1.15. Carreras clásicas - Hoy

  • José Carlos Mariátegui

Carreras clásicas1  

         Ya hemos dicho que la política respeta el mosaico precepto del descanso dominical. Trabaja seis días y descansa el sétimo. Ya descansó la política que también ha estado de fiesta cívica durante varios días. En estos días la política se ha sentido efusiva, abnegada, entusiasta, patriótica y alborozada, ha bebido champagne, ha creado la canción nacional en el Palais Concert y se ha paseado en automóvil o en coche para ver la iluminación eléctrica y los embanderamientos callejeros.
         El Excmo. señor Pardo no buscó esta vez la paz del hogar. Se puso tarro y levita y fue a las carreras. Gente aviesa le había insinuado la posibilidad de que espectadores mal agradecidos y procaces, prorrumpiesen en absurdos y groseros silbidos a su llegada al hipódromo. Pero el señor Pardo no supo prestar oídos a tales augurios infundados y fue heroicamente en busca del peligro. No podía concebir que la ingratitud nacional fuese tanta que quisiera hacérsele ostensible en un espectáculo aristocrático y de buen tono. Y, efectivamente, no se equivocó el señor Pardo. La ingratitud nacional no llegó al extremo de morderlo en un hipódromo. El público de las carreras, mesurado, gentil y elegante, recibió a S. E. sin efusiones, pero con cortesía. Saludos y algunas palmas. Verdad que muy pocas, que poquísimas, que casi insensibles, que, amortiguadas por los guantes, pero palmas, al fin y al cabo. Hacía ya algún tiempo que el señor Pardo no escuchaba aplausos. Los últimos que oyó no fueron para él sino para su abuelo don Felipe Pardo y Aliaga, autor de El niño Goyito.
         S. E. gusta también de las carreras. Pertenece a una especie de ciclo de presidentes sportman que va teniendo el Perú. Es un entendido en handicaps, performances, breedings, castas y teorías de Bruce Lowe. Conoce los pelajes de los caballos. Presiente a los ganadores. No va cotidianamente a las carreras, porque le parece de mal gusto exhibirse frecuentemente. Solo transige con su asistencia en las grandes solemnidades. Ayer fue una de ellas. La orquesta tocó en su obsequio el himno nacional; las gentes, en obsequio al himno nacional, se pusieron de pie; las apuestas, en obsequio al Jockey Club, fueron copiosas, y los caballos, en obsequio a no se sabe quién, se esforzaron por el triunfo. Todo lo auspiciaba el señor Pardo desde la tribuna presidencial.
         Gentilmente, el señor Pardo se dignó abandonarla por un instante para pasear el paddock y ver de cerca a los caballos. El presidente del Jockey Club, doctor Prado y Ugarteche, le hizo los honores de la casa. Y el señor Pardo estaba muy contento de que fuese él quien se los hiciese. Apenas si extrañaba la presencia de un señor Barreda en la presidencia, hasta ayer dinástica, del Jockey Club…

Hoy  

         Las jornadas parlamentarias van a comenzar con anticipación. No esperan el 1° de agosto. No. Quieren aprovechar el 31 de julio, porque el 31 de julio ha caído en lunes. Hoy mismo van a realizar las cámaras sus primeras sesiones. Y acaso hoy mismo van a comenzar las operaciones ofensivas de la minoría. La minoría no quiere perder tiempo y está entusiasta y animosa como una compañía de “poilus”.
         La repercusión de la primera jornada parlamentaria y del fracaso de un candidato liberal, apellidado de modo aristocrático como una transacción con el civilismo, está en el ambiente todavía. Aún la percibe sobre todo el doctor Durand, que se preguntaba si cabría aún una reconsideración de la elección de vicepresidente. Tan embarazado por este problema ha estado el doctor Durand que no ha querido unirse al holgorio de las fiestas patrias. No ha estado en la instalación del congreso; no ha estado en el corso de flores; no ha estado en el concierto de la filarmónica; no ha estado en las carreras de caballos; no ha estado en la nochebuena; no ha estado en los fuegos artificiales. Graves preocupaciones le han absorbido.
         Los constitucionales conservan intacto todo su ardor de combate. El general Cáceres sigue con la mano en el puño de la espada. El doctor Osores sigue ajochando al general Cáceres para que la desenvaine y amedrente a todo el mundo. Hay un ambiente de lucha en el campamento constitucional. Si no de lucha, por lo menos de simulacro, que ya es bastante.
         Y al decir del rumor público, la minoría oposicionista de diputados querrá hoy mismo derribar de un soplo al gabinete. Y es posible que el gabinete resuelva a última hora no aguardar la agresión de la minoría y tornar a la paz doméstica. En este caso, la opinión diría que el gabinete ha capitulado antes de la primera batalla…


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 31 de julio de 1916. ↩︎