2.19. Mixtura - Aniversario

  • José Carlos Mariátegui

Mixtura1  

         Ayer la Cámara de Diputados quiso dejarse ver la cara un ratito. Tres días hacía que se recataba de los ojos del público. La guardia militar y los conserjes ponían entre ella y el público una valla inexorable. Y los diputados se sentaban en torno del ministro de relaciones para escuchar de sus labios el relato de los amores y amoríos del Perú. Hay quienes afirman que el ministro de relaciones se situaba a mitad del hemiciclo y que los diputados se situaban en su rededor puestos en cuclillas. Sobre el ministro de relaciones y sobre los diputados, la farola trágica temblaba. Y el señor Castillo, que está convencido de que una neumonía le amenaza desde una rendija de la farola, se alzaba las solapas de la americana y se encogía en su sillón. Y el señor Abelardo Gamarra, que tiene idénticos temores, exclamaba:
         —¡Ese “chiflón”!
         Y se estremecía de frío, con las manos en las faltriqueras.
La farola sigue siendo motivo de pavor para los diputados. Sigue asustándoles. Sigue intimidándoles como a chiquillos. En sus comentarios a la sordina se dicen sigilosamente:
         —¡Esa farola!
         Y temen decirlo en voz alta por temor de suscitar la indignación de la farola. “Bajo la farola” escribimos nosotros como epígrafe de la sesión de anteayer y los diputados lo interpretaron como de mal agüero.
         La sesión fue animada. Largo despacho. Muchas iniciativas. Muchos dictámenes. La cámara está en un instante de actividad.
         El señor Cox y el señor Secada protestaron de que en Trujillo se haya resucitado el régimen de las sableaduras y de los atropellos. Y pidieron que diese explicaciones el señor ministro de gobierno. Mala suerte ha tenido el señor García Bedoya. Desde que es ministro de gobierno, se suceden las sableaduras y los atropellos. Cada guardia civil se siente un energúmeno. Y cada gendarme se siente más energúmeno que un guardia civil, lo cual es casi hiperbólico.
         Y volvió a encenderse el debate alrededor del encauzamiento de los ríos de Ica. Y volvió a intervenir a nombre de Chincha, con gran indignación del señor Moreno, el terrible señor Macedo. El señor Moreno había recibido un telegrama de su provincia y tenía pensado un pedido. El señor Macedo había recibido el mismo telegrama y tenía pensado hacer también un pedido. Y como es más ducho que el señor Moreno en achaques parlamentarios, se había apresurado a pedir la palabra en secretaría. Y apenas se iniciaron los pedidos se puso de pie, con su telegrama en la mano, para meterse en las cosas de Chincha y disgustar al señor Moreno. Y trató agresivamente al señor ministro de fomento, confundiéndolo acaso con el director de la Filarmónica.
         Luego se interrumpió la sesión. Se pasó a sesión secreta, para escuchar las explicaciones de los señores ministros de fomento y relaciones exteriores sobre el asunto de las concesiones de montaña.
         Hubo, pues, así sesión pública y sesión secreta en una misma tarde. El señor Gamarra la comentaba así:
         —¡Sesión “cabeceada”!
         Y el señor Balbuena, que rondaba nostálgico por los pasillos y que sigue siendo finísimo y modernista en la frase, añadía:
         —¡Mixtura!

Aniversario  

         Ayer celebró el señor Pardo el primer aniversario de su período presidencial. Y hubo besamanos en Palacio. Las gentes de la política asistieron a hacerle cumplidos al señor Pardo. Y el señor Pardo sentía la misma satisfacción que sienten las niñas bonitas el día de su santo. Probablemente se sorprendía de que no le enviasen flores y otros cortesanos y gentiles obsequios.
         Un año de presidente de la república ha cumplido el señor Pardo. Un año durante el cual ha venido haciendo la felicidad de la patria. Un año durante el cual le han preocupado arduamente la decoración y la pintura de los salones de palacio. Un año durante el cual ha seguido honrando y enorgulleciendo a Miraflores con el honor de su permanente residencia en esa villa. Un año durante el cual ha sido el más dandi y el más snob de nuestros presidentes. Un año durante el cual ha tenido arduas preocupaciones de estética y de escenografía. Un año durante el cual ha titubeado once meses para dar de baja a un diplomático por razones de familia.
         No se dirá, pues, que el señor Pardo no tiene títulos para celebrar con orgullo este aniversario.
         Y con él lo ha celebrado el gran mundo social que ha estado en Palacio a felicitarlo. Y con el gran mundo social, el país entero que no ha estado en Palacio a felicitarlo.
         Solo que el regocijo del señor Pardo y el regocijo del país acaso se diferencian sustancialmente. Porque podría ocurrir que el país, que es muy ingrato, se alegre, no de que haga un año que el señor Pardo nos gobierna, sino de que se haya cumplido el primer año del gobierno del señor Pardo…


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 19 de agosto de 1916. ↩︎