2.10.. Un día más - Guardia republicana

  • José Carlos Mariátegui

Un día más1  

         Efemérides.
         La epopeya libertadora. La batalla de Ayacucho. La canción nacional. Y la Sociedad Fundadores de la Independencia.
         Queremos discursos. Anhelamos discursos. ¿Quién sabría decirnos un discurso?
         Todo nuestro patriotismo está soliviantado, exaltado, hiperestiado, y pide a gritos que lo arenguen, que lo conmuevan y que lo sacudan.
         Sentimos en el alma no saber las señas de la casa del señor Izcue. El señor Izcue nos diría seguramente un discurso.
         Pasa el señor Cornejo. Y lo detenemos:
         —¡Señor, señor! ¡Necesitamos que usted hable! ¡Necesitamos su palabra y su sabiduría!
         Y el señor Cornejo nos niega su palabra y su sabiduría:
         —¿Un reportaje?¡Imposible!¡¡Absurdo, absurdo!¡Yo no sé nada de la política!
         ¡Yo no sé nada de la prórroga del presupuesto!
         Rectificamos:
         —No queremos que nos hable usted del gobierno. No queremos que nos hable usted del presupuesto. Queremos que nos hable usted de la batalla de Ayacucho. Nuestro patriotismo lo pide.
         Pero el señor Cornejo se sonríe y nos dice:
         —¡Ustedes quieren hacerme un reportaje político! ¡Ustedes me engañan!
         Y se va convencido de que hemos querido hacerle caer en una trampa. Esto nos acongoja.
         ¿Por qué se duda de nuestra ingenuidad? ¿Por qué se piensa que nuestras almas no son diáfanas, inocentes, claras y evangélicas?
         Tenemos ganas de echarnos a llorar a mitad de la calle.
         Pasa el señor Manzanilla. Y también le detenemos:
         —¡Señor, señor! ¡Un requerimiento que no es un requerimiento político!
         ¿Qué nos dice usted de la batalla de Ayacucho? ¿Qué nos dice usted de Sucre? ¿Qué nos dice usted de Córdoba?
         Y el señor Manzanilla también duda de nosotros:
         —¡Perdón, amigos míos! Yo no soy historiógrafo. Yo no sé de esas cosas. ¡Si ustedes quieren, les hablaré de la legislación obrera!
         Nos quedamos solos.
         Nos consternamos.
         Pasa el señor Javier Prado y Ugarteche en automóvil.
         Y pasa igualmente en automóvil el señor Amador del Solar.
         Seguimos parados sobre el sardinel, pidiendo un discurso sobre la efeméride. Anhelamos que nos toquen el himno nacional. Soñamos en los fuegos artificiales.
         Y viene luego a nosotros el señor Balbuena y nos abraza con efusión:
         —¡Grandes periodistas! ¿Qué hacen ustedes aquí parados?
         Le respondemos tristemente:
         —Nada.
         El señor Balbuena sigue afable y cariñoso.
         —¡Yo les he estado buscando!
         Le damos las gracias.
         Y nos quedamos fríos.
         El señor Balbuena no sabe contenerse:
         —¡Yo los he estado buscando ansiosamente! Sé que ustedes quieren una conversación sobre la batalla de Ayacucho. ¡Y supongo que ustedes me estarán buscando, mis grandes amigos, mis grandes periodistas!

Guardia Republicana  

         La megalomanía realista del señor Pardo ha querido un nuevo gesto.
         Un gesto grande, un gesto sensacional, un gesto sonoro.
         El señor Pardo tiene ensueños dinásticos y siente que es muy grande la amargura de conciliarlos con las modalidades democráticas de la república que le ha hecho su presidente.
         Ha llamado al señor Concha y le ha dicho:
         —Yo quiero una guardia de corps. Yo necesito una guardia de corps. Medite usted en esto.
         Y el señor Concha ha llamado a su turno al ministro de guerra y le ha trasmitido:
         —El señor Pardo quiere una guardia de corps. El señor Pardo necesita una guardia de corps.
         Y el señor ministro de guerra se ha quedado pensativo mucho rato.
         Más tarde ha declarado:
         —¿Una guardia de corps? ¡Imposible!
         Pero el señor Pardo y el señor Concha se han obstinado:
         —¡Una guardia de corps! ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Ahora que no hay presupuesto! ¡Ahora que no hay quien chille!
         Y el señor Pardo ha añadido:
         —¿Para qué sirve la gendarmería? ¿Qué objeto tiene la gendarmería? Hay que sustituirla con una guardia de corps.
         Y ha dicho que era de muy mal gusto mantener a los gendarmes.
         ¡Los gendarmes!
         Para regalo del espíritu presidencial, el señor Concha ha hallado una fórmula conciliatoria.
         El gobierno del señor Pardo no puede crear una guardia de corps.
         Pero creará una Guardia Republicana.
         La gendarmería va a cambiar de nombre y de uniforme.
         El comentario callejero dice:
         —Esto de las guardias es hereditario. Don Manuel Pardo estableció la Guardia Nacional. Don José Pardo va a establecer la Guardia Republicana…


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 10 de diciembre de 1916. ↩︎