1.11. Training - Milagro bíblico

  • José Carlos Mariátegui

Training1  

         La figura afable de la oposición es la del señor don Juan Manuel Torres Balcázar. El señor Torres Balcázar visto de cerca y de lejos parece persona agresiva y destemplada. Sus opiniones no se concilian con la sonrisa. La ha proscrito un tanto de su fisonomía. Y no comprende cómo el señor Manzanilla y el señor Balbuena y tantas otras personas hacen abuso y prodigalidad de ella. Pero el señor Torres Balcázar, a pesar de tales apariencias hoscas, es persona llena de amabilidades y gentilezas. Igual que el señor Peña Murrieta, tiene entre sus adversarios tantas simpatías como entre sus compañeros. Es la suya una personalidad bizarra, pero al mismo tiempo galante y cortesana. Lima entera le quiere. Su popularidad y sus simpatías son enormes. Es un tribuno que se halla en los aledaños de la inmortalidad.
         Hace dos días fue el cumpleaños del señor Torres Balcázar. Todo Lima le felicitaba; todo Lima le agasajaba; todo Lima le aclamaba. Un núcleo de amigos le había invitado a un banquete. Y el señor Torres Balcázar había tenido que decirles:
         —Hoy no puedo. Muchas gracias. Estoy comprometido para otro banquete.
         Y luego el núcleo invitante modificaba:
         —Entonces mañana.
         Y otro grupo solicitaba después al señor Torres Balcázar. Y el señor Torres Balcázar y sus amigos tenían que acabar en un convenio que difería la fecha del nuevo banquete.
         Solo hoy concluye la serie de banquetes al señor Torres Balcázar. Hoy le obsequian sus amigos de la cámara. El señor Torres Balcázar pronuncia hoy su último brindis. Porque ésta ha sido la significación que para el señor Torres Balcázar ha tenido su cumpleaños. Un obligado entrenamiento de su oratoria. Hace tres días que no hace otra cosa que pronunciar brindis. Todos ellos elocuentísimos y vibrantes. El aniversario del señor Torres Balcázar tiene la oportunidad de anteceder muy cercanamente a las sesiones de la cámara. Nosotros pensamos que todos los oradores parlamentarios, del Perú y del mundo, debían tener igual oportunidad en sus natalicios.
         La inauguración del congreso sorprende, pues, al señor Torres Balcázar en pleno training. No habrá quién le discuta. No habrá quién se le enfrente. Está formidable de elocuencia. Ha pronunciado hasta ahora innumerables discursos. Solo que todos ellos han sido discursos cortesanos y amables. Oratoria galante. Oratoria de cumplido. Oratoria de sobremesa y de champaña. En el parlamento tendrá que tornarse en oratoria de combate. Esto del entrenamiento ha sido, como quien dice, una salva gentil y caballeresca. Un saludo a la bandera.

Milagro bíblico  

         Ayer, inocentemente, como decimos nosotros todas las cosas, decíamos que el señor Durand, en la presidencia del concilio de los liberales, había puesto evocaciones de pasaje bíblico. Y que había repartido un bizcocho muy grande entre todos los liberales, igual que el divino galileo unos panecillos y unos peces entre los peregrinos que oían sus parábolas. Y que el concilio había semejado en su último instante una cena pascual.
         Pues bien, todas las evocaciones que nosotros, por pura divagación y ociosidad, quisimos atribuirle, son absolutamente ciertas. El concilio ha sido milagroso. Bíblicamente milagroso.
         En los diarios de la mañana de ayer, se publicó una nota oficial de los liberales, que consignaba los nombres de los liberales representantes, reunidos antenoche bajo la augusta presidencia del doctor Durand. Los consigna como una demostración de fuerza:
         —Aquí, cogidos de las manos, compactos, decididos, resueltos, estamos todos los que somos. ¡Y miren ustedes cuántos somos los que aquí estamos!
         Pero aquí las gentes son incrédulas, malévolas y observadoras. Y se dieron rápida cuenta de que en la lista había engaño. Y gritaron:
         —¡La han hinchado!
         Y cogían un lapicito, las listas de pasajeros, las nóminas de representantes y apuntaban:
         —¡Fulano no está en Lima! ¡Mengano es civilista! ¡Zutano no se incorpora!
         Y, efectivamente, en la lista hay milagrosa multiplicación. El señor Durand ha anotado nombres, nombres, más nombres. Después los ha contado y los ha puesto en ella. Y el milagro ha sido hecho.
         Un amigo nos gritaba así:
         —¡Esta es estrategia de montonera! El señor Durand no se olvida de sus tácticas revolucionarias. Los revolucionarios criollos hacen así. Arman espantajos en las puntas de los cerros con un palo y un poncho y un sombrero.
         Cartas minuciosas que nos han llovido, dicen:
         —El señor Manuel J. Mendoza no está en Lima. El señor Benjamín Flores no está en Lima. El señor Saturnino Bedoya no está en Lima. El señor Pérez Velásquez no está en Lima, ni viene tampoco.
         Y antenoche mismo en el Palais Concert, delante de varios representantes, el señor Arturo Vidal, declaraba precavido:
         —Yo que he sido siempre tan civilista. Yo que sigo siéndolo. ¡Porque yo sigo siendo civilista!
         Y nadie le contradecía.


Referencias


  1. Publicado en El Tiempo, Lima, 26 de julio de 1916. ↩︎