1.9. Descanso dominical - Candidato en marcha

  • José Carlos Mariátegui

Descanso dominical1  

         La política cumple el precepto divino. Se ajusta a la ley mosaica. Pero solo en cuanto al descanso dominical. Se asiste y trabaja seis días. El sétimo descansa. Duerme a pierna suelta o se va de juerga o se recata honesta y religiosamente. Los días domingos, los políticos dejan casi de serlo. Se suspenden los ajetreos, se paralizan las maniobras, cesan las intrigas. Las únicas personas importantes que trabajan los domingos somos los periodistas.
         El día de ayer fue, como para todos, día domingo para la política. El señor Pardo se quedó en la plácida y honesta tranquilidad de su casa de Miraflores. En la paz del hogar como diría el doctor don Juan Bautista de Lavalle, que se regala y expansiona en los encantos de la vida íntima, de la placidez doméstica, del yantar hogareño, de la velada familiar, del juego de prendas, de la abuelita haciendo crochet y de las horas de descanso para el espíritu. Y es la paz del hogar la que goza el señor Pardo los días domingos. En el gabinete presidencial de palacio, los edecanes hacen comentarios, toman té con pastas y juegan tresillo.
         Los diputados y senadores que llegan de provincias, tuvieron ayer programa festivo. Las carreras, el teatro argentino, Paco Ares, el Zoológico. Traen todos a Lima un gran contento. Hablan de la guerra europea. Se refocilan con la proximidad de las fiestas patrias. Si hubieran perdido, por culpa del tren o del vapor, las fiestas patrias, grandes habrían sido su desolación y sus quejas. Les entusiasman los fuegos artificiales, las iluminaciones, las guirnaldas, las banderas, las nochebuenas.
         Ayer los constitucionales dejaron en descanso las armaduras, los arcos y las panoplias. Hicieron un armisticio. También respetan obedientemente la ley mosaica. Descansan los días domingos. Y las fiestas de guardar, como agrega la santa iglesia católica. El General Cáceres no hizo visitas. Se quedó en su casa. Arrellanado en un sillón y con gorro casero, pensaba en el porvenir. Evocaba la campaña de La Breña. Leía los diarios de la mañana.
         El comentario público decía que la iniciativa de la nueva convención, hacía su camino. La circular de los constitucionales haciendo oficialmente su invitación, está ya lista. La respuesta de los futuristas fue sacada en limpio el sábado. Le falta únicamente la fecha. La firma del señor Riva Agüero está ya puesta. Y los futuristas prominentes han comenzado a tener el temor de que los constitucionales no pasen circular alguna y los dejen con la contestación escrita. Y la contestación, como ya hemos dicho, es todo un manifiesto sobre las ideas comunales del partido. Una amplia exposición de principios y opiniones. Muy jugosa, muy sazonada, muy interesante, muy bien escrita.
         El señor Belaunde, encantado con la exposición, es el que no abandona la certidumbre de que se publica. Y dice, a la sordina para que no le escuchen en Palacio donde no se mira bien al futurismo:
         —Si los constitucionales se arrepienten, buscaremos otro pretexto para la postura.

Candidato en marcha  

         El doctor Manuel Bernardino Pérez vuelve a ser candidato. Hace algunos años que la nostalgia de la cámara lo consume. Triste y taciturno, busca una distracción para sus penas. En su cátedra de la universidad, les cuenta anécdotas a los estudiantes. En su gabinete de abogado, le hace amena tertulia a su clientela. En el club y en las confiterías, le da a cada amigo un festivo comentario, que suena indiscreto y breve como un rezongo. Pero la nostalgia de la Cámara no lo abandona. Cuando leía los debates parlamentarios se entusiasmaba y quería ir a dar sus pareceres más ladinos. Y se abstenía de presentarse en una sesión, por miedo de que la costumbre le llevase a meterse en la discusión y hacer interrupciones risueñas. Y las gentes, como han tenido hábito de verle de diputado, no recuerdan siempre que no lo es, y a veces le han dicho, en presencia de una situación legislativa:
         —¡Cómo doctor! ¿Y Ud. qué hace? ¿Por qué no interviene? ¿Qué dice Ud.?
         En el alma nostálgica del doctor Peréz que, a pesar de todas sus apariencias, tiene un fondo romántico y sentimental, tales equivocaciones despiertan y avivan recuerdos un poco sombríos. Cuando el doctor Peréz ha oído que le hablaban de este modo y cuando esto ha ocurrido en una confitería, silenciosamente le ha dado la espalda al amigo que interrogaba, ha ido al mostrador, ha destapado un frasco de chocolates, se ha comido uno y no ha contestado nada. El chocolate tiene la virtud de endulzarle la boca y el alma.
         Hoy el señor Pérez es candidato a la diputación por Pataz. El gobierno le apoya. Se inician ya, con el amparo oficial, sus trabajos electorales. En Pataz todo el mundo sabía de oída quién era el señor Peréz y lo admiraban. Los chicos tienen su retrato, recortado de los periódicos. Los contribuyentes admiran al señor Pérez. Los electores lo aman. El subprefecto lo patrocina. El médico titular lo exalta. Solo el cura le detesta y enciende lámparas y bujías para que esta candidatura se la lleve el diablo.
         Y la candidatura del señor Pérez es unánimemente consultada y aplaudida. Pero hay malévolos que dicen:
         Mal augurio. La candidatura del señor Pérez trae terribles presagios. Hace algunos años fue la semilla de la discordia. Por él disputaban bloquistas y leguiístas. Tiene “jettatura”, anuncia tempestad y, según el mismo señor Pérez, la historia se repite…

Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 24 de julio de 1916. ↩︎