Alemania y de Estados Unidos, del ABC y de España y exclaman:
         —¡Ya el Perú está también en el conflicto!
         Y saltan de contento:
         —¡Qué gusto! ¡Qué gusto!
         Y tornan a saltar:
         —¡Ya le vamos a declarar la guerra a Alemania! ¡La conflagración ha llegado hasta aquí! ¡Vamos a movilizar nuestra escuadra! ¡Vamos a movilizar nuestro ejército!
         Y dan volatines:
         —¡Qué rico! ¡Qué rico!
         No hay manera de llevar a las conversaciones la política. Fracasan nuestros máximos esfuerzos de periodistas. Estamos confundidos.
         Abordamos a las gentes callejeras y las gentes callejeras nos dejan en las mismas.
         —¿Y la política?
         —¡Quién se ocupa ahora de la política!
         —¿Y las elecciones?
         —Las elecciones están muy lejanas.
         —¿Y el señor Pardo?
         —El señor Pardo está en su puesto.
         —¿Y el señor Riva Agüero?
         —El señor Riva Agüero está apostrofando a Alemania.
         —¿Y el señor García y Lastres?
         —El señor García y Lastres está en inteligencias con el señor Mac Adoo.
         —¿Y no hay nada más?
         —¡Nada! ¡Nada! ¡Solo el conflicto yanqui–germano! ¡Solo la guerra!
         Y mientras tanto también en el país hay conflagración y hay guerra y hay inquietud y hay desazón. Una partida de treinta y cinco hombres armados anda en malas aventuras en la provincia de Bongará y alarma al decano. Una sublevación de indígenas estalla en la provincia de Huancané. Una agitación tremenda conmueve la provincia de Cutervo.
         La ciudad da grima.
         Y asustada la política se va a veranear en los balnearios.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 11 de febrero de 1917. ↩︎