5.10.. El caballero Carmelo
- José Carlos Mariátegui
Libro de cuentos de Abraham Valdelomar1
Abraham, grande y buen amigo:
Yo no puedo hablar ni de tus libros, ni de tus prosas, ni de tus versos, sino de ti mismo. Dejo a la gente de buen entendimiento y de puro corazón el elogio de cuanto tú has escrito, superficial o profundo, frágil o duradero, para noble contentamiento de muchos, cristiana indulgencia de otros tantos y sórdido enojo de los demás. Tus versos, tus artículos y tus cuentos solo son la palpitación dispersa, desordenada y eventual de tu extraordinario espíritu. Y yo, que tantas veces he penetrado en tu espíritu, no puedo, por eso, hablarte de lo que de él extraen tus manos de artista, que es lo más pequeño, sino de lo que en él se esconde, que es lo más grande. Yo que parezco huraño, silencioso y oscuro para casi todas las gentes, he hallado siempre un grato regalo en el coloquio contigo, soy probablemente una de las personas que más te admiran y que mejor te comprenden. Y soy acaso el que, más tarde, si esta desapacible actividad periodística a que me tienen entregado mi mal destino y mi poca voluntad no me consume y me mata, escribirá tu novela y tu exégesis para que las generaciones venideras te quieran como no te quisieron las generaciones que alrededor de tu arte y de tu persona vivieron, comieron, medraron, holgaron, engordaron, y se acabaron, despreocupadas, adiposas y felices…
Yo no puedo hablar ni de tus libros, ni de tus prosas, ni de tus versos, sino de ti mismo. Dejo a la gente de buen entendimiento y de puro corazón el elogio de cuanto tú has escrito, superficial o profundo, frágil o duradero, para noble contentamiento de muchos, cristiana indulgencia de otros tantos y sórdido enojo de los demás. Tus versos, tus artículos y tus cuentos solo son la palpitación dispersa, desordenada y eventual de tu extraordinario espíritu. Y yo, que tantas veces he penetrado en tu espíritu, no puedo, por eso, hablarte de lo que de él extraen tus manos de artista, que es lo más pequeño, sino de lo que en él se esconde, que es lo más grande. Yo que parezco huraño, silencioso y oscuro para casi todas las gentes, he hallado siempre un grato regalo en el coloquio contigo, soy probablemente una de las personas que más te admiran y que mejor te comprenden. Y soy acaso el que, más tarde, si esta desapacible actividad periodística a que me tienen entregado mi mal destino y mi poca voluntad no me consume y me mata, escribirá tu novela y tu exégesis para que las generaciones venideras te quieran como no te quisieron las generaciones que alrededor de tu arte y de tu persona vivieron, comieron, medraron, holgaron, engordaron, y se acabaron, despreocupadas, adiposas y felices…
JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI.
JUAN CRONIQUEUR
JUAN CRONIQUEUR
Referencias
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Publicado en La Prensa, Lima, 9 de abril 1918. En Páginas Literarias seleccionadas por Edmundo Cornejo Ubillús, Lima, 1985, p. 17. ↩︎
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