4.10.. Escribe el doctor Urquieta…

  • José Carlos Mariátegui

 

         1Hay que pensar que solo porque Arequipa está tan lejos de Lima, el doctor Urquieta no se ha fijado aún en que las ubicaciones son gobiernistas.
         Solo por eso.
         Y es que los liberales de Lima le han gritado al doctor Urquieta, desde la Telefunken, que las ubicaciones son de los partidos civil y liberal y no son del Gobierno.
         El doctor Urquieta, que tiene una buena fe muy grande, ha sentido que los liberales, sobre todo cuando le gritan desde la Telefunken, no pueden engañarlo, y ha transigido con las ubicaciones.
         Un diario de Arequipa que no es liberal, le ha dicho lo contrario y le ha afirmado que las proclamaciones del comité bipartito han obedecido los deseos del señor Pardo.
         Y el lírico, romántico y bizarro jefe de los liberales del Sur ha protestado, poniéndose una mano sobre el corazón:
         —¡No es cierto! El encasillado no es cosa del Gobierno. Si lo fuera, yo no aceptaría el puesto que me han dado en él. El encasillado es cosa de los partidos civil y liberal. ¡Yo estoy seguro de esto!
         Los periodistas arequipeños, que son muy socarrones, le han respondido con sorna:
         —¡Ajá! Y si el encasillado no es cosa del Gobierno, ¿por qué no lo ubican a usted en Moquegua? ¿No es verdad que la mayoría de Moquegua no quiere a los señores Barrios? ¿Por qué se sojuzga a esa mayoría? ¿No está viendo usted en eso la mano del Gobierno, doctor Urquieta?
         Ignoramos lo que habrá pensado entonces el doctor Urquieta. No lo dice el correo. No lo dice el telégrafo. No lo dice la cartomancia. No lo dice el corazón.
         Pero sentimos que el doctor Urquieta habrá vuelto a dirigir los ojos a Lima y a la torre de la Telefunken, para preguntarles a sus amigos del partido liberal si los periodistas arequipeños, mienten.
         Y que sus amigos del partido liberal le habrán gritado:
         —¡Mienten!
         Y que el doctor Urquieta habrá tornado a creer en sus amigos.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 10 de febrero de 1917. ↩︎