6.5. El premio de pintura
- José Carlos Mariátegui
Al margen de un retrato1
Esta es Juanita Martínez de Latorre, la gentil artista que en el concurso Concha ha alcanzado los honores del triunfo.
La elocuencia infinita del retrato hace inútil deciros cómo es ella. Sus ojos grandes y expresivos reflejan la honda delicadeza de su espíritu selecto. En el fondo sereno y claro de sus pupilas, parecen asomarse fugitivas visiones de ensueño. Ellas os dirán más de lo que podría contaros mi prosa desaliñada y torpe.
Si fuera más hábil mi pluma y dispusiera hoy de espacio y tiempo menos mezquinos, haría el más alto y exquisito de los elogios: el de sus manos. Manos blancas, manos puras y aristocráticas como lirios, hechas para arrancar maravillosas melodías al teclado de un clave dulcísimo, para urdir impalpables encajes en la penumbra de una estancia aladinesca, para aprisionar en hermosos cuadros la divina armonía de una aurora, la quietud polícroma y dormida de un paisaje, mariposas sutiles y ángeles rubios. Manos que son el trasunto milagroso de un alma de artista.
Fue tal vez en una noche, noche plena de luna y poesía, que un hada bondadosa ungió artista a esta niña. Igual hubiera podido ungirla princesa en épocas más remotas y caballerescas. Pero en estos tiempos de doloroso prosaísmo, quiso el hada buena dotarla de ricas sensibilidades.
Y es por esto, Juanita Martínez de Latorre, quizá el más artístico y selecto temperamento femenino de esta tierra. Ese grande y bondadoso artista que se llamó Astete supo comprenderla y otro pintor de magnífico talento y vasta escuela, que busca hoy en tropicales y vírgenes lejanías tema fecundo para sus cuadros, adivinó la extraordinaria afición que en ella se escondía. El sello de delicadeza y honda intuición que en sus cuadritos ha puesto, ha bastado para opacar todas las deficiencias técnicas y conquistarle el merecido galardón de este premio. Y si hubo dudas y vacilaciones en el criterio del jurado, la suerte, más sabia que todas las decisiones de los hombres, quiso discernírselo.
De su talento, debidamente cultivado, hay derecho para esperar en breve plazo, una producción pictórica que prestigie el arte nacional. Querría yo mientras tanto saber encerrar en el más puro y exquisito de los versos un pensamiento lleno de poesía, y escribir al margen de su retrato el más delicado de los madrigales…
La elocuencia infinita del retrato hace inútil deciros cómo es ella. Sus ojos grandes y expresivos reflejan la honda delicadeza de su espíritu selecto. En el fondo sereno y claro de sus pupilas, parecen asomarse fugitivas visiones de ensueño. Ellas os dirán más de lo que podría contaros mi prosa desaliñada y torpe.
Si fuera más hábil mi pluma y dispusiera hoy de espacio y tiempo menos mezquinos, haría el más alto y exquisito de los elogios: el de sus manos. Manos blancas, manos puras y aristocráticas como lirios, hechas para arrancar maravillosas melodías al teclado de un clave dulcísimo, para urdir impalpables encajes en la penumbra de una estancia aladinesca, para aprisionar en hermosos cuadros la divina armonía de una aurora, la quietud polícroma y dormida de un paisaje, mariposas sutiles y ángeles rubios. Manos que son el trasunto milagroso de un alma de artista.
Fue tal vez en una noche, noche plena de luna y poesía, que un hada bondadosa ungió artista a esta niña. Igual hubiera podido ungirla princesa en épocas más remotas y caballerescas. Pero en estos tiempos de doloroso prosaísmo, quiso el hada buena dotarla de ricas sensibilidades.
Y es por esto, Juanita Martínez de Latorre, quizá el más artístico y selecto temperamento femenino de esta tierra. Ese grande y bondadoso artista que se llamó Astete supo comprenderla y otro pintor de magnífico talento y vasta escuela, que busca hoy en tropicales y vírgenes lejanías tema fecundo para sus cuadros, adivinó la extraordinaria afición que en ella se escondía. El sello de delicadeza y honda intuición que en sus cuadritos ha puesto, ha bastado para opacar todas las deficiencias técnicas y conquistarle el merecido galardón de este premio. Y si hubo dudas y vacilaciones en el criterio del jurado, la suerte, más sabia que todas las decisiones de los hombres, quiso discernírselo.
De su talento, debidamente cultivado, hay derecho para esperar en breve plazo, una producción pictórica que prestigie el arte nacional. Querría yo mientras tanto saber encerrar en el más puro y exquisito de los versos un pensamiento lleno de poesía, y escribir al margen de su retrato el más delicado de los madrigales…
J.C.M
Referencias
-
Publicado en La Prensa, Lima, 1 de enero de 1915. ↩︎
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